Z.Y.X.S

Keirot.

En la actualidad. 

Era una tarde como muchas en la ciudad de Heredia, el anochecer se aproximaba, las personas iban de regreso a sus hogares, en auto, a pie o bicicleta, algunos otros se quedaban por ahí perdiendo el tiempo, era un sábado como cualquier otro, entre tanta tranquilidad, en una de las calles, se comenzaron a escuchar quejas, regaños y demás, alguien corría entre la muchedumbre y parecía ser perseguido por tres sujetos.

El chico empujaba, es escabullía entre la gente mientras aquellos otros lo seguían, soltaban frases como: "No escaparás", "Ven aquí, renacuajo", "Esta vez no tendrás suerte", entre otras, aquel otro no respondía, simplemente corría, intentaba escapar a todo lo que daba, corría tan rápido como sus piernas se lo permitían, se alejó de la ciudad, adentrándose en una calle solitaria, al fondo encontraba una casa abandonada, salta el cercado de alambre y troncos y se mete por una ventana rota, se adentra en una habitación y cierra la puerta tras su espalda.

Respiraba rápido, agitado, estaba atento a cualquier ruido, podía escuchar los pasos de aquellos otros, luego golpes a la puerta principal, después hubo silencio, encontraron por dónde entró, todos ingresaron a la casa abandonada, pisando vidrios rotos, esto alertó al jovencito que se escondía tras la puerta, intentaba controlar su respiración, no quería hacer ningún ruido, los pasos avanzaban estaban cerca. 

El joven tenía apenas 13 años, pero su actitud pedante y engreída solía molestar a algunos mayores, mas que nada a los que suelen ser brabucones, llevaba el cabello corto, un tanto despeinado y de color negro, su tez era de un tono canela muy claro, era un humano común y corriente, sin embargo, algo iba a cambiar ese día. 

El pomo de la puerta se giró, una y otra vez, luego comenzaron los empujones, posteriormente venían los gritos, lo habían encontrado y lo llamaban por su nombre, insultando y demás, pronto las fuerzas del joven fueron superadas, lo derribaron y abrieron la puerta con un azote bastante agresivo, Keirot cayó pero se reincorpora lo mas pronto que puede, ahora lo tenían acorralado. 

- Keirot: ¡Déjenme tranquilo, gorilas! 

Aquella frase bastó para que todos se lanzaran contra él, uno lo atrapaba desde atrás, sujetando sus brazos y los otros dos lo golpeaban, eran dos años mayores a él, tras una larga golpiza, Keirot perdía las fuerzas, cayó al suelo y ahora entre los tres lo comenzaban a patear, él resistía, evitaba llorar, se cubría con los brazos y piernas, su enojo aumentaba, la impotencia lo hacía enfadar cada vez mas.

Sintió algo similar a un escalofrío, dicha sensación recorrió su columna vertebral, sentía algo similar a lo que debe sentir una persona llena de adrenalina, abrió sus parpados de golpe, aquellas pupilas marrones se iluminaron con un brillo celeste y junto a esa liberación de poder, una onda de choque empujó a todos los muchachos, impactando a estos contra las paredes mas cercanas. 

Lentamente Keirot se ponía de pie, un pequeño rastro de sangre salía desde su nariz y comisura izquierda de los labios, estaba sucio, lleno de polvo y tierra acumulada en aquella casa abandonada, les miró fijamente, él no sabía que ocurría pero se sentía fuerte, poderoso, hasta podría decir que era imparable, el resto estaba confundido, ¿Qué estaba ocurriendo? Era la pregunta que reinaba en las cabezas de aquellos tres. 

Ninguno se movía, el silencio estuvo presente hasta que uno se atrevió a atacar a Keirot, aquel puñetazo al rostro fue esquivado con una agilidad casi sobre-humana, un movimiento de cabeza fue suficiente para evitar el impacto y como respuesta, el joven lanza un puñetazo al estómago contrario, un golpe fue suficiente para hacerlo soltar un quejido y que terminara por desplomarse en el suelo. 

Los otros dos miraron atónitos, no sabían que hacer, se miraron entre ellos y luego de vuelta a Keirot, se armaron de valor, uno fue primero, en otro intento fallido, el joven parecía tener una velocidad y percepción muy bien desarrollados, ese segundo atacante recibió un fuerte golpe con el codo de Keirot, derribándolo en el acto, el último cesó todo intento por atacar y se quedó de pie, una mirada del joven le hizo caer sentado al suelo, tembloroso y nervioso esperaba ser golpeado por aquel pelinegro.

Keirot lo ignoró y su mejor opción fue huir de ese sitio, corrió en ese estado, sin percatarse de que su cabello oscuro ahora tenía un color mas claro, rubio para ser mas exacto, los pocos que lo conocían, no supieron que era él, amigos y conocidos, nunca sabrían que se trataba de aquel muchacho, por lo cual no tuvo ninguna clase de intervención hasta llegar a su casa, ingresó deprisa, corrió hasta el cuarto trasero, como siempre su tía no se encontraba en casa, seguramente andaba trabajando, se encerró y se quedó por un momento inmóvil, mirando el espejo que tenía en frente.

Estuvo callado, mirando fijamente su reflejo, era extraño, estaba oscuro pero podía verse con claridad, miró la ventana, podía ver el cielo lleno de estrellas, además de ese color oscuro de la noche, sin embargo, ¿Por qué podía verse con claridad? Y no solo eso, su cabello, se lo tocaba, jalaba un poco y en cuanto arrancaba un solo pelo, este volvía a su color normal, el negro natural, no estaba loco, de eso podía estar seguro, ¿Los golpes lo habían dejado mirando mal? 

Se acercó lentamente al espejo, con su mano derecha toca su propio reflejo, como si intentara tocar su propio rostro, se veía tan real, aquello no podía ser un daño en la vista. 

- Keirot: ¿Esto es real? ¿Me golpearon tanto que quedé inconsciente? Estos no son mis ojos... ni este mi cabello, estoy soñando, ¿Verdad? 
- ???: No, no estás soñando, mocoso.




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