Perversas sin Destino, nuevo capítulo
—¿Me llamaste? —ingreso al despacho con una sonrisa.
—Mira —me señala su escritorio donde hay dos teléfonos nuevos, son iguales.
—¿Compraste nuevos teléfonos? —Ignoro los teléfonos y me acerco para colgarme de su cuello, ponerme en puntillas y darle un beso que él responde inmediatamente.
—Tenemos los mismos números solo que estos están encriptados para evitar que escuchen nuestras conversaciones.
—Sobre todo las que tenemos cuando viajas y estás lejos de mí —Me alejo de él para ir a agarrar los teléfonos y él se acerca por mi espalda abrazándome, colocando su quijada en mi hombro derecho.
—No quiero que nadie más escuche lo que hablo con mi mujer y con mucha más razón cuando hacemos ese tipo de llamadas.
—¿Este es tuyo? —sujeto el que es de color negro y yo me agarro el azul noche.
—¿Por qué preguntas si ya escogiste? —Siento como sonríe y coloca delicados besos en mi cuello.
Mientras está distraído besándome y acariciando mis s3n0s, hago mi travesura.
—Ya está —digo contenta y deja de besarme para ponerme atención.
—¿Qué cosa?
—Esto —agarro mi teléfono y marco su número, enseguida empieza a sonar y la pantalla se ilumina al igual que su sonrisa—. Ahora cada vez que te llame saldrá “Amor”
—Mis hombres verán eso y no me darán tiempo de contestar porque tendré una bala en el culo.
—Si cambias el nombre tendrás una bala en las bolas —giro para quedar al frente de él y mirarlo a los ojos—. Yo también te guardaré así.
—Alessandra, no…
—¿Temes que te lo vean las mujeres con las que suelen rodearse en cada reunión de negocios?
Todo rastro de sonrisa se borra de mis labios. Confío en Sebastián, pero eso no quita que me moleste que cada vez que tiene que reunirse con alguno de sus socios legales o de alguna familia de la mafia. Siempre hay putas rondando alrededor y se les regalan u ofrecen. A veces ni siquiera respetan cuando lo acompaño y él es quien tiene que ponerles un alto.
—Te prometí que no estaría con otra mujer y lo he cumplido —me sujeta de la cintura pegándome a su cuerpo—. Así que olvida esos celos infundados.
—Entonces porque no quieres que…
—Yaaaa —dice cansado y me mira con una ligera sonrisa—. Si eso es lo que quiere mi mujer lo haré, aunque me convierta en la burla de mis hombres y te aseguro que también de mis hermanos —vuelvo a sonreír ampliamente.
—No se atreverían, con una mirada tuya los tienes corriendo asustados a los pobres.
—A los hombres sí, pero a mis hermanos… Bueno ya me encargaré de eso… Yo voy a hacer eso por ti y ahora tú tienes que hacer algo por mí.
Frunzo el ceño al no comprender que quiere.
—¿Qué cosa?
—Ir ahora mismo al cuarto escarlata y esperarme como me gusta.
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1 comentario
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IngresarMuy bonita y candela
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