Solo un postre.
—Me alegra tanto que regresaras —repite mamá por cuarta vez, mientras sirve mi segunda taza de té—. A pesar de saber que no estás del todo contento.
—Mamá…
—Jamás me ha parecido esa manía de los Kennedy de imponer a sus descendientes un legado. Es tan arcaico y fuera de lugar en esta época.
—El bisabuelo se esforzó mucho por lograr un renombre en el mundo de la industria automotriz, prevalecer el apellido Kennedy es nuestra manera de honrarlo.
—¿A costa de tu felicidad, cariño? —cuestiona son sus orbes oscuros empañados por la preocupación—. En España, cuando nos vimos hace cuatro meses, no reflejabas en absoluto la incomodidad que reflejas ahora.
—No puedo pasar el resto de mi vida viajando, mamá, tengo una responsabilidad que cumplir.
—Tienes un hermano —me recuerda, como si Nicholas fuera la solución a mis problemas.
—Soy el primogénito, sabes, desde que nací, que llevar la empresa cuando papá decida retirarse recaerá en mí. —Suspiro antes de tomar un sorbo de té y mirarla a los ojos—. Y lo aceptaste en el momento en que te casaste con él.
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