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Faltaba una cuadra para llegar al edificio cuando ví a mucha gente correr en mi dirección, mientras que otros iban en el lado contrario. Sus rostros eran de terror, gente llorando, con la cara y cuerpo lleno de cenizas.
Tuve un mal presentimiento de todo lo que veía y empecé a correr. Cada vez escuchaba ruidos, llantos, gritos.
—¡No, no, no, no!
—Deténgase no puede pasar.
—¡Mi familia está allí! Mis padres y mis hermanos. —grité desesperado. El edificio estaba en llamas, el lugar estaba lleno de personas, unas salían del edificios otras entraban.
—Los bomberos ya están rescatando a las personas.
—¿Y piensa que me quedaré tranquilo? Necesito buscar a mis padres, allí está un bebé de tan solo seis meses.
Empujé al policía y pasé de largo. Miré hacia el edificio, todo estaba en llamas, incluido el apartamento de mis padres. «Mi padre y mi hermano no podían estar muertos»
—¡Gael! ¡Gael! —gritaron mi nombre, me giré y entonces ví a doña Leticia correr hacia mi —Tus hermanos… ellos están conmigo… —dijo con voz entrecortada.
Sentí un gran alivio al saber que mis hermanos estaban bien, corrí con ella hasta llegar a una ambulancia, allí se encontraba Fabiana, Mariano y Maximo, mis tres hermanos.
—¡Gael, hermano! —Fabiana la mayor fue la primera en correr hacia mi—. Todo pasó tan rápido… las llamas, el humo. —lloraba mientras me abrazaba.
—Ya, ya pasó. Ahora estarás bien.
Mariano estaba envuelto en una sábana con los ojos llorosos, mientras que Maximiliano el más pequeño estaba entre los brazos de uno de los paramédicos.
—¿Has visto a papá o mamá?
—No, la última vez que los vi fue cuando mi mamá nos dijo que nos fuéramos con doña Leticia, le entregó a Maximiliano y bajamos por las escaleras. Ya no la ví otra vez.
—Iré a buscarlos, quédense aquí no te vayas a mover y vigila a Mariano y Maximiliano. —Ella asintió y fui en búsqueda de mis padres. Busqué en los alrededores del edificio, ambulancias, vecinos y en cualquier lugar que estuviera cerca del edificio, pero mis padres no aparecían.
Al final de la noche nos llevaron a los hospitales cercanos, yo tenía la esperanza de encontrarlos en alguno de ellos, pero no, mis padres tampoco estaban allí.
—¡Gael! Ven por favor. —Doña Leticia me llamó de pronto. Estábamos en la sala de espera de unos de los hospitales, mis hermanos comían unas pequeñas meriendas que unas personas nos habían regalado.
—¿Qué sucede?
—Ya encontré a tus padres.
—Eso es una buena noticia. —sentí alivio en mi corazón.
—Gael, ellos están muertos.
—¿Qué? No, ellos no pueden estar muertos. —Me recosté en una pared y poco a poco caí al suelo.
—Lo lamento muchacho, ellos no pudieron salir del edificio.
Estaba en shock.
¡Mis padres estaban muertos!
—¡Ellos…! ¿Qué voy hacer con mi hermanos?
—Mira, no te preocupes por tus hermanos, vendrá el departamento de familia y se hará cargo de ellos los llevaran a hogares en donde estarán bien…
¡No podía dejar que se llevaran a mis hermanos! Eran la única familia que me quedaba y el gobierno no iba a quitarme eso también. Salimos de un país de pobreza por la corrupción de las autoridades, por la falta de empleo, ahora nadie iba a quitarme a mis hermanos, lo único valioso que me quedaba.
Solo asentí a lo que doña Leticia me decía, me puse de pie y con la mirada perdida me dirigí hacia donde se encontraban mis hermanos.
—Fabiana, toma de la mano a Mariano y espérenme afuera. Iré por Maxi.
—¿A dónde vamos?
—No preguntes y haz lo que te pido. —ordené. Caminé hasta el área de pediatría en donde mi hermano se encontraba. No le di explicaciones a la enfermera y lo tomé de donde estaba y salí del hospital.
Fabiana y Mariano me esperaban.
—¿Dónde está papá y mamá? —preguntó Fabiana.
—Ellos no van a regresar Fabiana, desde ahora Mariano, Maxi y yo es lo único que tienes.
Pero ahora ¿dónde iba a ir?
Toqué mi bolsillo y recordé el dinero que mi madre me había dado la noche anterior. No era mucho pero me alcanzaba para irma lo más lejos posible, a un lugar donde nadie me conociera, dónde nadie pudiera quitarme a mis hermanos.
Tomé de la mano a Mariano, Fabiana estaba tomada de él y en el otro brazo llevaba a Maximiliano. Iniciaríamos una nueva vida lejos de aquí.
Ese día no solo perdí a mis padres, ese día perdí mi libertad y mi juventud y me convertí en padre de mis hermanos.
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