Final alternativo para el Cacique.
Para las Ninfas amantes de Roslán, el Cacique blanco de su barrio, existe un final alternativo de la novela. Ustedes decidirán si elegí el correcto.
…
La calle ya estaba despejada cuando salimos y Mateo era el único que se fajaba con el poste, sacándole los cuchillos y tratando de apuntalarlo.
―Muchachos, no se arriesguen―nos dijo―, ya le avisamos a la empresa eléctrica para que venga cuanto antes.
Alejandro se puso por un lado y yo por el otro. Mateó sostuvo los cuchillos y entre los tres mantuvimos balanceado el poste. La guajira llegó para molestarnos. Ella no tenía por qué correr semejante peligro y menos en su estado.
Mila y mi madre nos observaban desde el portal, más no se atrevieron a desafiarme y se quedaron tranquilas, sin dar tantos alaridos como las otras vecinas.
Una ráfaga de viento movió los cables y tal y como temíamos, varios se zafaron hasta cruzarnos de cerca. Todos retrocedimos y tanto Alejandro como yo, extendimos las manos para apartar a la guajira, pero ella pateó el cable más cercano, pegándoselo en el pecho al padre de su hijo.
Fui el único que la vio hacerlo, aun así, no la entendí hasta que Alejandro calló desplomado al suelo, arrancándole gritos de pánico a mi madre y a las otras mujeres.
Mateo intentó socorrerlo. Entre los dos arrastramos a Alejandro hasta el portal, pero tenía el pecho frito y por mucho que mi madre llamara a la ambulancia. Ya era tarde.
Mila buscó una sábana y cubrió el cuerpo, auxiliada por Elisa, que se encargó de darnos agua. Los relámpagos nos alumbraban y Mateo siguió llamando por su móvil hasta que las luces de las ambulancias y de los bomberos, llegaron junto con nuevos estruendos.
La guajira me abrazó, llenándome el pecho con sus lágrimas y al mirarla a los ojos supe que lo hizo para salvarme, y que Alejandro falló al contarle la verdad, antes que a mí. Él no debió confiar en ella, así como yo no debí jamás confiar en él.
―Él ya me había dejado una vez. Ahora iba a hacerlo de nuevo―murmuró la guajira en mi oído―, y para colmo quería joderte a ti, al único que siempre ha sido bueno conmigo.
― ¡Dios mío! ―chilló Elisa―. Ahora este apagón va a ser pa’ largo. No nos vamos a salvar de los ladrones y los aprovechados.
Mi madre se unió al abrazo y también Mila lo hizo. Los relámpagos iluminaron el camino por donde salió la ambulancia, llevándose el cuerpo de Alejandro, que solo Mateo quiso acompañar en su último viaje.
Ya no podría hacerme daño. Todo lo que sabía de mí, sería enterrado con él, pero yo no era tan ingenuo para creer que estaría a salvo. Algún día iba a aparecer otro más perro que yo, o peor, la policía encontraría el modo de probarme mis crímenes.
Mientras ese día no llegara, aún me quedaban muchas cuentas que ajustar y preguntas que hacer.
―No se te preocupes―le dije a la vecina―. En este barrio nadie va a venir a aprovecharse ni a robar, por mucho que dure el apagón. Pa’ eso yo soy el Cacique.
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La ninfa avariciosa es una criatura discreta, que desarrolla sus aventuras románticas y eróticas, dentro de un contexto histórico a la disposición de sus más sedientos lectores.
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