No me verá porque mi bebé y yo vamos a irnos lej…
—Estos son los resultados, señora. Por favor, acompáñeme con la doctora —dice la joven, en tono amable.
Pero como una l0ca arranco el sobre de su mano y lo abro, buscando con mis manos temblorosas el resultado que me tiene con los nervios de punta, el de la prueba de embarazo.
Por fin logro ubicarlo y mis ojos se posan en el renglón que dice: Positivo.
Empiezo a hiperventilar mientras avanzo de manera errática hasta una silla para sentarme.
—¿Qué dice? —pregunta Alice, alterada.
—Voy a ser madre —respondo, con la voz temblorosa.
Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas, pero no son de tristeza, miedo si, incertidumbre tal vez, pero tristeza no. Estoy feliz, feliz de haber procreado un hijo del amor, de mi amor por Víctor, porque, aunque yo no haya sido nada para él, ese hombre fue todo para mí. Ya un poco más calmada me pongo de pie y abrazo a mi amiga.
—Seré madre —digo emocionada.
Alice se acerca a mí y me abraza.
—Seré tía —grita emocionada.
En ese momento lloramos y reímos juntas, presas de la ambigüedad de emociones que nos embargan, porque en el fondo sabemos que ser madre soltera no será nada fácil.
Me disculpo con la enfermera, que en el primer momento se asustó, pero luego entendió mi reacción.
Alice y yo la seguimos de vuelta hacia el consultorio de la doctora.
—Como que alguien no pudo esperar —dice la doctora divertida, al ver el sobre abierto.
—Perdón —respondo apenada.
—Bueno, ya sabemos el origen de tus síntomas. Vas a ser madre Cristal, felicidades —dice la doctora, quitándose gafas para mirarme.
—Gracias —profiero entre nerviosa y feliz.
—No soy ginecóloga por lo que tendré que darte una referencia para que saques una cita, pero por lo que veo, todo va bien. Según los índices que veo aquí, tienes unas seis semanas de embarazo, así que debes cuidarte mucho, no tener disgustos, ni levantar peso, porque los primeros meses es donde hay más altos índices de pérdida, los demás consejos te los dará la especialista —termina diciendo la doctora.
—¡Gracias! —respondo, tomando los documentos que la doctora me extiende.
Alice y yo salimos de la clínica y tomamos un taxi para ir hasta mi apartamento.
—¿Le vas a decir a Víctor? —pregunta Alice, una vez entramos en mi hogar.
—Si, pero ahora no —respondo seria.
—¿Por qué no? —pregunta Alice.
—Acaso no escuchaste que no debo tener disgustos —profiero seria—. Ya me imagino todo lo que me dirá ese hombre, empezando por arribista, aprovechada, interesada y Dios sabe cuántas otras cosas más.
—¿Y cómo harás para escondérselo? Porque cuando esa panza se empiece a notar va a preguntar y sumará, restará y multiplicará, hasta darse cuenta de que es su bebé —dice Alice.
—No se enterará porque no me verá —respondo, mirando a mi amiga.
—¿De qué demonios hablas, Cristal? —pregunta Alice asustada.
—No me verá porque mi bebé y yo vamos a irnos lejos, Alice. Tan lejos como podamos —respondo, con la decisión reflejada en mis palabras.
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