DESCUENTO EL VERDUGO ACTIVO!!!
Hermosas, nuestro sexy Verdugo está en descuento. Aprovechen que será la última vez que tendrá el 25% de descuento. Conozcan a Massimo Valkirye y su lado más atroz.
PEQUEÑO FRAGMENTO:
Volteo mi rostro lentamente con los ojos cerrados y los abro chocando con su mirada que observa cada parte de mi cuerpo, siento el impulso de cubrirme, pero lo contengo, no quiero hacerlo molestar más.
—Deja caer la braga — indica.
Paso grueso, este hombre no va de a pocos, es un animal, pero ya estoy acá, tomo los costados y dejo que caiga para unirse al vestido, cruzo un poco las piernas, deseo tapar mi entrepierna de su mirada lujuriosa.
—Mi posición como dominante me obliga a darte una palabra de seguridad.
—¿Palabra de seguridad? — no le entiendo.
—Sí, una palabra que deberás decir cuando sientas que te lastimo y quieras que me detenga, tú elige la que quieras.
—Monstruo —la palabra sale sin filtro y una sonrisa se dibuja en su rostro.
—Está bien… esa será tu palabra… recuérdala.
—Le aseguro que no se me olvidará — levanto el mentón para verlo de frente.
—Tienes agallas… veremos cuanto te dura… serás de las que aguantan o de las que lloran a la primera diciendo su palabra a cada momento, no hay nada que me moleste más que eso — sonríe en burla.
Lo escucho en silencio, se pone de pie y camina hacia mí, rodeándome con pasos cortos y lentos, saca una venda de su bolsillo y empieza a vendarme.
—No — mi voz sale como un susurro.
—¿Qué dijiste? Te recuerdo que tú solo estás para complacerme.
—Es que…
—Tú no puedes opinar y es mejor que te quedes en silencio, si no quieres que anule el contrato.
¿Anular el contrato? Eso no, ya me gasté gran parte del dinero pagando el hospital, más lo que le debo, debo continuar. Cierro los ojos y él prosigue.
Lo escucho sacar una llave y abrir una puerta, ingresamos y me coloca dos muñequeras unidas a unas cadenas, mi corazón empieza a latir con fuerza, el sonido de las cadenas y el no poder ver nada me tiene con los nervios al borde, lo siento ponerme unas tobilleras y ya estoy a punto de entrar en pánico, todo esto lo hace en silencio.
—¿Qué está haciendo? — no puedo evitar preguntar.
—Te referirás a mí como tu señor y hablarás solo cuando te lo permita — el tono de su voz me hace estremecer, pero no de miedo.
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