CAPÍTULO ACTUALIZADO: INEVITABLE DESTINO
Fragmento:
Tome sus manitas y camine con el hacia el piso próximo.
Así se vería mi pequeño si no hubiese muerto después del parto… —sacudí mi cabeza buscando alejar aquellos recuerdos tristes, no podía seguir torturándome con el recuerdo de mi hijo.
—¡Suelta a mi hijo…!
Un grito que me obligo a girarme, vi al pequeño esconderse detrás de mis piernas.
—¿Marcela?
—¡Que sueltes a mi hijo…! —grito y me arrebato violentamente al pequeño que había vuelto a llorar.
—Damon… —una voz varonil detrás de mi hablo y lo vi tomar de los brazos de Marcela a aquel pequeño quien se aferraba a su cuello y escondía su cabeza en su pecho. Sentí la mano de varios hombres tomarme por la espalda.
—¿A dónde pensabas llevar a mi hijo? —grito Marcela posicionándose delante de mí de forma amenazadora.
—Marcela… —te estas confundiendo… —yo-yo…
—¿Quién demonios eres? ¿porque te llevaste a mi hijo?
Mis ojos se abrieron en demasía al ver el enojo y la furia contenida que tenía aquel hombre, lo pude reconocer… —era el hermano de Ginebra, ya lo había visto algunas veces tiempo atrás.
Me solté del agarre de aquellos hombres, no me iba a dejar intimidar por ellos y mucho menos por algo que no había hecho.
No hagas cosas buenas que parezcan malas Alexa.
—Mi nombre es Alexa Teller y no pretendía llevar al pequeño a alguna parte…
—¡Miente…! —grito Marcela mirándome con odio, podría decirse y en cierta parte lo entendía ya que su hijo se les había perdido, al menos eso era lo que entendí… —según pude notar ellos estaban buscando al pequeño.
—Marcela ve con Damon, yo me encargo… —demando aquel hombre sin voltear a verla y clavando sus ojos sobre los míos, quizá buscando algún ápice de mentira.
Vi a Marcela marcharse a regañadientes.
—Seño Ferrari, entiendo que está desesperado y temeroso porque a su hijo le pasara algo, pero créeme que jamás haría algo para lastimar a un niño. Yo estuve subiendo por las escaleras y allí lo encontré en una de las gradas llorando, así que opté por ir a buscar a su padre, no tenía idea que usted y Marcela fueran los padres de ese pequeño.
—Por favor corroboren con las cámaras… —ordeno a uno de sus hombres sin quitarme la mirada de encima.
Ósea no me creía.
Mire el reloj de pulsera y era las 20:30 horas. —¡Mierda...!
—¿Cómo?
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