Gloria Maillo Marcos

Me llamo Gloria Maillo Marcos, tengo 27 años y La Musa es mi primera obra larga, escrita a lo largo de dos años. Aunque no cuento con publicaciones previas en el ámbito editorial tradicional, la escritura ha sido parte esencial de mi vida desde la adolescencia. Durante años he cultivado mi relación con la narrativa a través de relatos cortos, participación en blogs literarios y ejercicios de ficción personal que, aunque no se han compartido públicamente, me sirvieron como espacio de exploración creativa y emocional. Mi interés por la literatura, especialmente por el terror en sus formas más psicológicas y atmosféricas, ha estado presente desde muy joven. Me formé como lectora devota de autores como Stephen King, Peter Straub, Algernon Blackwood, Robert McCammon, Bentley Little, Grady Hendrix y Nick Cutter, cuya influencia es visible en el tono y la sensibilidad de mi trabajo. También me atraen las narrativas que, sin renunciar al género, se permiten una mirada literaria más introspectiva, donde el horror no siempre se manifiesta como una amenaza externa, sino como una fractura interna, cotidiana, emocional.

Me llamo Gloria Maillo Marcos, tengo 27 años y La Musa es mi primera obra larga, escrita a lo largo de dos años. Aunque no cuento con publicaciones previas en el ámbito editorial tradicional, la escritura ha sido parte esencial de mi vida desde la adolescencia. Durante años he cultivado mi relación con la narrativa a través de relatos cortos, participación en blogs literarios y ejercicios de ficción personal que, aunque no se han compartido públicamente, me sirvieron como espacio de exploración creativa y emocional.
Mi interés por la literatura, especialmente por el terror en sus formas más psicológicas y atmosféricas, ha estado presente desde muy joven. Me formé como lectora devota de autores como Stephen King, Peter Straub, Algernon Blackwood, Robert McCammon, Bentley Little, Grady Hendrix y Nick Cutter, cuya influencia es visible en el tono y la sensibilidad de mi trabajo. También me atraen las narrativas que, sin renunciar al género, se permiten una mirada literaria más introspectiva, donde el horror no siempre se manifiesta como una amenaza externa, sino como una fractura interna, cotidiana, emocional.