De repente, una pantalla holográfica se despliega en medio de la plaza central. Las conversaciones se detienen y todas las miradas se alzan al mismo tiempo.
La imagen proyecta a un exteriano de mediana edad sentado en lo que parece su oficina.
Es fornido, de esos cuerpos redondeados que parecen tener su propio campo gravitacional. Y con su cabello puntiagudo cuyo contorno ya empieza a encanecer. Sus orejas son tan grandes como su sonrisa. Una sonrisa amplia, exagerada... casi tan enorme como sus dientes.
—¡Bienvenidos, jóvenes especiales! —exclama, alzando una mano enérgicamente-. Soy el director Trakar, el orgulloso encargado de esta prestigiosa academia para futuras estrellas.
Lo reconozco de inmediato por el nombre. Neikker lo ha mencionado más de una vez, casi siempre con el ceño fruncido. Según mi hermano, el director es distraído, optimista y, para su gusto, demasiado relajado para un cargo tan importante.
—Tranquilos, tranquilos —dice Trakar, agitando las manos con entusiasmo—. Solo quería saludarlos y que recordaran esta cara cuando se gradúen... o cuando sobrevivan a sus primeros duelos de vida.
Su tono es ligero, casi juguetón. Y aunque no parece la autoridad imponente que imaginé, hay algo en su forma de hablar que me resulta... reconfortante. Me agrada.
Pero entonces baja la mirada, como si recordara algo que se le había escapado.
—Oh, cierto. Si alguien se pregunta por qué no hay alumnos de grado superior este año, es por nuestra nueva política.
Frunzo el ceño.
—Una vez que demuestren ser útiles, todos ustedes serán enviados a sus respectivas aportaciones para Exter —cierra los ojos con una sonrisa que revela toda su dentadura—. Algunos de ellos ya están luchando allá afuera, derramando su sangre para detener a los zenovitas.
El silencio que sigue no es de sorpresa. Ya sabíamos eso. Ser parte de Exter implica sacrificio. Lo hemos oído toda la vida.
No... el silencio viene por cómo lo dijo. Tan calmado. Tan casual. Como quien te ofrece una galleta... pero con sangre.
Trakar parpadea, como si también notara el efecto de sus palabras.
—Este... bueno, ya tienen una muestra de lo que se dice en el ejército —se aclara la garganta, forzando una risa—. Lo importante es que ustedes, los nuevos ingresados, deben esforzarse. ¡Deben demostrar su valor para ser reconocidos!
Sus ojos se iluminan con renovado entusiasmo.
—Tengo grandes expectativas. ¡De todos ustedes!
Yo también. De mí misma.
Lo haré. Voy a demostrar lo que valgo. Todos verán que soy tan especial como el resto.
—Muy bien —concluye Trakar—. Sigan explorando la academia. Las clases comenzarán cuando suene la alarma. Y recuerden: están destinados a la grandeza.
La transmisión se corta. Y, como si nada hubiera pasado, los estudiantes regresan a sus asuntos.
Sus palabras resuenan dentro de mí. No solo estoy aquí. Soy parte de esto.
Estoy destinada a grandes cosas. No para salvar galaxias, ni para liderar ejércitos... solo para encontrar un lugar donde me vean. Donde pueda ser yo sin pedir permiso.
Aunque... una parte de mí lo siente distinto. No creo que mi destino sea el mismo que el del resto.
No porque me crea mejor. Más bien... porque soy diferente.
Pero no importa.
No soy menos que nadie. Solo necesito una oportunidad. Una pequeña chispa para encender algo grande.
Pero, ¿y si esa chispa no es suficiente?
Sacudo la cabeza. No. No ahora. Hoy... solo quiero creer.
Puedo cumplir con mis objetivos. Solo tengo que intentarlo.
Miro a Rehzah una vez más. Ella sigue rodeada de estudiantes. El momento para acercarme aún no ha llegado.
Aunque... si algún día logro que ella me mire, aunque sea una vez, tal vez el resto del mundo también lo haga.
Porque uno de mis mayores deseos es tener amigos, muchos de ellos. Ya que así no me sentiré invisible.
Está bien. Aún puedo hacer amigos.
Me sacudo el pequeño tropiezo y avanzo con determinación. Mi oportunidad de hablar con Rehzah puede esperar.
Ahora tengo que cumplir con mi objetivo.
Uno más simple. Uno más mío.
Hacer amigos.
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Editado: 22.08.2025