×0: El poder de ser nadie.

1.10 – El don de nadie.

Apenas puedo concentrarme. Siento los susurros aún pesando sobre mí, las miradas furtivas, las risas sofocadas. Mi pecho se aprieta.

¿Esto hará que ya nadie quiera acercarse a mí?
Si antes tenía la esperanza de hacer amigos, ahora esa mínima posibilidad parece esfumarse.
¿Quién querría acercarse a alguien como yo?

Mi garganta se seca.

¿Acaso tengo que despertar mi Don Estelar?
¿Será esa la única forma de que me acepten en algún lado?
¿La única manera de ser alguien?

Cada pregunta es un peso más sobre mis hombros. Por mucho que intento no pensar en ello, la presión en mi cabeza solo aumenta. Hasta que una voz rompe el ruido en mi mente.

—Avanza, Cero —anuncia Neikker, un poco impaciente—. Ponte en frente y demuestra de lo que eres capaz.

Es el turno del chico extraño. El chico sin nombre. O, mejor dicho, Cero.

¿De verdad ese es su nombre? Es solo un número.

Me enderezo un poco, apartando mis propios pensamientos. A pesar de mi vacío, quiero ver cómo le irá. Hay algo en su forma de caminar que me detiene: sus pasos son tranquilos, seguros, demasiado medidos. No es torpeza. No es indecisión. Es como si ya supiera exactamente lo que hará.

Una chispa de curiosidad se enciende en mi pecho. ¿Será que escondía un poder deslumbrante todo este tiempo? ¿Algo tan arrollador que nos hará olvidar mi fracaso?
Quiero creerlo. Necesito creerlo.

Y no soy la única.
Mis compañeros contienen el aire sin darse cuenta. Algunos se inclinan hacia adelante. Incluso Rehzah alza la mirada con un brillo de interés.

Expectativa. Pura, cortante.

Cero se queda en el centro, imperturbable. Su postura firme, sus ojos serenos, el silencio que parece preludio de algo grande. Todo en él grita que está a punto de desatar lo imposible.

Pero entonces…

…no pasa nada.

Segundos transcurren.

Nada.

El aire parece esperar un estallido, pero solo recibe silencio. El viento cruza el campo como si se burlara de todos nosotros. La tensión se disuelve en vacío.

Parpadeo, confundida. Mi pecho se aprieta. Es la misma sensación de antes… mi propio fracaso repetido, reflejado ahora en otra persona.

Algunos alumnos intercambian miradas. Murmullos comienzan a surgir. La expectativa que un momento antes parecía infinita se resquebraja como vidrio.

Neikker frunce el ceño.

—Comienza.

Otros segundos. La espera es insoportable. Pero Cero ni siquiera lo mira.

Su voz, cuando llega, corta el aire como un filo opaco:

—No tengo nada que mostrar.

El murmullo es instantáneo. Y después, la burla.

Ramser estalla en risas.—¿De verdad? ¿Es un chiste? —niega con la cabeza, todavía riéndose—. Otro insignificante más. Vaya basura.

Otros lo siguen.
Klyver lanza una chispa floja al aire, como si dibujara su mueca de desprecio en electricidad.—¿En serio? ¡Yo al menos hice algo!
Drayr chasquea la lengua.—Otro que no está listo para estar aquí.

Incluso los que no se ríen lo miran con incredulidad, como si hubieran sido estafados.

Zhyr baja la cabeza, incapaz de mirar.
Lynnh entrelaza los dedos, desviando la mirada con tristeza.
Vareth sonríe, pero su péndulo gira más rápido, como si se alimentara del fracaso ajeno.
Nheor… ya tiene media cara cubierta de granito por pura incomodidad.

Y Rehzah… su rostro es el mismo muro helado que recibí yo. La misma decepción, serena e irrefutable. Esa misma indiferencia que me aplastó a mí, ahora lo aplasta a él.

Una punzada me atraviesa el pecho.
No sé si es por él… o porque lo que acabo de ver es un espejo de mí misma.

Siento una punzada de decepción.

Parte de mí quería que él hiciera algo grandioso, algo que callara a todos y, de paso, me demostrara que yo también puedo brillar algún día. Pero no pasó nada. Y esa ausencia me duele… porque me recuerda lo vacío que quedó mi propio intento.

Por un instante, mi reacción es la misma que la de los demás: decepción, incredulidad. Como si hubiera caído en la misma trampa que ellos. Como si yo también estuviera lista para señalarlo y decir: “no perteneces aquí”.

Aprieto los labios.

No.

¿Por qué estoy decepcionada?

Eso es exactamente lo que me hicieron a mí. Eso es lo que todavía siento ardiendo en la piel, el peso de todas esas miradas que me hicieron menos.

¿De verdad voy a repetirlo? ¿Voy a convertirme en una más de los que juzgan?

Lo miro de nuevo. Sus ojos son vacíos, como si no buscaran nada. Su expresión, tan neutra, ni siquiera intenta defenderse. No reacciona a la humillación ni a las risas, como si ya hubiera pasado por esto mil veces antes.

Como si estuviera acostumbrado a ser nadie.

Un nudo me oprime el estómago.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.