×0: El poder de ser nadie.

1.11 – La calma antes de la tormenta cósmica.

El hambre y el cansancio pesan en el ambiente. Algunos de mis compañeros y otros estudiantes marchan hacia la cafetería, todavía comentando la prueba. Al parecer tuvimos la misma idea. Yo también voy para allá, pero esta vez no estoy sola.

Cero camina a mi lado. Y sigo sin saber por qué.¿Será que percibe mi vacío?¿O es que, al igual que yo, tampoco sabe a dónde más pertenecer?

Al entrar, mis ojos se detienen en la mesa central. Allí está Rehzah. Serena, elegante, comiendo como si ni siquiera necesitara esfuerzo para inspirar respeto. A su alrededor, Klyver y Vareth parecen dos lunas orbitando su estrella, mientras otros diez alumnos de distintos grupos la alaban con sonrisas ansiosas. Klyver, en particular, la mira como si fuera una diosa encarnada.

Lo más desconcertante es que ella no hace nada por ganarse esas miradas. Apenas pronuncia palabra. Ni falta le hace. Su silencio basta para que todos busquen su atención… y jamás la obtengan.

Si ellos, con toda su energía y adoración, apenas logran un lugar a su lado… ¿qué esperanzas tengo yo?Si antes soñaba con hablarle, ahora sé que sería invisible. Y duele aceptarlo.

Así que tomo la decisión más fácil: buscar una mesa lejana, apartada, donde nadie me recuerde lo patética que me vi hace un rato.

Primero tomo una bandeja rebosante de comida. Me sirvo demasiado, pero no me importa. Cero, extraño como siempre, hace lo mismo. Ni siquiera sé si tiene hambre o solo me imita por inercia.

Nos sentamos en una esquina solitaria. Yo comienzo a devorar la comida con rapidez. Cada bocado no es por hambre, sino para llenar el hueco que me dejó la vergüenza. Masticar es más sencillo que pensar.

—¿Por qué comes tanto? —pregunta Cero de pronto.

Casi me atraganto.

—¿Eh? Ah… —busco una excusa apresurada—. Es que… me faltan vitaminas.

Levanto la vista y me percato de que su plato ya está vacío.

Vaya, de verdad come rápido. En un solo instante toda la comida desapareció. Es como si...

Un momento. Eso quiere decir que realmente tiene un Don Estelar. Ya que esa es la única explicación que se puede dar.

Lo miro.Sus ojos permanecen fijos en mí. Me observa como si fuera un problema matemático, una ecuación emocional que todavía no descifra. Y, por raro que parezca, siento que de verdad lo intenta.

—Tengo entendido que hay un alimento especial para exterianos especiales, porque la comida convencional no los satisface —dice con total tranquilidad—. ¿Acaso no te satisface lo satisfacible?

Parpadeo, desconcertada.¿Eso fue una pregunta lógica, filosófica… o simplemente una forma absurda de decirme que me ve?

Él es raro. Demasiado raro. Y, aun así… su rareza no me incomoda. Solo me provoca curiosidad.

Puede comer rápido, y hace rato apareció detrás de mí justo cuando llegué al salón. Si esto es obra de un Don Estelar, ¿entonces por qué no lo demostró?

Me atrevo a preguntarle:

—Cero… ¿por qué no hiciste nada durante la demostración? De lo que te he visto hacer, pareces tener habilidades destacables.

Él parpadea, lento, como si meditara la respuesta. Durante unos segundos, pienso que va a decir algo trascendental, una verdad capaz de sacudir mis dudas.

—Porque no tuve que hacer nada.

Si no fuera por el bullicio de la cafetería, el fondo e incluso mi mente estarían con un silencio chocante.

—¿A qué te refieres con eso?

Cero baja la vista hacia su vaso vacío, como si buscara una respuesta en el agua que ya no está allí.

—Bueno. No sé. Tal vez sea porque…

Su voz se apaga. Un instante de misterio que no llega a resolverse. Y justo en ese hueco de silencio…

—Vaya, vaya… con que aquí está el mayor fracasado del universo.

Una voz conocida me hace tensarme. Esa confianza arrogante. Ese tono con veneno oculto. Esa sensación de superioridad.

Ramser.

Y no está solo. Un grupo de alumnos lo acompaña, como buitres girando alrededor de un banquete. Entre ellos, está Drayr, el mismo que hace unas horas lo llamó rival. ¿Por qué están juntos si se suponía que eran enemigos?

Quizá porque a Ramser no le importa quién lo rodea, mientras pueda brillar más que los demás.

Cero lo mira con la misma calma de siempre. Yo, en cambio, siento un nudo en el estómago.

—Ramser, ¿qué estás…?

No me deja terminar. Mi voz no existe para él.

—Cero, ¿verdad? —ladéa la cabeza con fingida curiosidad, como un depredador jugando con su presa—. ¿Te diste cuenta de cómo todos te miraron por tu falta de talento? —Cruza los brazos, exagerando la mueca burlona—. ¿Qué fue eso? ¿La técnica definitiva de los vagos? Porque si es así, eres la competencia de Cyuvor.

Habla alto, proyectando cada palabra como si la cafetería entera fuera su escenario. Y lo es: las risas estallan, obedientes, cobardes. El público invisible que lo alimenta.

Esperan una reacción. Alguna mueca, un temblor, una chispa de rabia. Pero Cero… nada. Ni un pestañeo. Ni un gesto. Nada. Su calma es un muro que ni siquiera Ramser consigue agrietar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.