—Cero… ¿cómo hiciste para detener el ataque de Ramser?
La pregunta sale de mi boca sin anestesia.
¡Maldita sea! Otra vez hablé de imprevisto. ¿Por qué soy así? Yo por lo general no soy impulsiva. Bueno, a veces. Pero no soy impulsiva.
Cero levanta la vista del cuaderno y me mira como si le hubiera pedido la hora.
—No hice nada.
Frunzo el ceño, a punto de poner el volumen al máximo de incredulidad.
—¿Cómo que no hiciste nada?
—Simplemente pasó —responde él, con esa calma imperturbable que traiciona cualquier dramatismo.
Me quedo muda unos segundos, buscándole la trampa a la respuesta. Pensé que diría algo sobre su Don Estelar, o al menos alguna confesión dramática. Pero no. Cero sigue como si todo fuera una ecuación aburrida.
Gira el lápiz entre los dedos y añade, con la mínima variación en la voz:
—He visto que todos se alejan cuando aparecen esas energías. Yo me quedo para ver por qué huyen. No siento nada.
Me quedo congelada.
—¿Qué…? ¿Nada? ¡No puede ser! ¡Eso es imposible! La energía estelar de Ramser casi me desmaya solo de estar cerca. ¡Su Don separa átomos! Incluso guerreros veteranos retrocederían…
Respiro hondo, como si eso fuera a ayudar a que mi cerebro encaje las piezas.
—Espera… ¿estás diciendo que eres inmune a la energía estelar?
—Exacto. —Hace una pausa mínima—. No sé cómo debería sentirse.
Mi estómago da un vuelco. Eso no es inmunidad… eso es como si el universo no lo reconociera.
Cero parpadea —una, dos, tres veces— y añade con total naturalidad:
—Entonces su poder tampoco me afecta.
La incredulidad me revienta por dentro. ¿Cómo puede decir algo con tanta calma? Lo dice como si estuviera comentando que no le gusta el yogurt sintético. Y yo, mientras tanto, con la cabeza a punto de explotar. ¿Es un completo ignorante o es demasiado confiado?
¿Qué clase de Don puede, literalmente, ignorar algo así?
Me obligo a respirar y voy al grano.
—¿Cómo se llama tu Don Estelar? ¿Cuál es su función?
Cero me mira con una honestidad que me desarma.
—¿Me puedes explicar qué son los Dones Estelares? —pregunta, sin ironía—. Aún no entiendo su impacto.
Se me cae la mandíbula. Literal. Me la tengo que volver a subir con la mano.
—¡¿Qué?! ¡Eso es como no saber qué es el sol! ¡Los Dones Estelares son cultura básica! ¡Nivel “papá, mamá, Don Estelar”! ¿De dónde saliste tú?
Espero ver una reacción. Algo, cualquier cosa. Algo que me diga que lo que dice es una broma o una exageración.
Cero parpadea. Una vez más. ¿Acaso siempre parpadea antes de responder o qué?
—No tengo idea. Solo te estoy preguntando si sabes.
Me quedo paralizada; mi reacción es instantánea y ridícula: me tapo la cara con las manos y suelto una mezcla de risa nerviosa y horror.
Listo. Colapso interno activado.
Si cualquiera me hubiera dicho eso, pensaría que es sarcasmo. Pero con él no. Con él sé que habla en serio. Y como habla en serio, yo tengo que explicarlo en serio.
Primero cálmate, me estoy exaltando. Seguramente me está probando. Debo explicarle y luego me va a decir lo que hizo realmente.
Respira hondo. Ajusta la voz. Modo “profesora Larah activado”, aunque me tiemblen los dedos.
Respiro hondo, tratando de ordenar mis ideas.
—Bien… —digo, rebuscando con la mirada—. Te lo explicaré con algo simple.
Agarro dos controles remotos de la mesa: uno viejo, con cinta adhesiva en la tapa de las pilas, y otro nuevecito, brillante. Los pongo frente a él como si fueran piezas de un rompecabezas cósmico.
—Imagina que estos son los exterianos. —Señalo el primero.
—¿Por qué tienes dos controles en tu sala? —pregunta, ladeando la cabeza.
—Porque mi hermano conserva cosas. Como, no sé, recuerdos de batallas o manuales de disciplina. Y también controles de repuesto… Supongo. No preguntes. Me distraes.
Pero no pude evitar algo. A veces pienso que si Neikker pudiera, también guardaría repuestos de personas.
¡No te distraigas! Continúa.
Señalo el control viejo.
—Este es un exteriano normal. Funciona con energía estelar gris, como pilas gastadas. No tienen Dones Estelares. Son mandos que apenas cambian de canal… si no se traban antes.
Luego pongo mi dedo sobre el control nuevo.
—Este es un exteriano especial. Su energía tiene color, intensidad, como una batería cargada al máximo. Y si despierta su Don Estelar… pum, desbloquea un botón oculto que nadie más tiene.
Cero ladea un poco la cabeza.
—¿Un botón oculto?
—¡Exacto! Y ese botón no es igual para todos. Cada uno tiene el suyo. Es más, tú mismo lo viste en la demostración de habilidades.
Hago una pausa, buscando un ejemplo que lo deje claro.
—Mira a Rehzah, por ejemplo. Ella tiene energía estelar celeste: esa es su batería. Pero cuando pulsa su botón oculto, activa su Don Estelar, “Control de Polaridad”. Eso le permite manipular cualquier objeto con polos magnéticos. Y no es solo que los mueva: los domina como si fueran extensiones de ella misma. ¿La viste? Era como ver a una diosa moviendo piezas de ajedrez vivientes.
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Editado: 24.10.2025