×0: El poder de ser nadie.

2.4 – La roca y...

Bruma se encuentra en la cima de una montaña, lejos del bullicio de la ciudadela de Exter. A lo lejos, las luces frías de la población titilan como estrellas disciplinadas. Aquí, en cambio, solo hay viento, piedra… y preguntas.

El viento nocturno susurra entre las rocas, pero él no le presta atención. Sus ojos están fijos en una pequeña roca ordinaria que sostiene en su mano.

—Hoy fue mi primer día en la academia —comienza, con una voz tranquila, casi monótona—. Había una chica de cabellos naranjas, Larah. Me habló diferente a los demás. No con miedo, ni con desprecio. Solo… diferente. Como si me conociera. Como si Amelyh hubiera vuelto con otro rostro.

La roca no responde.

—Le hice la misma pregunta sobre los Dones Estelares, pero su respuesta fue distinta —Hace una pausa antes de continuar—. Por un instante, quise llamarla Amelyh. Fue como una sombra conocida en un cuerpo extraño. Y eso me intrigó… o al menos, creo que debía intrigarme. Pero no era ella. No podía serlo. ¿Por qué pensé en eso?

Guarda silencio unos segundos, esperando una respuesta de la roca. Pero el viento habla más.

—En la demostración de habilidades no hice nada, porque no tenía nada que mostrar —continua Bruma—. Me miraron raro. Pero luego, en la cafetería, Ramser me lanzó su energía solo porque le hice una pregunta… y entonces todos me miraron de otra forma. Como si fuera algo más de lo que era antes.

Hizo una pausa, observando el cielo estrellado sobre él.

—No entiendo a la gente. No hago nada y me ven con malos ojos. No hago nada y ahora me ven distinto. ¿Por qué son tan raros?

La roca, implacable en su silencio, no le ofrece respuestas.

Bruma la gira en sus dedos antes de volver a hablar.

—Larah me llevó a su hogar. Dijo que la defendí… aunque yo no hice nada. Me enseñó a sus padres muertos. Me dio un apodo… Bruma. Dijo que los apodos te los dan quienes te valoran.

Su mirada se pierde por un instante.

—¿Eso significa que Larah es como una madre? Porque me dio un nombre.

La roca sigue sin responder.

—¿Entonces… los que te nombran son tus padres? ¿O solo basta con que alguien te mire y diga quién eres?

Bruma exhala con suavidad, cerrando los ojos por un momento.

—Al menos ahora tengo una identidad… ¿verdad? —susurra—. Pero… ¿Eso realmente me define?

El viento sopla con más fuerza, pero la roca, como siempre, permanece inmutable.

—¿Es eso lo que significa tener una identidad? ¿Poder sentir y estar vivo?

La roca no cambia. No se mueve. No duda.

Bruma lo toma como una respuesta.

—Algún día lo descubriré.

Se inclina y deja la piedra donde la había encontrado, sobre la superficie rugosa de la montaña. Luego, en lugar de dirigir su mirada hacia la ciudad, se recuesta en el suelo y contempla el cielo, las estrellas titilando en la vasta negrura.

El cielo, con sus millones de luces, lo observa en silencio. Ninguna brilla por él.

Pasaron unos segundos de silencio absoluto antes de que Bruma cerrara los ojos y comienza a roncar, fuerte y exageradamente, como si intentara imitar lo que un sueño profundo debería sonar. Como si quisiera convencer a este cuerpo de que dormir era algo natural para él. Como si el sueño fuera solo otra cosa que tenía que aprender a fingir.



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En el texto hay: humor, identidad, vida escolar.

Editado: 14.11.2025

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