8.1: Necesidad.
Los pasillos de la Academia vibran con un entusiasmo desordenado. Senderos, inscripciones, murmullos, apuestas. Nadie avisó oficialmente que hoy iniciaban las actividades de los Senderos del Ser, pero la marea estudiantil ya se mueve por inercia: si todos corren, tú corres; si todos eligen, tú eliges.
Larah había pasado la mañana debatiendo entre combate estelar y conocimiento ancestral. Bastó imaginar a Ramser en el primero para descartar la idea con la rapidez de un reflejo doloroso. El otro... demasiado quieto. Demasiada lectura para alguien que necesita respirar movimiento para no ahogarse.
“Meditación estelar”, decide finalmente. No porque quisiera silencio, sino porque quizá allí, entre respiraciones y energía interior, ese Don dormido que lleva años ignorándola por fin despierte.
Así que entra al sendero con pasos suaves pero nerviosos, como alguien intentando no tropezar en una ceremonia sagrada.
Kcor, sentado en posición de loto sobre una alfombra flotante, recibe su llegada sin moverse. El profesor más pacífico y más irritable de la Academia, una combinación peligrosa.
—Profesor —murmura Larah—. Quería disculparme por lo de ayer. No debí irrumpir así.
Kcor abre los ojos lentamente, como si temiera que cualquier movimiento brusco destruyera el equilibrio del cosmos.
—Acepto tu disculpa —dice, con voz suave—. Pero recuerda: el orden emocional es vital para este sendero.
Pausa breve.
Sus ojos se encienden de rojo.
—¡¿ENTENDIDO?!
Larah asiente tan rápido que casi genera viento.
Cuando escribe su nombre en la lista, escucha pasos a su lado. Una chica de cabello magenta y expresión imperturbable la observa como quien analiza un objeto exótico.
—Ella es Xeyrah —explica Kcor, recuperando la calma—. Mi hija. Y la integrante principal de este sendero.
Larah sonríe con entusiasmo automático.
—Un gusto. Soy Larah. Me alegra que seamos co—
—No —interrumpe Xeyrah.
La voz corta el aire como una hoja fina.
Larah siente, por un segundo, que sus palabras desaparecen dentro de su garganta.
Xeyrah desactiva su Don y continúa:
—Detesto las amistades. Son ruido. No las necesito aquí.
Larah baja las manos, incómoda pero digna.
—Entiendo… lo intentaré.
Kcor asiente con solemnidad, como si hubiese presenciado un pacto cósmico.
Larah intenta recomponerse; observa a los demás integrantes del sendero. Tres rostros conocidos de su grupo círculo:
Vareth, calmada como si hablara con un péndulo invisible.
Lynnh, meditando rodeada de raíces digitales que vibran como cables tímidos.
Nheor, tan concentrado que la textura de su piel ya amenaza con volverse piedra.
Y tres más que no conoce.
Uno de ellos salta en posición de loto, impulsado por corrientes de aire bajo sus pies.
Otro canta suavemente, con una melodía tan dulce como inquietante.
Larah decide acercarse al chico saltarín.
—Hola, soy Larah. ¿Tú eres…?
—Rhyler —responde él, sin dejar de elevarse—. Grupo triángulo. Impulso Aéreo.
Ella sonríe, sincera.
—Suena increíble.
Pero cuando menciona que es latente, Rhyler detiene el salto y su expresión cambia por completo.
—Ah… lo siento. Nuestro profesor dijo que no debíamos hablar contigo.
Da un salto más alto y se aleja sin mirar atrás.
Larah siente cómo su pecho se encoge. Respira. Decide insistir una vez más, ahora con la chica de la melodía suave.
—Hola, ¿puedo…?
—Soy del triángulo también —interrumpe ella—. Se supone que debo ignorarte.
Larah agacha la mirada.
Pero la chica sonríe de repente.
—Aunque puedo ser tu amiga. Si escuchas mi canto.
Antes de que Larah pueda responder, la melodía estalla en el aire: hermosa, brillante… y de inmediato nauseabunda. El Don “Voz Lumínica” proyecta emociones, y la emoción principal de la cantante es evidente: fastidio.
Larah siente asco, un asco profundo que se le clava en el estómago. Regresa tambaleante, con la cara pálida.
—¿Y bien? —pregunta la chica, orgullosa.
Larah intenta sonreír.
—Fue… hermosa.
—No mientas —replica ella—. Sentiste asco porque yo sentía asco. No seas deshonesta.
Y se va.
Larah queda sola en medio del sendero.
Literalmente sola.
Kcor suspira.
—La verdad es el camino —dice—. Pero el camino no siempre es amable.
Xeyrah añade, sin mirarla:
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Editado: 06.12.2025