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CAPÍTULO 01 | La última vez

MAIA

Había algo diferente esa noche y no era sólo en mí habitación. Podía sentirlo en el aire, en la luz blanquecina que se filtraba a través de la ventana, en el aspecto cálido y carmesí que le daba a mi habitación esa lámpara con forma de hongo sombrero que se encontraba justo sobre aquella pequeña mesita situada al lado derecho de mi cama. No lo sabía, lo sentía. Era diferente a dar algo por hecho, era una simple suposición mía que no debería haber descartado, que habría sido conveniente mantener conmigo antes de abandonar la idea de que ser yo era de todo hasta aburrido.

Estaba sentada en el alfeizar, tenía un libro frente a mí, pero por primera vez me rehusaba a abrirlo, a ojearlo, a tomarlo como lo habría hecho un día cualquiera. El simple hecho de tener que hacerlo me causaba algo raro, inexplicable. No sé qué era, pero simplemente no podía realizar tal acción.

Ahora es fácil decir que todo ocurrió demasiado rápido en aquel momento.

Heather, mi mejor amiga, quería que la acompañe a una fiesta. No era lo mío, ambas lo sabíamos, pero sólo yo podía predecir que terminaría siendo deprimente para mí como la mayoría de las veces sucedía, aunque ella no lo notase. Preferiría quedarme en mi cama, recostada leyendo algo o simplemente haciendo nada, viendo Vanilla Sky una y otra vez hasta dormirme y amanecer sin una resaca que me hiciese desear morir ni alguien a mi lado en la cama.

Pero lo hice. Quería, por primera vez, ir a esa fiesta. Intentaba quererlo, en realidad. Ir a cualquier lugar atestado de gente en el que ser alguien como yo no tuviera importancia. Anhelaba esa sensación de pasarla bien, de hacer algo que sabes que no va con tu estilo, pero es diferente y, por ende, divertido.

Y había un obstáculo. Todos mis malditos problemas conmigo misma y, claro está, yo. Creo que ese era el mayor de los inconvenientes que tenía esa noche.

Me incorporé mientras acomodaba un mechón de mi cabello, rubio, detrás de mi oreja y me posicioné de tal forma que frente a mí se encontrara el espejo de mi tocador, a través del cual observé mi reflejo pensando en las tantas veces en las que deseé poder ser como las demás personas de mi edad. Quizás un poco más alegre, extrovertida... pero no. Yo, Maia Thompson, nunca fui así, por más que lo quiera o lo intente. Dudaba de la posibilidad de que algún día podría serlo. Era tímida, me consideraba una aburrida introvertida y eso arruinaba todo, al menos la mayoría de las veces.

Al menos en mi mente así era.

Tomé mi móvil y al sentir las vibraciones le eché un vistazo a la pantalla que se iluminaba para ver que alguien estaba llamando. Esther.

—¿Heather está contigo?—preguntó entre exclamaciones justo cuando atendí, obligándome a alejar un poco el móvil de mis sensibles oídos—. ¡He intentado hablar con ella, pero me ha estado ignorando! ¿Puedes creerlo? Quiero decir... ¿qué clase de amiga hace ese tipo de cosas?

Miré de reojo la puerta justo cuando se abría produciendo un extraño chirrido y mi amiga pelirroja entraba sin siquiera echarme una mirada rápida. No dejé de mirarla ni siquiera cuando se tumbó en mi cama, tomó su móvil sin perder ningún segundo y, no por primera vez, evitó el hecho de que había estado intentando entablar algún tipo de conexión con ella.

Suspiré, casi con impaciencia, recordando que tenía a mi otra amiga del otro lado de la línea esperando alguna respuesta.

—¿Para qué la necesitas, Esther?

Conseguí que Heather me mirase por encima de su hombro sin siquiera haberla llamado y al percatarme de ese gran avance tapé el audífono del móvil mientras Esther chillaba algo con su voz alegre a todo pulmón desde el otro lado. Oía, de todas formas, los murmullos lejanos mientras le susurraba a Heather casi como si fuese una advertencia:

—Es Esther—y volví a observar la pantalla de mi móvil—. Ya me ha llamado siete veces. ¿Sabes qué le sucede?

Heather protestó en silencio antes de hacerme señas para que destape el audífono. Al hacerlo se apresuró a acercarse al borde de la cama para preguntar, alzando la voz.

—¿Qué mierda quieres, Esther?

Escuché la respuesta de la otra casi sin prestarle demasiada atención a lo que decía exactamente al mismo tiempo en el que se lo repetía a Heather.

—Pregunta si la iremos a buscar—al ver que mi amiga no lo comprendía, intenté aclararlo—. Para la fiesta, supongo.

Heather lanzó un resoplido y entonces gritó que sí, que la buscaríamos si dejaba de molestar llamando a cada segundo y con movimientos rápidos y silenciosos se apresuró a suplicar que cortase la llamada, cosa que hice al instante.

No sabía ni lograba entender cómo fue que terminé haciéndome amiga de alguien como ella, tan contraria a cada ideal que pudiese salir de mi mente. Era, prácticamente, opuesta en todos los sentidos a mí: mientras que yo era introvertida—de una forma u otra, por más que no me guste, sigo siéndolo—, ella era extrovertida y demasiado social. Mientras que yo era seria y aburrida para las demás personas—la mayoría del tiempo—ella era graciosa, la divertida del dúo que formábamos. Mientras que yo era ese estereotipo de rubia que busca la espalda de alguien para esconderse, ella era ese prototipo de pelirroja que es la que encara al mundo por los demás.



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En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

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