00:00

CAPÍTULO 25 | Veneno y remedio

ESTHER

La puerta estaba otra vez abierta, Heather fue la primera en encontrarla y en abrirla, y yo no pude evitar girarme. Entonces la vi, era una simple mancha lejana pero ahí estaba, su mano se extendía en nuestra dirección. Algo no andaba bien. Mierda, era obvio que algo malo le había pasado. Lo primero que sentí fue pánico porque era la única que, al parecer, se había enterado. Pero entonces pude reaccionar y codeé a quien sea que haya estado a mi lado antes de volver sobre mis pasos para buscar a Victoria.

Aarón me alcanzó, ambos tomamos el cuerpo de ella cuando la alcanzamos y, como pudimos, la cargamos. Su camiseta blanca estaba manchada por algo que, en definitiva, no quería saber qué era. Ignoré eso y, a pesar de la oscuridad, busqué fuerzas de algún lugar para poder cargarla, llevarla otra vez hasta la puerta. No fue fácil, a pesar de la ayuda de Aarón, cada vez que bajaba la mirada podía ver la herida, la sangre... y me mareaba. Cada vez más. Pero Victoria permanecía tan inmóvil que intentaba concentrarme en eso y, de alguna forma, funcionó, porque conseguimos salir del pasillo para volver a la casa.

En realidad, no estaba segura de si eso era del todo bueno. Pero me dio igual, porque cuando la luz iluminó el cuerpo de Victoria, no ver la sangre fue imposible.

Empujé a Victoria hasta dejarla caer sobre uno de los sofás y luego me giré para no verla, comenzando a sentir una repentina sensación de desagrado recorrer todo mi cuerpo. Cerré mis ojos para tomar aire e intenté pensar en otra cosa, en algo que no sea la sangre, hasta que oí la voz de Victoria cargada de frustración.

—¡Que sí!—estalló—. ¡Estoy bien!

Cinco personas estaban a su alrededor observándola. Observé el pasillo y vi cómo el gran cuerpo de Daniel se arrastraba hasta entrar a la que supuse era su habitación. Noté que sus movimientos eran extraños, como si le costase moverse, y también lentos. Pero pasé de eso cuando volví a oír a Victoria.

—Eva era... una vieja jugadora. Ambas estuvimos en la misma casa—estaba explicando—. Eh, estrellita, ¿qué te sucede?

—No le gusta la sangre—aclaró Maia, para mi suerte. No tuve que girarme.

—En cualquier caso—prosiguió Victoria—, gracias.

Asentí, quizás porque valoraba el hecho de que, muy a pesar de su constante actitud, estaba intentando ser buena. Pero seguía sintiéndome algo mal, así que terminé por salir de la casa para sentarme en una de las sillas del jardín.

Las imágenes de todo lo que había sucedido no dejaban de atormentar mi mente, era como si hubiésemos estado dentro de una película de terror y no podía entender qué significaba todo eso. Victoria y Zayn nos explicaron antes de la hora ciertas cosas que en realidad no había terminado de comprender.

Sentí entonces que una fría brisa me abrazaba, y tuve que cobijarme con mis brazos. Observé mi muñeca y me pregunté, no por primera vez, qué significaba. No sabía mucho de ella, de qué significaba en sí, pero verla me hizo querer saber más. No sé por qué, algo me dijo que mirase sólo lo que era: una estrella. Podía considerarse una guía. ¿Y si...?

Recordé de alguna forma algo que no tenía idea que sabía. La estrella de David era considerada un símbolo para representar la unión entre el cielo y la tierra.

Cada vez estaba más desconcertada porque, a pesar de lo que sabía y de lo que creía no saber, no tenía sentido. No me había pasado nada como lo que le había ocurrido a Heather o Maia, no perdía la voz a medianoche ni podía responder preguntas tras tomar un líquido que tampoco recibía o encontraba. Pero al menos no estaba sola, porque Aarón, hasta lo que sabía, era otro de los que todavía no tenía idea de qué función tenía.

Victoria no quería explicárnoslo. Pero a Zayn le había echado una mano. Menuda contradicción.

Oí el sonido de la puerta, supe que alguien se acercaba sin tener la necesidad de girarme. Aarón se dejó caer en la silla a mi lado, y como yo se abrazó a sí mismo sin observarme. Volteé para ver qué traía consigo, vi una pequeña caja blanca que sostenía entre sus dedos.

—Vaya—murmuré—, les gustan esas cajitas.

No me devolvió la mirada, simplemente la extendió. La tomé, pero no supe qué hacer con ella.

—Ábrela—sugirió al cabo de unos segundos, por fin echándome una mirada.

Y eso hice al tener su consentimiento. No había ningún lazo que me impidiera hacerlo así que saqué la tapa blanca y observé el pequeño frasco que había dentro. Lo saqué con cuidado, tenía un curioso líquido negro que llamó mi atención.

—Es el mismo líquido que tiene Victoria en su herida—explicó Aarón con desdén, noté en su voz el miedo—. Por eso ella siente el dolor.

Guardé el frasco otra vez en la caja. Recordé que Heather había visto una mancha negra en la camiseta de Maia pero no había sido capaz de revisarla.



#176 en Thriller
#84 en Misterio
#54 en Suspenso

En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.