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CAPÍTULO 34 | La niña que llora sangre

ESTHER

Sentía que me estaba durmiendo cada vez más, pero eso daba igual. Estaba observando el cielo, el celeste tan irreal, con Aarón a mi lado. No era que lo estaba siguiendo o él a mí, sólo coincidimos porque, al parecer, tenemos el mismo horario de sentirnos sofocados por el blanco de la casa. Ahí, en el jardín, claro que no era mejor, pero al menos teníamos el celeste del cielo y, si te concentrabas en el fondo de la pileta, podías incluso ver el rojo de la sangre en las manos.

Evitaba la segunda imagen, y en algún momento me cansé de mirar hacia el cielo, así que me dediqué a mirar a Aarón. Su cabello era largo y ondulado, de un color rubio opaco, casi gris. Sus ojos eran celestes y algo pequeños, pero para mí brillaban como el cielo. Creo que me pregunté quién era de verdad, qué lo había llevado hasta ahí, pero permanecí en silencio hasta que, en algún momento, él me pilló y se ruborizó.

—¿En qué estás pensando?—le pregunté.

No dijo nada durante unos segundos, los cuales se dedicó a echarme una mirada bastante peculiar. Capté el mensaje, y sí que daba algo de miedo, así que esbocé una sonrisa.

—¿Sabes algo? Estoy cansada de todo esto—dije, incorporándome—. Hagamos algo.

En realidad esperaba que se quedara sentado y me ignorara, pero en lugar de eso se puso de pie y me observó a la espera de que haga algo. Yo tomé su mano y jalé de él hasta que ambos estuvimos al borde de la pileta. Aguardé por si se echaba hacia atrás, pero no lo hizo. Fue ahí cuando vi que algo pasaba.

—¿Estás bien, Aarón?—inquirí, dando un paso hacia atrás.

Él no retrocedió, pero si se giró sobre sus talones para observarme directamente a los ojos. No había odio o algún sentimiento negativo en su mirada, ni siquiera percibí miedo o algo así, pero creo que sentí que estaba pasándole algo y ni siquiera él podía explicarlo.

—Eh—murmuré, palmeando con suavidad su hombro—, todo va a estar bien. Todo siempre vuelve a estar bien.

Creo que quiso esbozar una sonrisa, pero fue sólo un intento, así que terminó por negar con la cabeza.

—No es eso—admitió, bajando la mirada.

Me acerqué un poco más a él.

—Entonces... ¿qué es?

No volvió a alzar la cabeza, tampoco respondió hasta que pasaron unos segundos, cuando de verdad sonrió y lanzó una risita nerviosa. Fruncí el ceño hasta que él habló.

—Es patético—musitó—, soy patético.

—¿Por qué crees eso?—cuestioné, poniendo los brazos en jarra, comenzando a divertirme al ver respuestas por su parte.

Creo que él percibió la diversión en mi mirada o quizás en mi sonrisa, el caso es que no borró la suya de su cara y eso era un gran paso cuando estaba acostumbrada a ver su cara larga la mayoría del tiempo.

—Porque sigo siendo virgen.

Lo juro, tuve que volver a echarme hacia atrás para lanzar una carcajada que creo que lo hizo también reír un poco a él, pero sólo eso: un poco. Noté que hablaba en serio cuando las comisuras de sus labios flaquearon y él ya no siguió riendo. Tuve que dejar de hacerlo y ponerme seria.

—Ah, ¿era en serio?—cuestioné, sin saber cómo tomármelo. Una idea en plan de broma llegó a mi mente y esbocé una sonrisa diferente, más cómplice—. Bueno, si quieres... podemos solucionarlo.

Me acerqué un poco más a él, pero lo que hizo fue retroceder y resbalar. No pude evitarlo, su expresión habló por si sola cuando cayó de espaldas al agua. Comencé a reírme porque la situación era bastante ridícula, pero me limité a esperar a que él asomara otra vez, acercándome al borde de la pileta. Sin embargo, lo que observé me hizo dejar de reír al instante. Ahí... no había nadie.

—¿Aarón?

No sé de dónde ni cómo pero en cuanto lo solté un par de dedos se enrollaron a mi tobillo y tiraron de mí, no pude evitar gritar porque... mierda, no sabía qué esperarme y, ¿quién no lo habría hecho? Tal y como le había pasado a Aarón, caí al agua aunque de frente y no pude evitar que el agua entrara por mi nariz. Busqué con desesperación la forma de sacar mi cabeza para tomar aire una vez que me libré de los dedos, y cuando la encontré, condené a muerte a Aarón.

Comencé a toser mientras escuchaba su risa a mis espaldas. Creo que se estaba divirtiendo bastante, me giré para encararlo y cuando me vio, también dejó de sonreír.

—Esther...—se disculpó—, lo siento.

No se lo esperó, salté sobre él y volví a hundirlo. Fui un poco más buena con él, ya que no dejé que tragara agua, simplemente me alejé con una sonrisa y cierta satisfacción al ver que mi venganza había salido bastante bien. Aguardé hasta que él volviera a salir y, cuando lo hizo, ambos nos dedicamos una mirada que supe que decían más que miles de palabras.



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En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

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