RICHARD
Chase me observaba con preocupación desde su lugar, pero no pareció sorprenderle que, minutos antes de la hora, me incorporase. De hecho, también lo hizo, y se adelantó a mí para interponerse en mi camino. Le indiqué que se hiciese a un lado con un gesto tranquilo pero a él le dio, en pocas palabras, igual. Sólo entonces abrí la boca para protestar pero, por segunda vez en el día, él se me adelantó:
—Sé qué pasa con los otro cuatro—su mirada era triste, sin lugar a duda—. Y esa no es la pregunta. Falta tan sólo un día para que esto termine y ellos no van a saberlo, no están ni cerca de entenderlo. Pero yo te conozco—intenté adelantarme para salir y esquivarlo, pero me lo impidió—, y sé a qué te referías con la verdadera pregunta.
—Joder—maldije—, no seas idiota. Hazte a un lado, Chase.
Mantuvo la cabeza en alto.
—Se equivocaron, siempre lo hicieron. No se trata de qué es 00:00—prosiguió, y se interrumpió unos segundos para tomar aire—, sino de quién es 00:00.
—Entonces, sabelotodo—gruñí—, ahora que evidentemente eres el genio en este lugar, dime, ¿quién es 00:00?
—La muerte—susurró, y luego titubeó:—. Jade.
—Felicidades, Chase—dije entonces—. Sólo te tardaste dieciséis años en descubrirlo, y aún así ni siquiera tienes idea. Ahora hazte a un lado y déjame matar a esos imbéciles de una jodida vez.
Lo empujé casi a la fuerza, él cayó al suelo. Pasé de su gemido de dolor y me apresuré a abandonar la sala, la casa, para dirigirme a la otra antes de que el día termine.
Antes de que la hora me alcance.
ZAYN
No podría mentir. Cuando, ese día, llegó la medianoche estaba más que aterrado. Estábamos, otra vez, sentados en los sofás. Ya no había siete, el de Victoria había desaparecido quizás por arte de magia, lo cual ninguno pasó por alto. Heather seguía inconsciente, tumbada, aunque su nariz había dejado de sangrar. Nadie le prestaba atención al reloj, cada uno de nosotros tenía algo mejor que hacer y, por alguna extraña razón, yo quería que mi caso fuera el mismo. Sin embargo, no lo era. No tenía nada que hacer más que pensar y tener miedo, lo que no era reconfortante de ninguna manera.
Escuchaba cómo el reloj avanzaba mientras me preguntaba qué me estaba pasando, por qué me sentía tan extraño y feliz al mismo tiempo. Había besado a Maia y, en ese mismo instante, la estaba observando, pero ella pasaba de mí como siempre hacía. No entendía por qué pero sentía que estaba molestándola, que en realidad metía la pata al pensar que ella sentía lo mismo cuando estaba conmigo.
Joder, las cosas estaban pasando demasiado rápido.
Noté que ella estaba nerviosa, más de la cuenta. Fruncía el ceño y, como yo, no podía dejar de jugar con sus dedos. Bueno, me habría gustado poder decirle que eso en realidad nunca servía para nada, aunque era tierna mientras lo hacía porque se concentraba demasiado en ello, quizás para no pensar en lo demás. Evitaba el miedo. Como yo, le aterraba sentir el terror. No podía culparla, no si yo también me sentía de esa forma.
En ese exacto momento, me sentí estúpido.
El reloj se detuvo cuando la hora llegó y supongo que sólo por esa razón lo supe. A diferencia de los otros días, en ese no hubo ninguna voz o alguien que nos dijese qué hacer o hacia a dónde ir. No escuché nada más, sin que me lo espere todo era silencio. Ninguna puerta se había abierto, nada iba a ocurrir... o eso parecía. Era la primera vez en la que teníamos que actuar, esta vez sin Victoria y sin Heather, y Maia nos había advertido de que era el día de Aarón. Teníamos que salvarlo.
Noté que los demás estaban muy pendientes de Daniel pero él se veía normal. Esther se notaba un poco rara aunque seguía sonriendo, tomaba la mano de Aarón con fuerza. No entendí qué estaba pasando, sólo aguardé, sólo deseé que no fuese demasiado cruel. No estaba cansado de sufrir ni nada por el estilo, sólo quería que las cosas fuesen más sencillas y que, por primera vez, nadie terminase herido. Vi a Daniel diferente, a pesar de que por fin me hablaba algo seguía molestándole y sabía que se trataba de Victoria. Ya no podía hacer nada por ello, sólo acompañarlo, porque por primera vez entendía que lo mejor era dejarlo solo, quizás eso funcionaría esta vez evitando una nueva pelea. No me gustaba la nueva técnica pero tenía que sentir que estaba haciendo algo.
Escuché un par de pasos de repente pero no pude ver nada porque las luces, como siempre, se habían apagado. Una figura oscura se acercó a todos nosotros y se detuvo entre los sofás. No me sabía bien quedarme inmóvil sin reaccionar pero no sabía qué más hacer. Supe que no moverme era lo mejor que estaba haciendo cuando escuché la advertencia.
Editado: 07.02.2019