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CAPÍTULO 46 | Desde el arcoíris

MAIA

Estaba aterrada.

Más de lo que debería, quizás. Una parte de mí se esforzaba por ocultarlo, aunque la otra quería sentirlo. Porque, además del miedo, estaba la ira. No era leve, ni de cerca. Estaba frustrada, muy enojada, y quería demostrarle a Richard que no puede sólo matar a dos personas, que no puede sólo quitarnos dos vidas. Nos quita más que eso, nos quita nuestra cabeza durante todo el concurso y supongo que ya me daba igual morir. Estaba intentándolo, estaba haciendo lo que Victoria pensaba hacer: cambiar las jodidas reglas.

Mierda, no era yo. Era el puto sonido del reloj que me volvía loca.

A pesar de todo tenía algo positivo lo que había ocurrido: Heather, por fin, había despertado. Y, al hacerlo, me había librado del mal sentimiento que iba a perseguirme si algo malo le sucedía. Lo sabía. Sentía que no me había preocupado demasiado y no quería que ella se fuese, que muriese, de esa forma. Supongo que, además del enojo, por eso me ofrecí a salvarla.

Era evidente que faltaban personas. Los sofás habían desaparecido, sólo quedaban cuatro. Esther, Heather, Zayn y yo. Nadie más. Nada más. Parecía que las cosas iban a acabar muy, muy mal, y eso podía hasta sentirse en el aire. Era como la luz que alumbraba y llenaba la sala principal.

Zayn se veía nervioso otra vez. Se había apresurado a alejarse para terminar encerrándose en su habitación. Nosotras tres nos habíamos quedado sentadas en los sofás en silencio. Heather se sentía perdida y Esther extraña. Lo normal, en una situación de todos los días, habría sido que la castaña riese y hablase sin parar, que la pelirroja se burlara un poco de ella y que yo las observase en silencio. Pero esa no era una situación cotidiana. Heather tenía sueño, era obvio, pero además de eso tenía miedo de dormir. Esther quería estar en silencio. Yo no quería verlas así.

—¿Recuerdan...?—dije en algún momento—..., ¿recuerdan nuestros sábados?

Ambas me observaron con cautela.

—Ya saben—agregué, sin entender por qué reaccionaban de esa forma—, los sábados en los que nos juntábamos a hacer cualquier cosa.

—Nos volvíamos locas—susurró Esther, esbozando una repentina sonrisa.

Heather también tenía la sombra de una plasmada en su cara.

—Tú gritabas todo el tiempo—señaló, y luego me observó a mí—, y nosotras siempre insistíamos con el karaoke. Nunca querías.

—Es que gritaban mucho—intenté defenderme, adoptando una pose a la defensiva—. Era bastante...

—Ridículo, lo sé—me interrumpió Heather—. Pero éramos nosotras, sólo nosotras, ¿sabes? Quiero decir... no tenías por qué tener vergüenza.

Siempre hablábamos de eso. Esther reaccionó de la nada, alzando ambos brazos.

—¡Teníamos un ship con One direction, mierda!—exclamó entre risas—. ¿Lo recuerdan?

A esas alturas, Heather ya estaba pasando vergüenza y yo sentía lo mismo.

—No, no hablemos de eso—zanjó la pelirroja, sacudiendo sus manos para restarle importancia—. Joder, es verdad que éramos ridículas, pero momentos como esos no se repiten nunca.

Así fue como terminamos en mi habitación fingiendo que nada estaba sucediendo. Era tan patético tanto para Heather como para mí, pero estaba jodidamente bien al menos por una noche y no quería tener que decirle a mi amiga pelirroja lo que iba a pasar al día siguiente. No porque quisiera ocultárselo, sólo porque no quería preocuparla o alterarla. Estando ahí, haciendo eso, lo más probable iba a ser que evitemos el tema y hablemos de cosas menos relevantes.

Heather se había acostado en mi cama. El lado bueno era que, para suerte de Esther y mía y por alguna razón, cuando fuimos a mi habitación había dos colchones de más sobre mi cama. Nos resultó raro y algo sospechoso pero no le dimos demasiada importancia. Les echamos a ambos una rápida mirada y, al comprobar que ninguno estaba envenenado o algo por ese estilo, nos despreocupamos. Terminamos tumbándolos sobre el suelo.

Las tres mirábamos el techo en silencio.

—Creo que Aarón me cae bien—susurró Esther después de un momento.

Heather se giró un poco y nos observó desde su posición.

—Querrás decir que te cae más que bien—la corrigió.

Esther había fruncido el ceño.

—Pues no lo sé—dijo, quizás un poco avergonzada—. Me hace sentir bien, y de hecho me salvó la vida. Es algo... difícil de explicar. Pero creo que él no podría sentir lo mismo, que en realidad no siente nada por nadie o no me ve de esa forma.

—Sólo debe de tener vergüenza, recuerda que es algo así como una Maia pero en versión masculina—bromeó Heather poniendo los ojos en blanco—. El problema no es si a él le gustas. Bueno, un poco sí, pero ahora... ¿a ti te gusta o solo te cae bien?



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En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

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