#1 Criada por el vampiro.

Capítulo 32

Pv's Dante.

—Toma — Miguel me extiende un pequeño bolso de color negro — aquí hay algunas inyecciones de las que le están dando a los que han acabado con su transformación y están aprendiendo a controlarse — se queda unos segundos viendo sus manos, se le nota nervioso — esto no durara ni una semana, no si su idea es rescatar a más de un lobo. Por la noche intentare tener unas cuantas más ¿puedes venir por ellas?

—Estaré aquí a media noche entonces ¿está bien? — él mueve su cabeza en modo de afirmación. Saco mi teléfono de mi bolsillo y reviso el mensaje que me ha llegado hace segundos atrás — tu familia ya se encuentra en la mansión — le aviso.

Levanto la mirada y me encuentro con su mirada, todo el dolor que estaba sintiendo ha desaparecido. En sus labios hay una sonrisa encantadora, una que te deja en claro que él daría mil veces su vida por la de sus seres queridos.

—Muchas gracias Dante — susurra mientras que masajea un poco el cuello, se le nota cansado — no sé qué habría hecho si es que a alguno de ellos le ocurriera algo.

Aplano mis labios a la misma vez que siento como mi corazón se oprime levemente. Miro hacia el edificio, espero que a ese anciano no se le ocurra ir a la mansión por los humanos, pues lo más probable es que no podamos defenderlos. Ya hemos sido vencidos dos veces por ellos, primero fui yo y luego Gabriel. Las armas que poseen son letales para nuestros cuerpos, pero ¿es necesario que Miguel sepa todo esto? Yo creo que no, eso solo haría que se pase horas envolviéndose en una profunda preocupación.

—No es nada... — cierro unos segundos mis hijos y me lo quedo viendo al abrirlos — ¿Qué le has dicho por la ausencia de tu hijo?

—Les he dicho que se ha resfriado, que por la noche ha tenido una fiebre muy alta — sonríe de medio lado — me han creído todo, ya que han habido otros humanos que se han enfermado también por pasar horas bajo la lluvia.

Los dos guardamos silencio unos cuentos segundos más. No sé qué más debo decir y no me quiero ir aun. El hombre me preocupa. Sus manos han comenzado a temblar, contagiado por su nerviosismo, me paso una de las mías por mi cuello y paso a mi hombro, masajeando levemente esa zona.

—Dante — me llama, ya se ha calmado — ¿le puedes entregar este sobre a mi esposa? — tras decir eso, se lo saca de su chaqueta, lo observa unos segundos y me lo extiende con una sonrisa en sus labios.

—Claro — lo tomo y guardo dentro de mi abrigo — me debo ir, pero recuerda que cualquier cosa que ocurra, me puedes llamar, ya tienes mi número. No dudes en contactarte conmigo si es que algo sale más ¿está bien?

No dice palabra alguna, solo asiente con la cabeza. Sin titubear, toma el arma en sus manos y se marcha a seguir con su guardia. Me lo quedo viendo hasta que desaparece de mi campo de visión. Tomo el bolso con más fuerza y me marcho. He dejado mi vehículo estacionado a tres cuadras de aquí. Siempre hay que tener precaución. Al momento de subirme a él, una profunda tristeza me llena el cuerpo, pero no sé muy bien a que se debe. Segundos después, prendo el motor del vehículo y me marcho. De aquí a la mansión son alrededor de cuarenta minutos, es un trayecto bastante largo, sobre todo con el tráfico que hay. Al llegar a la mansión, el olor a humano que sale de ella es bastante fuerte. Supongo que eso se debe a que hay una familia ahí dentro, al igual que unos cuantos prisioneros.

—Bienvenido señor — Aine me recibe, como siempre, sonriendo ampliamente.

—Estas son las inyecciones que Miguel me ha dado — le extiendo el bolso — guárdalas por mi ¿bien? — ella lo toma y se marcha rápidamente.

Camino por el pasillo lentamente dejándome guiar por el olor a humano que viene desde el living. Hay una mujer en la puerta, interponiéndose en mi camino, al percatarse de que se encuentra alguien detrás de ella, se hace a un lado. Paso por su lado hasta llegar a las copas y la botella de sangre, Gabriel me ignora completamente. Me giro para verla, ella tiene su mirada miel verdosa fija en mí, escaneándome por completo. Esta mujer me recuerda mucho a alguien, pero no logro recordar a quien. Mi memoria es muy buena, puedo recordar a personas que fueron parte de mi niñez sin problema alguno y no poder saber a quién me recuerda ella, me molesta un poco.

—Señor Bell — saluda en un leve susurro — mi nombre es Zarina Cheller, esposa de Miguel — asiento con la cabeza y bebo un poco del contenido rojizo, ella no quita su mirada de mí.

Al terminar de beber la sangre, dejo la copa a un lado y me acerco a ella lentamente, su cuerpo comienza a temblar ligeramente.

—Esto — me quito el sobre de mi abrigo y se lo extiendo — te lo ha enviado tu esposo.

Sigo mi camino hasta la puerta. Gabriel ya se encuentra en el pasillo. Los dos sabemos que la mujer debe estar a solas para leer esa carta, debe ser privada, lo presiento.

—¿Cómo te ha ido? — juntos comenzamos a caminar en dirección a las escaleras de la mansión.

—Me ha pedido que vaya esta noche también, dijo que debe conseguir más inyecciones. Cree que con las que me ha dado no será suficiente — comenzamos a subir las escaleras hasta llegar a mi despacho — ¿Cómo se han portado los prisioneros? ¿Los niños humanos han causado muchos problemas?




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