#1 Criada por el vampiro.

Capítulo 38

El sol sale por detrás de los cerros que se encuentran más allá de los árboles que rodean mi mansión y que se expanden por todos los terrenos que la rodean. No pude dormir en toda la noche, se me hizo una tarea difícil, en su lugar me pase en vela bebiendo sangre. Muchos vampiros dicen que entre más ingieras del líquido rojizo, más fuerte te pondrás, pero no es verdad. Beber mucho hace mal, algunos hasta llegan a hincharse y no pueden hacer nada más que estar tirados en una cama por un par de días.

—Señor... — Aine entra a mi habitación, ella bien sabía que no me encontraba durmiendo, puede que hasta ni siquiera ella haya pegado ojo en toda la noche.

— ¿Qué ocurre?

—El señor acaba de llegar — miro la hora, las cuatro de la mañana.

—Buena hora para su llegada ¿no?

Salgo de la habitación con la mujer siguiéndome los talones. Adrien se encuentra bebiendo un poco de sangre, ya sabe bien de mi presencia.

— ¿Dónde has estado Adrien? — siento que me estoy comportando como un agua fiesta, pero no voy a permitir que nadie arruine mis planes para liberar a Shayla — no estuviste ayer cuando se suponía que debíamos ponernos al tanto de todo lo que haremos el día de hoy ¿Por qué no llegaste?

—Estaba ocupado...

— ¿En qué? ¿Hay algo más importante que sacar a esa loba de ese maldito lugar?

—No lo hay.

—Dime entonces ¿Qué es lo que te está pasando?

Él se me queda viendo unos segundos. Le tengo aprecio al hombre, pero ya dije que no voy a permitir que nadie arruine nada el día de hoy y si tengo que encerrarlo en la celda que le he preparado a Shayla, lo hare sin dudarlo.

—No puedo...

—Has colapsado con mi paciencia Adrien — doy pasos firmes — no dejare que absolutamente nadie arruine lo que tenemos planeado el día de hoy ¿has entendido? — Solo dos pasos son los que nos separan — y no quiero que estés en el momento en el que saquemos a Shayla de ahí, en cambio tienes dos opciones, irte con los hermanos Smith o quedarte en casa cuidando a los humanos — él luce sorprendido, quería que estuviera en el momento en que sacáramos a la loba de ahí, pero ahora no lo deseo.

— ¿Me estás hablando enserio?

—Lo hago.

— ¿Crees que tramo algo en contra de ustedes?

—Créeme, no soy el único que lo piensa.

Me alejo de él y me encamino a mi habitación, aún tengo que hacer un par de cosas con los prisioneros, pero prefiero esperar hasta que Breck se despierte para que él me ayude. Fue de mucha utilidad anoche y a pesar de que los prisioneros decían cosas de mal gusto, nunca les tomo importancia, actuó como una persona madura ignorando a todos. Me agrado.

Las horas comienzan a pasar hasta que al fin el sol se deja ver con más claridad, lo que lleva a que Aine junto a Riley a la preparación del desayuno. Las puertas del pasillo se abren y cierran, ya se han levantado algunas personas. Alguien golpea la puerta de mi habitación.

— ¿Comenzaremos temprano, no? — me escanea con sus mieles ojos.

Asiento con la cabeza y los dos caminamos hasta los calabozos, hay otros que son más pequeños en el subterráneo de la mansión, unos que son perfectos para simples humanos, aparte que esos se encuentran a mayor profundidad y será un poco más difícil sentir su olor desde fuera. A medida de que bajamos los peldaños, el chico se encuentra un tanto diferente. Hoy debo sacarlos del país, por lo menos un par de día. Siento que lo mejor es hablar de eso con el chico, parece tener mayor autoridad que su propia madre.

—Mi padre siempre me ha felicitado por dos cosas — las antorchas de la larga escalera comienzan a encenderse a medida que mayor profundidad nos encontramos — por ser trabajador, siempre ayudando a los demás y todo eso... — tomo una de las antorchas cuando llegamos al fin al final de la escalera, siento que mi mansión es muy medieval para la década en la que nos encontramos — la segunda razón por la cual me hace grandes alabanzas es por mi gran radar, el cual siempre sabe cuándo hay peligro.

— ¿Radar del peligro?

—Nunca falla — admite — cuando este se activa siento que mi cuerpo comienza a temblar y las yemas de mis dedos de la mano derecha siempre se ponen frio, mi madre se preocupa, pero yo no. Cuando esto ocurre es porque algo malo se avecina. Esta mañana me he levantado así. Pueden ocurrir dos cosas, muerte o una terrible noticia... ¿Qué es lo que me tiene que decir señor Bell?

— ¿Por qué supones que soy yo el que tiene algo que decirte?

—La postura en la que camina. Siempre es muy seguro en su andar, pero hoy lo está haciendo de una forma distinta, más recta que de costumbre, creí que era por el simple motivo del rescate que lo tiene nervioso, pero en todo el trayecto que llevamos juntos no me ha dado mirada alguna. No se preocupe, puedo recibir noticias, soy bueno en eso.

Asiento con la cabeza y me detengo de golpe, el chico se queda detrás de mí esperando a que las palabras salgan de mis labios. La sutileza no es lo mío, siempre he sido un hombre de decir las cosas sin tacto, por más mala que sea ña noticia la largo de una. Ashy y Gabriel me han dado varias conversaciones respecto a eso mismo, pero nunca les hice caso. Como me arrepiento de ello ahora. Siento que debo ser delicado con este joven ¿pero por qué? ¿A qué se debe mi necesidad de proteger específicamente a este chico de quince años?




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