#1 Criada por el vampiro.

Capítulo 49

Pov’s Gabriel.

Peter regresa a la parte de arriba de la mansión, luce cansado y lastimado en algunas partes de su cuerpo, pero estas se van curando a medida de que sube las escaleras. Si se ha percatado de mi presencia, me ha ignorado olímpicamente. Aun no me creo eso que me ha contado Daniel, lo de que él puede regresar a Shayla a su estado natural en tan solo dos días.

—Tienes que confiar en sus capacidades — Adrien se me acerca y se queda viendo las escaleras — me ha contado que Daniel no cree que él pueda hacerlo, y por la forma en la que lo miras, presiento que sientes lo mismo, pero te entiendo, tampoco le tengo mucha esperanza, pero aun así intentare confiar en el poder de alpha que ejerce en Shayla. Quiero que vuelva a ser la misma de siempre.

—También lo quiero.

—Lo sé — se me queda viendo unos segundos, en sus labios una sonrisa cariñosa, pero a la misma vez apenada — sé que la quieres.

Tras decir aquello se marcha dejándome a solas en aquel pasillo a los pies de la larga escalera ¿acaso todos en la mansión saben de lo que siento por la loba? ¿Tan malo soy para disimular? Subo los escalones enojado conmigo mismo, al entrar a mi habitación me tumbo en mi cama de guata. La mansión esta en completo silencio, demasiado para ser que hay bastantes personas por ahí.

—¿A qué se debe tu estado depresivo querido Gabriel…? — Ashy entra a mi habitación y se tiende a un lado de mí en la cama.

—¿Quién dice que estoy depresivo?

—Se nota — giro mi cabeza para poder verla, tiene una sonrisa en sus labios — bien, digamos que lo que tienes no es una clara depresión — su castaño cabello lo trae suelto — dime entonces ¿en qué piensas?

Decir el verdadero motivo por el cual me encuentro en este estado pensativo seria contar todo lo que le está sucediendo a mi corazón debido a Shayla. Simplemente no puedo. Pero si me parece bien, y adecuado, hablar del segundo tema que si pasa bastante tiempo en mi mente; Amira.

—Necesito encontrar la forma de sacar a Amira de ese lugar — susurro bajando la mirada — no puede pasar más tiempo ahí, me rehusó a aquello.

Ella aplana sus labios, pensativa.

—Peter ha dicho que él la rescataría — susurra — ¿Por qué no confías en él?

—No digo que no confió en él — me acomodo en la cama y me quedo mirando el techo de mi habitación, justo en la misma posición en la que ella se encuentra — es solo que… me cuesta hacerlo. Su idea no me parece muy coherente que digamos.

Los dos nos quedamos callados mirando el techo. Cada uno sumido en sus propios pensamientos. No tengo muy claro el porqué, pero la imagen de la loba castaña, llena por completo mis pensamientos. El recuerdo exacto de cuando la vi por primera vez es el primero que me llega. Ella sonreía junto a un grupo de jóvenes mientras caminaba por el centro comercial. Fue una sonrisa que me lleno. No sé porque le preste atención, no lo recuerdo con esa exactitud, pero la cosa es que lo hice. Meses después descubrí que era la mejor amiga de Shayla. La segunda vez que la vi fue en una fiesta a la que asistí cuando me encontraba haciendo unos trabajaros relacionados con la búsqueda de un hombre en particular, la cosa es que ella se acercó a mí y terminamos en el baño de aquella discoteca. Yo sabía lo que ella sentía por mí, lo tenía más que claro, pero aun así hice lo que hice. Estaba dolido por el hecho de que Shayla sintiera amor por Dante y yo por ella. Fue un acto inmaduro de mi parte, lo tengo más que asumido.

—¿Qué es lo que sientes por ella ahora Gabriel?

—No lo sé — admito, no siento que sea una buena idea decirle la verdad, no sabiendo lo que ella siente por mí — pero lo que si tengo más que claro es que no quiero perderla. Siento que está ahí por mi culpa, es por eso mismo que me siento en la obligación de ir a rescatarla. Aparte, cabe decir, que se lo he prometido a sus padres.

—¿A sus padres? — rápidamente gira para verme, luce claramente sorprendida por lo que ha salido de mis labios — ¿pero ellos no están…?

—¿Muertos? Sí, sí que lo están. No me refiero a esos padres, si no que a los que cuidan de ella, los que han velado por su seguridad durante tantos años. A ellos les prometí que la llevaría de regreso a su casa.

—Tú y tus promesas — susurra — ¿recuerdas cuando éramos pequeños y siempre me hacías promesas?

—Lo recuerdo, cumplí cada una de ellas.

—Lo hiciste — sonríe — pero ¿recuerdas la historia del gato? — chasqueo mi lengua unas cuentas veces y evito reír ante el recuerdo —. Dijiste que cuando cumpliera quince años me regalarías un gato, el más hermoso del mundo… ¿recuerdas con que llegaste?

—¡Eras alérgica! — río al fin — ¿con que querías que llegara?

—¡Parecía un maldito ratón! — Ríe mientras niega con la cabeza — no tenía ni un puto pelo en todo el cuerpo. Daba asco.




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