#1 Criada por el vampiro.

Capítulo 24

—¡Corran todos! ¡Busquen refugio! — grita un hombre a la misma vez que pasa por mi lado derecho y toma en brazos a su pequeño hijo.

Miro en todas las direcciones, todos corren presos del pánico que algo les causa ¿de que escapan? Pego un brinco en mi puesto cuando llega a mis oídos el ruido de un disparo, al igual que gritos desgarradores, esos que solo sueltan las personas cuando algo malo los ha atacado. Mis ojos se llenan de lágrimas y mi cuerpo tiembla del miedo.

—¡Mamá! — la llamo ya con el rostro empapado de lágrimas.

Me dejo llevar por la masa de personas y corro en cualquier dirección, pues no se me ubicar en estos momentos, no cuando todos me pasan golpeando. Quiero a mi mamá, la quiero aquí y ahora. Quedo estática en mi puesto cuando un hombre de pálido rostro, espesas bolsas negras debajo de sus ojos y de mirada roja, se detiene a verme después de haberle arrancado la cabeza a uno de los ancianos que viven en la manada. Mis piernas tiemblan más que antes y mi corazón late de una manera sorprendente.

—Una pequeña niña — sonríe, en sus manos hay mucha sangre, y dudo mucho que solo sea del anciano — se te nota el miedo en tus ojos… pero tranquila, yo acabare con tu sufrimiento.

Con una sonrisa torcida, da pasos firmes en mi dirección, abre su boca y me muestra aquellos afilados colmillos blancos, en sus ojos se puede apreciar la satisfacción que le da el hecho de que mis lágrimas bajen con más intensidad. De un segundo a otro, él ya no se encuentra al frente de mí, sino que un gran lobo marrón me cubre con su cuerpo impidiéndome así que vea al asesino. Es el alpha.

—Vete Shayla — me ordena — ve a ponerte a salvo.

No pierdo mucho tiempo, pues mis piernas se comienzan a mover como si pensaran por sí mismas. A mi corta edad, aprendí que al alpha siempre se le debe obedecer. En el trayecto de mi camino, veo como muchos lobos de la manada se lanzan arriba de aquellas personas de piel blanca. Enojada, me limpio las lágrimas de mi rostro, pues estas me impiden ver bien el camino que debo recorrer. Después de unos intensos minutos corriendo, al fin llego a mi casa, entro de golpe y cierro la puerta con seguro. La recorro corriendo de un lado a otro mientras llamo a mi madre y a mis hermanos, pero ninguno de estos me contesta. El lugar esta vacío. Las lágrimas vuelven a salir y subo a mi habitación.

—¡Mamá! — La llamo desde mi cuarto — ¡Mayra! ¡Rick! — silencio es lo que obtengo en modo de respuesta.

En mi cama se encuentra mi oso de felpa, ese mismo que abrazo cuando me siento con miedo por las noches. Me acerco a él y lo tomo con manos temblorosas, lo atraigo a mi pecho para que me transmita un poco de seguridad. No me quedo mucho tiempo ahí, pues cabreada por mi comportamiento, me limpio mis lágrimas y salgo corriendo fuera de la casa, mezclándome con las personas que se encuentran luchando. Debo encontrar a mi familia.

—¡Mamá! — vuelvo a llamarla, pero esta vez con voz potente, como si nada de esto me estuviera afectando.

—¡Shayla! — respuesta, al fin uno de mis desesperados gritos obtiene una respuesta.

Busco en todas partes a la mujer, pero como hay tantas personas se me hace un poco complicado, pues mis ojos se han vuelto a empañar de lágrimas, aparte me he comenzado a marear al ver a tanto alboroto a mí alrededor. Al fin, un lobo café me cubre con su cuerpo, protegiéndome de la mirada de uno de los hombres de piel blanquecina.

—¡Mamá! — la llamo mientras las lágrimas siguen bajando, pero salen con más intensidad cuando aquel hombre se lanza arriba de ella causándole una herida en su cuerpo y provocando un aullido de dolor de su parte.

Él hombre, no satisfecho por lo que ha hecho, le introduce un cuchillo en su abdomen, dejando a la mujer en el suelo inmóvil y con los ojos bien abiertos, pero aun en su forma lobuna.

—No… — me dejo caer de rodillas al suelo, le sale mucha sangre de su cuerpo — ¡Mamá! — mi garganta me duele y mi cuerpo ha comenzado a temblar nuevamente.

El hombre me sonríe mientras le da una patada al cuerpo de mi madre, una oleada de odio aparece en mi frágil cuerpo y gracias a la adrenalina que me ha invadido, soy capaz de ponerme de pies para correr en su dirección.

—¡No la toques! — le grito, él solo sonríe,

Alguien me toma en sus brazos y me lleva en dirección contraria de donde ellos se encuentran. Puedo ver como un lobo se le lanza encima al hombre, mientras que mi madre sigue ahí, tendida en el suelo observándome con esos vacíos ojos.

—Quédate aquí… — el hombre que me ha sacado de aquel revoltijo de personas, me deja en el suelo apoyada en un tronco, a mi alrededor todo es bosque — y guarda mucho silencio ¿bien? — no le respondo, en su lugar solo me quedo viéndolo, tiene esos mismos colmillos que poseen los otros hombres, pero su rostro no es tan blanco y no tiene alrededor de sus ojos de un color negro, aparte, sus pupilas no son de un rojo intenso ¿será alguien bueno? — voy a volver por ti, lo prometo — me acaricia la mejilla borrando las lágrimas que aún estaban ahí y me besa tiernamente la frente, tal como suele hacerlo mi madre antes de que me quede dormida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.