1) El ángel pecador

Capítulo 17: "Una tarde en la vida de la Muerte"

Muerte

Caminé sin rumbo hacia la tierra, vi un bar y pensé seriamente en mis posibilidades. Se suponía que me veía como una niña, mejor dicho, como una adolescente. No me iban a dejar pasar, de eso estaba muy segura.


«Bueno, nunca más», pensé con el ceño fruncido.


Abrí la puerta y todas las personas me miraron. Rodé mis ojos y caminé hacia la barra, pedí una bebida, ya que hacía mucho tiempo no bebía nada.

Ser la Muerte, es muy agotador. Muchas veces, no había tiempo para uno mismo. Igualmente, no me preocupaba por lo que hacía, siempre tenía mucho trabajo.

—Hola, linda. —Sonrió el sujeto que estaba a mi lado.

Debía haberme acostumbrado a esas cosas, pero no, no lo hacía. No había manera de acostumbrarme a esos vocativos que esos seres decían.

—¿Es a mí? —Alcé una ceja.

—Sí, a ti, claramente —Sonrió y me miró.

—Te equivocaste de persona —Sonreí, hice que mire mis ojos y cayó al suelo muerto, reí leve ante lo ocurrido—. Lo siento, pero he dicho que te equivocaste de persona.

Vi mi bebida y el reflejo de mi mirada repercutió a las personas de allí, por lo cual, todos cayeron muertos al suelo.

—Upss... no limpiaré esto —Sonreí y agarré mi billetera, pagué y dejé el dinero en la boca del mesero—. Perdón a todos.

Yo era la muerte y todos caían a mis pies.

No había modo de no sentirse fuerte y capaz de cualquier cosa.

Salí del lugar con el ceño fruncido, miré por dentro toda esa obra de arte, sangre por doquier y muchas almas para cosechar. Era el cuadro perfecto, seguramente, me hubieran pagado mucho dinero por eso.

—¡July! —Gritó alguien.

«Genial», pensé sin ganas de tomar el papel de la persona en la que estaba.

Escuché que alguien me llamó y me di la vuelta.

—Hola, Rubby —dije, pero luego pregunté—: ¿Qué haces por aquí?

—No mucho, caminaba. —Miró la puerta del bar—. ¿Estabas ahí?

—No, solo miraba. —Sonreí ampliamente.

No me entraba en la cabeza que la joven pensara que estaba dentro de un lugar para adultos, por supuesto que no, pero ella no tenía la menor idea de lo que en realidad estaba ocurriendo.

—Claro, ¿quieres venir a casa? —Me miró con una sonrisa impregnada en su rostro.

Necesitaba sacarle información, así que solo me dispuse a hacer una pregunta a la joven.

Rasqué mi nuca con el propósito de demostrar que mi persona seguía en su papel. Julieta tenía la costumbre de rascar su nuca, por eso, lo había hecho.

—¿Quién irá? —Alcé una ceja.

—Luciana, Sandra, Cecilia y vos creo.

—Perfecto, si iré —Caminé rumbo a su casa.

No habíamos hablado en el recorrido, no me agradaba Rubby. Hay en ella tanta muerte que me hacía pensar que yo no era nada.

Llegamos a la casa, luego de unas horas, las chicas llegan y mentalmente les informé a ellas lo sucedido.


Me miran y sonríen ampliamente, Tamara caería con nosotras cuatro al mando de Dios, salvaríamos a la humanidad, o por lo menos a la Capital Federal.




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