No sentía nada, todo estaba en su lugar, acorde a lo sucedido. Mi cuerpo seguía en el suelo de aquel parque, inerte. Podía sentirlo todo, cada partícula del aire, la frialdad de la tierra bajo mí, pero no podía actuar. Era extraño sentir, pero estar impotente. La incapacidad de hacer algo me parecía patética. Siempre encontraba la manera de intervenir, de moverme, pero en ese momento, no había nada que pudiera hacer; solo estaba allí, sin un simple movimiento, cualquiera de ellos podría alterar por completo el destino ya escrito.
No había tiempo para que se escribiera un nuevo destino, no solo el mío. Muchas personas habían sufrido aquel ataque de Tamara. Esperaba que los mortales se hubieran salvado. Sabía que la mujer del parque había fallecido, pero ella no era la única en la Tierra; los humanos aún tenían posibilidades de seguir viviendo. Esos seres eran los más optimistas que he conocido, aunque a muchos no los hubiera conocido realmente, eso no me parecía importante. Necesitaba que todos estuvieran con vida. No merecían morir por una venganza ajena.
Desperté en el suelo. Estaba frío, helado, y todo el lugar tenía una fragancia horrible; la putrefacción en el aire me estaba desanimando. Me levanté por aquel olor nauseabundo. Me limpié inmediatamente las manos sucias. Todo estaba cubierto por esa neblina, y cada vez me sentía peor. La maldad se estaba apoderando de todo mi ser, y del ser de todos los que absorbieron la oscuridad de Tamara.
Las historias que se contaban de la Oscuridad, sin duda, quedaban cortas con la descripción de Tamara y con todo lo que podía hacer. Comprendía que los escribas de Dios no la conocían, pero debían haberle dado un poco más de crédito. Después de todo, ella era la hermana de Dios. Fui tonto al creer ciegamente en las escrituras; tendría que haberle dado el crédito que merecía, pero no la conocía más allá de lo ya escrito.
Las cosas que estaba presenciando no tenían nada que ver con lo que había leído de ella. Nunca me había imaginado tal atrocidad. Me habría gustado saber la verdad que escondía tanta venganza hacia mi Padre.
Traté de dibujar con mi sangre el símbolo que me llevaría de nuevo al Cielo, pero de la nada apareció Tamara. No esperaba que ella se presentara después de haber hecho lo que hizo. No esperaba nada de todo esto, pero lo que menos comprendía era la razón por la cual aún seguía vivo y ella no me había asesinado.
La oscuridad me tomó de las manos, sus dedos fríos envolviendo los míos, y me dijo:
—Hola, Castiel, tú no te irás tan fácilmente de mis manos. Me gustaría que estés en mis manos por un largo tiempo, muy largo. —Con un tono de lujuria en su voz, me habló de un modo tan peculiar—. Tú estarás junto a mí y verás a tu papá morir en mis manos. Será muy divertido, demasiado, ya que luego no podrás matarme, nadie puede.
Definitivamente, no esperaba oír nada de eso. No comprendía los actos que ella llevaba a cabo; no sabía qué debía esperar de esta mujer. No quería pensar de un modo trágico, no esperaba que la vida me respondiera con seguridad lo que yo ansiaba.
Había muchas cosas que sorprendían a la humanidad, pero sabía que yo no era parte de la humanidad, no era uno de ellos, pero de igual manera Tamara me sorprendía. Los ángeles no solían sorprenderse, pero yo era la prueba viviente de que eso era incorrecto.
No podía decirle nada, ya que el miedo me aturdía; eso era parte de la neblina de la mujer. El poder que ella poseía dejaba a todos estúpidos. Se convertían en lo que ella quería. Solo Tamara podía detener el proceso de la neblina, y sabía que eso no lo haría.
De la nada, aparecimos en un sitio que jamás había estado, un lugar muy bonito con un césped verde y flores de muchos colores y tamaños; el sol pegaba muy fuerte en cada rincón del lugar. Era algo maravilloso de ver, pero no tenía demasiada fuerza para mantenerme de pie. Quería recorrer el lugar.
Traté de sanarme, pero fue imposible; solo ella podía hacerlo.
—¿Te gusta este lugar, Castiel? —me preguntó ella con una sonrisa amplia en su rostro.
En ningún momento soltó mis manos; las tenía como si fueran un gran tesoro.
Estaba completamente sorprendido por las acciones de la joven. No esperaba que hiciera esas cosas. Pensaba que ella no podría sostener unas manos con tal delicadeza. Supongo que había pensado mal. Ahora surgían preguntas en mi mente, ya que no sabía si había pensado mal sobre otras cosas. No tenía idea de muchas cosas, pero quería descubrirlas.
—Sí, mucho. Es un lugar muy tranquilo y bonito… Me sorprende que me traigas a un lugar como este —respondí con seguridad, ya que realmente no podía creerlo.
Me miró directamente a los ojos y se rió de un modo sarcástico, un sonido gélido que me erizó el vello.
—Entonces, aquí será. —Alzó su mano al aire y sus ojos cambiaron a un gris blanco gélido; su piel se volvió roja, y de ella caía sangre, mucha sangre.
Ella se estaba volviendo más fuerte. No hacía mucho para que eso cambiara, pero evolucionaba con el tiempo. No pasaba mucho tiempo, pero a medida que este transcurría, ella evolucionaba mucho más. No podía dejar que ella siguiera volviéndose fuerte; debería lograr todo lo contrario, pero no podía, ya que yo estaba demasiado débil.
No quería ser el centro de atención, pero ella lo era. Hacía todo lo que yo esperaba que hiciera, había otras cosas que realmente no esperaba que la oscuridad hiciera, pero ella las hacía. No podía hacer mucho, pero me mantuve cerca, observando, impotente.
No quería que ese momento terminara, pero sabía que eso pasaría muy pronto. Ya no había mucho que hacer allí; solo estábamos observando con detenimiento el lugar, un paraíso retorcido.
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Editado: 20.06.2025