Castiel
Después de tanto tiempo sin ver a Rubby, decidí emprender el viaje nuevamente, ver cómo está y saber algo que me ayude con esta irracional misión sin sentido, o al menos, yo no le encontré sentido alguno.
Era el fin del mundo y yo estaba en la búsqueda de una adolescente, eso no tenía sentido, nada de todo lo que estaba sucediendo tenía uno. No me podía imaginar que mi padre me había encomendado eso con el simple hecho de dejarme fuera del desastre.
Dios parecía estar seguro de que esta era mi misión, pero ¿en realidad lo sería?, ¿sería una prueba?, ¿algo para probar mi fe al señor? Más que esta fe no se puede encontrar, más que esta fe no se puede sostener. Cualquier otro soldado hubiera dejado este a mitad de camino, yo ya estaba concluyendo o eso pensaba, literalmente, nunca había imaginado la nueva misión, así es a parte de estas misiones, Dios me había encomendado otra, una más complicada, pero esta fue una de las más hermosas y difíciles de concretar.
Recordé cada palabra de mi padre, simple, pero tortuosas, cada dicha con paz... que parecía no ser real. Muy pocas veces, recordaba ese momento. Me encantó ser capaz de hacer algo tan especial, igualmente, recordé las palabras majestuosas de mi padre, nunca las olvidare.
Vino a mí sereno, colocó sus manos en mis hombros, con una voz dulce y delicada, en ese momento me dijo: “Castiel, hijo mío, sabes que mis palabras jamás son valoradas, en este momento... en este momento, en este Holocausto, en este infierno... sí, lo sé, utilicé la palabra, la palabra prohibida aquí. Pero es necesario, todo dicho es fin, es necesario... todo esto será recompensado, lo será, lo juro y sabes que jamás juro por nada, ni nadie, pero llegó la hora... la batalla se está realizando y para mí desgracia y la de tus hermanos, mis hijos... estamos perdiendo” dijo él aún con su tono de voz tranquilo y seguro.
Miré tus ojos, cristalizados lentamente, apenas podía observar una lágrima cayendo suavemente sobre sus pómulos, sobre sus labios.
“Lo sabemos, sabemos lo que sucederá, sabemos que es el fin... sabemos que quizás nadie salga con vida de aquí”.
Alzó una ceja sutilmente, no esperaba que le dijera esas palabras, supongo que nadie me creía capaz de hablar de tal modo con mi padre. En un momento de mi vida, tampoco lo hubiera creído. Pensaba que era incapaz de hablarle a mi padre de ese modo, pero me había sorprendido a mí mismo, lo había hecho y ya no había vuelta atrás.
Esperé atento, quería una respuesta de mi padre, quería que él me diera valor para continuar, eso era lo que buscaba con aquella charla de ese día cualquiera.
“Ohhh, Castiel, jamás he dicho tal cosa, pero no nos descarrilemos, lo que yo te vengo a encomendar es dolor, sufrimiento y desesperación, quiero verte... verte llorar, sentir. Quiero que encuentres felicidad en el dolor, ayudar en la tragedia, desenmascarar a la muerte”.
No esperaba escuchar eso de sus labios. Me mantenía firme en mi pensamiento, quería mantener mi palabra. En ese momento, no era como era ahora, en ese momento era un ser que no sentía nada.
Me mantenía fuerte y capaz, pero era una oveja disfrazada de lobo. Era el ángel pecador, que pensaba que podía hacer lo que le plazca, pero en un momento de mi vida, las cosas cambiaron para bien.
Me quedé pensando serio en las palabras de mi padre, no dije nada, hasta que encontré un motivo para negarme a su petición.
Lo miré sin comprender, alcé una ceja, fruncí el ceño y pregunté: “¿Cómo haré eso, padre mío?”
Yo no podía sentir y él justamente quería que yo hiciera algo que no podía, pensaba que era imposible que un ángel sienta.
Lo miré a los ojos en la espera de una respuesta que me convenciera, no podía arriesgarme por cualquier cosa. Tenía otras misiones, no podía morir, por ese motivo, esperaba una muy buena respuesta de mi padre.
Yo sabía, que él sabía, que yo sabía y quería que él supiera que necesitaba seguir viviendo, ambos lo sabíamos y queríamos que el otro lo supiera. No usábamos palabras para eso, solo una mirada de saber.
Chasqueó sus dedos y de la nada aparecí en un lugar, un sector que era nuevo para mí, hay tristeza, dolor y todo aquello que Dios me dijo que sienta. Era magnífico para llevar a cabo lo que había venido a hacer.
Me mantuve con la frente en alto, pensé que si haría las cosas, tendría que hacerlas bien. No quería nada y quería todo. Necesitaba cumplir con mi palabra, sabía que Dios me castigaría si no hacía lo que él me había ordenado.
Comencé a caminar por el mismo, para investigar, no vendría mal ¿o sí?, ¿será qué hay algo más feo que no sentir? No podía imaginar el dolor, suponía que ese día lo iba a sentir. Estaba orgulloso de mí, Dios había pensado en mí para esa misión, aún no lo podía creer.
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Editado: 03.09.2022