Miré a Abel, mi hermano, sus ojos, un abismo de incredulidad y juicio, me taladraban el alma con un mudo: "¿Cómo pudiste hacer eso?" Comprendía que su mente pura no podía asimilar lo que había hecho, lo que me había atrevido a hacer. Él no cargaba con el vacío, con la angustia de un pasado arrancado; Abel recordaba cada instante de su existencia, su vida era un lienzo completo, no como la mía, una tela rota, la mitad de las cosas borradas, perdidas en una niebla densa. Pensaba, con una desesperación creciente que me carcomía las entrañas, que en algún momento podría recordar, que la verdad emergería de las sombras, como un espectro. Pero hasta ese instante, hasta ese aliento de incertidumbre, no sabía cómo forzarla. Lo había intentado todo, cada vía, cada camino prohibido: me alié con la oscuridad, hablé con demonios, con seres cuyo mero nombre era un pecado. Ya no sabía qué más hacer, la desesperación me carcomía el alma, dejándome solo un cascarón vacío.
No esperaba que mi hermano me comprendiera, sabía que su rectitud jamás lo permitiría. Era una verdad demasiado compleja para su entendimiento, para su fe inquebrantable. Yo también estaba perdido, un náufrago en un mar de incertidumbre, sin brújula ni estrella. No tenía respuestas y me encontraba en la misma encrucijada que él, un ciego guiando a otro al borde del abismo. Mi propia existencia se sentía como una burla cruel.
—Lo siento mucho, Cass, pero Dios me ordenó —Su voz, un susurro cargado de pesar, resonó en la devastación del Cielo. Me agarró del cuello de mi camisa con una fuerza que me sorprendió, una traición en su toque, y me arrastró sin miramientos hacia una habitación desolada, un lugar que parecía predestinado para el juicio, para mi condena—. Tus recuerdos fueron borrados por una razón, no los busques.
Abel lo sabía, el doloroso secreto que me carturizaba. Él sabía que mis recuerdos habían sido arrancados por nuestro Padre, el Creador de todo. No podía creer que, aun conociendo esa verdad, lo ayudara a Él y no a mí, su propio hermano, su carne y mi sangre. Abel me estaba pidiendo que no buscara mi propia esencia, que aceptara mi mutilación, que viviera como un fantasma de lo que alguna vez fui. Pero no podía prometerle que haría caso; la sed de la verdad era una necesidad más fuerte que cualquier obediencia, que cualquier lazo familiar, incluso más fuerte que la propia voluntad divina.
—Abel, hermano mío, pequé en vano y soy culpable de todos mis pecados. —Mi voz se quebró, un lamento que apenas pude contener. Bajé la cabeza, la vergüenza, una emoción nueva y punzante, me inundó, quemándome el rostro—. Mis recuerdos ni Tamara logró recuperar, es inútil seguir con esta misión. Pequé y fui infiel hacia mi Padre.
Lo que salió de mis labios era la cruda verdad, cada palabra un eco de mi agonía, un eco que resonaba en la vastedad del Cielo. Pero para mí, en lo más profundo de mi ser, no había pecado en esa búsqueda, solo una desesperada necesidad de integridad. Solo estaba buscando lo que me pertenecía por derecho, mi propia historia, mis propios recuerdos. Los recuerdos son la esencia misma del ser, los cimientos de la identidad, cosas que no hay que olvidar, que no se pueden borrar sin dejar una cicatriz. Puede que muchos sean horrendos, que el dolor se esconda en ellos, pero son fragmentos del pasado que me habían forjado, que me habían hecho ser lo que era, un ángel roto, pero real. Un ángel con un vacío insoportable.
—No tienes que disculparte conmigo, sino con tu Padre —Frunció el ceño, su mirada, un reproche silencioso, una condena que se grababa en mi alma.
—¿Por qué hacer tal cosa? —Mi voz se alzó, cargada de una frustración ardiente—. Él borró mis recuerdos. Yo solo quiero saber su razón y el porqué de ese rostro. —No pedía mucho, solo la verdad de mi existencia, lo que me había sido arrebatado, lo que me definía. No creo que eso haya sido demasiado, no para el Creador, no para Aquel que lo sabe todo y que, supuestamente, me amaba.
—Lo siento mucho —cerró sus ojos, su rostro contraído por el dolor, un dolor que, por un momento, creí entender.
Luego, agarró su "chin", un arma de luz, una chispa divina que brilló ominosamente, un presagio de mi fin inminente, de la aniquilación.
—No, no, por favor, no merezco tal atrocidad. —Sonreí ampliamente, una mueca retorcida en el umbral de mi final, una burla al destino que se cernía sobre mí, a la injusticia de mi existencia.
Si moriría, lo haría con una sonrisa sobre mis labios, un último acto de desafío, una demostración de mi voluntad inquebrantable.
—Lo siento, Cass —clavó su "chin" en mi corazón, un dolor que trascendió lo físico, un dolor que se clavó en lo más profundo de mi alma, un dolor que me arrancó el aliento y la conciencia.
Le dediqué una sonrisa, una última, antes de que todo se desvaneciera en una explosión de luz y dolor, antes de que la oscuridad me engullera por completo.
De repente, con una sacudida brutal que me arrancó del limbo, aparecí en un hotel a punto del colapso, un lugar de belleza macabra, pero aún así, poseía algo oscuro, una vibración de muerte, una sombra inminente que lo cubría todo. Era un lugar hermoso, sí, pero era un sudario disfrazado. Sabía que estaba a punto de morir, que este era mi verdadero fin, mi castigo final por mi desobediencia. Abel no fue capaz de matarme, su mano dudó, pero aquí moriría, consumido por una fuerza ajena, por la propia anarquía del universo que se desmoronaba.
Oía el sonido incesante de los minutos de la bomba a punto de estallar, un tic-tac infernal que marcaba el fin de una era, el final de cada vida en ese lugar. Las personas corrían desaforadamente, sus rostros desfigurados por el terror, aterradas por su destino, sus gritos resonando en el caos, un coro de desesperación que me desgarraba los oídos. Se lanzaban sobre mí, sus manos extendidas, buscando una respuesta, una salvación, un milagro. Pero yo solo sabía exactamente lo mismo que ellos, la misma certeza ineludible de la muerte. No sabía nada, solo que moriría junto a ellos, un ángel entre mortales condenados, un ser de luz compartiendo la oscuridad final.
#131 en Paranormal
#45 en Mística
#1085 en Fantasía
#663 en Personajes sobrenaturales
Editado: 20.06.2025