Después de la tragedia...
Lionel
Me dolía demasiado la discusión mantenida con Max, después de todo era justo que él supiera la verdad de Zed, pero aun así me parecía algo impropio, aún no era el tiempo necesario para atormentarlo con aquellos problemas, no era necesario que supiera aquellas cosas tan malas que nos rodeaba.. No podía verlo llorando y tan lejano a mí. No podía dejarlo solo y menos en ese estado.
Decidí que sería bastante interesante si me acercaba para aclarar las cosas, para aclarar cualquier duda o consulta que su mente contenga.
Al llegar a la puerta de su habitación golpeó esperando que me abra o simplemente me de el permiso para entrar, pero no fue así. En ese momento comprendí que si quería hablar con él debía aceptar sus reglas, sabía que si no lo hacía jamás podría hablar con él. No me agradaba para nada la situación pero debía aceptarla sin importar mis sentimientos ocultos o los suyos. No importaba aquello, ahora eso se encontraba en un plano distante, muy distante.
—Max... Necesito hablar contigo, después de todo no estás solo. Por favor, déjame ayudarte —Susurro con mi rostro pegado a la puerta—. Necesito hablar contigo —Volví a reiterar mi pregunta, pero no se oyó ni un sólo sonido proveniente de él.
Debido a la situación me estaba preocupando y a decir verdad demasiado.
Oí un fuerte ruido, como si algo cayera al suelo con fuerza, el sonido me dejó completamente estupefacto. Sabía que algo malo estaba ocurriendo y por ese motivo me preocupe aún más de lo que ya estaba.
—Lio... —Oí su voz, era demasiado como para ignorar que algo había pasado.
Me teletransporte directamente con rapidez dentro de la habitación y puedo observar con claridad a Max en el suelo sosteniendo su abdomen con sus manos, parecía que se lo estuviera apretando. Al parecer en la lucha había salido herido como la pequeña Jane. Lamentablemente las cosas estaban mal.
Inmediatamente me acerco a él para ayudar, aunque no sabía con claridad que había sucedido con él. Sus manos llenas de sangre se encontraban con fuerza en su abdomen, era como si aquello me asustara pero aun así debía ayudarlo, no podía dejarlo morir.
—No... No.. —Comienza a toser y sus labios se mojan con un tono rojo, era sangre —Aléjate de m... Mi —Musita como puede.
Niego varias veces con la cabeza y lo tomo como puedo para recostarlo sobre su cama, tomo asiento a su lado con cuidado y acaricio con delicadeza su mejilla. Sus hermosos ojos verdes azulados se posan sobre los míos, puedo ver con claridad que sus ojos me transmiten el mismo amor que una vez pude sentir.
—Tranquilo, descansa —Susurro sobre su frente para luego dejar un pequeño beso sobre ésta —Lo que haré te dolerá, pero sanarás. Eres fuerte.
Él simplemente asiente.
Mis manos se iluminan al igual que mis ojos. Pero esta vez la luz era diferente, su luz era roja. Un rojo sangre, uno intenso y poderoso. Sabía la razón de ello, pero no quería aceptarlo. No me agradaba, sólo esperaba que él no lo notara.
Acerco mis manos directamente sobre su abdomen y comienza la curación.
— ¡Para! —Eleva su voz. Él se comienza a retorcer del dolor que sentía por mis acciones.
—Tranquilo... —Dije al terminar y dejo mis manos sobre su abdomen.
Su piel era suave, hace mucho tiempo quería tocarlo pero sabía que estaba mal. Mis manos podían sentir como sus músculos se comenzaban a tensar por mis caricias, su abdomen se hunde y su pelvis se levanta hacia arriba como una acción natural de su cuerpo.
Inmediatamente quito mis manos y las dejo sobre mi regazo observando hacia arriba por unos segundos.
—Lo lamento... —Susurro levemente mirando hacia el suelo.
Puedo sentir una de sus manos sobre mi hombro y su cabeza sobre el otro.
—Gracias... ¿Crees qué podrías ayudar a Jane? —Pregunto él.
—No, yo... No lo creo —Dije con sinceridad.