Dean
No era justo todo lo que estaba sucediendo, yo lo sabía y no quería que las cosas terminen como se encuentran escritas, las cosas tenían que cambiar, tenían que ser diferentes por el bien de todos los demonios, los ángeles y humanos de este aburrido y triste mundo sin esperanza alguna y la verdad… yo tampoco la tenía.
No dije nada, no podía hacerlo porque sabía que mi hijo amaba con todo lo que tenía al alcance y mucho más a Jane. Esa joven era muy importante para mi pequeño Luke.
Myriam, mi querida esposa adoraba con todo el alma a Óscar y evitaba a toda costa al su niño. Ella simplemente detestaba con todo su corazón a Luke. Ya que para ella el amor era debilidad, sabía que sólo seguía conmigo por mi sangre, esa pizca de oscuridad, sólo por mi ADN.
Todo estaba escrito en el libro prohibido y si estaba allí todo lo escrito pasaría. No hay manera de cambiar el destino de aquel libro, nada se puede cambiar. Sólo se debe aceptar y por mucho que me duela así se hará y nada ni nadie podrá hacer lo contrario.
Al llegar a la habitación que comparto con Myri la observo recostada sobre aquel cómodo edredón y decido tomar asiento junto a ella, su mano atrapa la mía y me mira a los ojos esperando que diga algo, sé que quiere hablar de muchas cosas pero jamás dice algo y mucho menos ahora que las cosas están cambiando completamente, debo decir que espero que los cambios sean para mejor. Ya no soporto esta situación en la que estoy metido.
Sus hermosos ojos color jade se impregnan en mi azul casi celeste de la mirada, se conectan mágicamente sin decir ni una sola palabra ya que simplemente sobrarían, y sólo estaría gastando saliva innecesaria.
Extrañaba verla tan hermosa y pasar tiempo con ella, esos momentos habían terminado demasiado rápido, había perdido la consciencia del tiempo en su mirada, en sus hermosos y perfectos ojos que en este preciso momento tenían un brillo mágico e irreal, una cosa inolvidable. Tanto así que pude ver como los rizos de su cabello se tornaban aún más claros, casi rubios.
Era demasiado hermosa, supongo que por aquel motivo sería la persona con la que me casé, pero no fue así… recuerdo lo mucho que nos amábamos antes de toda la locura que estábamos viviendo, estas cosas no eran nuevas en nuestra vida llena de problemas. Demasiados problemas para ser sinceros y en verdad no me agradaba para nada, pero sólo quedaba aceptar que así era nuestra vida y no habría vuelta atrás.
— ¿Qué es lo que miras tanto? —Pregunto ella. Pude ver como su sonrisa blanca aparecía en su inolvidable y majestuoso rostro lleno de arrogancia, pero muy dentro de mí sabía que aún me quería.
— ¿Acaso ya no me dejaras verte de esta manera, Myri? —La mire directamente a los ojos con la esperanza de que su respuesta fuera positiva ante mi pregunta que sin querer le había impuesto de una manera que no esperaba hacerla.
—Por supuesto que puedes verme, y de la manera que tú desees y lo sabes… no comprendo tú pregunta, Dean —Dijo ella. Debo admitir que jamás me habría imaginado esa respuesta salir de sus labios.
Una sonrisa amplia se dibujó en mi rostro.
— Yo creí que… —Susurre pero me vi interrumpido por la manera en que sus labios tocaron los míos, la manera suave y delicada con la que hizo callar.
Había olvidado como sabían esos labios, esa boca que alguna vez pude poseer con la mía.
Sus labios y los míos se movían lentamente en una frecuencia irreconocible, una nueva y delicada manera que esperaba que jamás terminará ya que luego no sabría cuando la volveré a probar. Me vi completamente confundido al sentir como su lengua entraba lentamente como un suspiro dentro de mi boca, para unirse. La manera que ambas lenguas juegan era majestuosa, tanto que parecía que danzaban y que la pista de baile era la boca.
Mis manos bajaron por su cintura hasta llegar y cerrarse con fuerza contra su cadera tratando de acercarla lo más posible contra mí, pero me vi obstaculizado cuando la puerta del dormitorio fue golpeada. Ella me abre los ojos y me aparta con cuidado, se levanta y camina para abrir la puerta en ese momento me miro con el ceño completamente fruncido y con una gran interrogante en su rostro, su mano abrió aún más la puerta y dejo ver a Elif con el libro prohibido en sus manos. Al ver la situación decido intervenir y me levanto yendo a su lado con la esperanza de que nos diga el porqué de la visita inesperada y de la llegada de aquel maldito libro que debería estar destruido en estos momentos, recuerdo con claridad que se lo entregue a un brujo para que haga su trabajo, pero al parecer el libro hizo de las suyas.