1. Oscuros: el libro prohibido

Capítulo 40

 

 

Dean

 

 

 

Luego de pasar tanto tiempo allí, en esa cueva junto a mi esposa sabíamos que no podríamos sobrevivir por mucho más tiempo. Ya no éramos capaces de respirar, el aire se encontraba un tanto contaminado. El aire era diferente, dolía demasiado el proceso pulmonar. Al respirar se sentía como pequeños, diminutos vidrios dentro de nosotros. Hablo en plural ya que mi esposa también me había comentado lo que sentía con respecto al aire del ambiente en el que nos encontramos.

Cada segundo que pasaba podía sentir que las paredes y el aire se juntaban, se hacían uno. Ya nos era imposible de vivir en la situación, era doloroso saber que alguno de nosotros en pocos minutos ya no estaría presente. También era doloroso pensar que la muerte vendría y nos llevaría por separado hacia el purgatorio o quizás hacia el infierno, de eso no podemos estar seguros hasta que suceda.

No teníamos alimento, no teníamos aseo, sólo nos teníamos el uno al otro. Quizás eso no sea demasiado para sobrevivir, pero para mi lo es. Es demasiado y por ese motivo lucharé con todo lo que tengo para que ambos sigamos viviendo.

Las cosas, mejor dicho la relación que teníamos en aquel lugar había mejorado un poco más de lo que yo pude haber pensado alguna vez, las cosas estaban mejor pero quizás lo estaban porque era nuestro final y ella no se quería morir a mi lado con problemas que discutir del más allá. Pero claramente esas no son más que teorías que mi mente fue creando con respecto a la situación que estábamos viviendo aquí.

Aquel libro de Elif utilizó nos hizo dar cuenta de todo lo que nos estábamos perdiendo del mundo real. Ese libro era uno de los libros prohibidos, estaba completamente seguro de aquello. Por lo tanto sabía que muy pronto ella sería castigada. Las reglas demoniacas lo prohíben por lo tanto ella será castigada y quizás aún más después de lo que nos hizo con encerrarnos en éste extraño lugar que nunca jamás habíamos pisado antes.

Pude notar con detenimiento que la visión que tenía sobre el lugar fue cambiando lentamente con los días y las horas que pasaban. Mi mente comenzó a crear distintas teorías y planes para lograr salir de aquí, obviamente todos fallaron.

Miré a mi hermosa mujer a los ojos con una gran sonrisa de aliento contra la situación pero aun así sabía que ella no creía del todo en aquella sonrisa que yo le brindaba, la situación no estaba para nada bien. Quiero creer que ella aún me ama, que ella aún me desea del mismo modo que me amo y deseó una vez.

Ella aún era el amor de mi vida, ella sería por siempre y para siempre la persona que se encuentre a mi lado, la persona que seguirá allí hasta mis últimos días o segundo de mi último aliento.

Quizás nuestra relación no era una de las mejores, pero estoy completamente seguro de que mejorar lo va hacer. No pudo creer que vaya a empeorar aún más, quizás estoy tratando de ser positivo cuando en realidad debería de ser estoico y aceptar el destino que nos toque.

 

—Vamos a salir de aquí… se darán cuenta muy temprano que no estamos allí —Tomo la mano de mi esposa observando aquellos hermosos ojos que me enamoran una y otra vez cada vez que la miro.

 

—No… Elif es muy inteligente, ella encontrara la manera de hacer que no nos noten, Dean… ni siquiera nuestros hijos lo sabrán —Siento como se acerca aún más a mí y me abraza con fuerza apoyando su cabeza sobre mi pecho—. Nunca debimos hacer lo que hicimos…

 

—Lo sé… pero tranquila —Dejo un delicado y tierno beso sobre su frente—. Te amo.

 

Ella levanto su rostro al oír lo que sale de mis labios y observo aquella sonrisa bella se dibuja nuevamente sobre esos delicados y perfectos labios que ella posee. La maravillosa imagen de mi esposa sonriendo en un momento como éste me resulta perfecto y al mismo tiempo puedo sentir como he fallado como hombre, como esposo y como padre ausente que soy.

 

—Y yo a ti, Dean… ¿Qué sucede, cariño? —Me preguntó ella al notar que mi pensamiento y mi ser se encuentran totalmente perdidos.

 

—Estoy bien… no debes preocuparte.

 

—Dean…

 

— ¿Qué sucede? —Preguntó.




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