1. Oscuros: el libro prohibido

Epílogo

 

 

 

Jane

 

Al notar que Luke no volvió, al notar que no dijo ni una sola palabra supuse que simplemente aquello que salió de mis labios no le importo absolutamente nada. Me sentí triste por aquello, esperaba que él regresara y me besara, esperaba que todo lo que no sucedió sucediera… pero ya era demasiado tarde como para que eso sea importante. Ya no importaba nada, dolía… era demasiado doloroso, era mucho más doloroso que aquel veneno que se encontraba en la herida de mi hombro. Por alguna razón siempre era igual, el dolor físico me era mucho menos doloroso que el dolor psíquico que sentía dentro de mi.

 

 

Los días sucedían con rapidez, no me alegraba para nada. Cada hora que pasaba significaba tan sólo que la boda se estaba acercando. Cada segundo creía que Luke volvería, creía que estaba haciendo un plan para rescatarme de mi destino, de aquella boda. Pero no fue así, jamás apareció.

 

 

El día esperado una joven, una súbdita del harén se acercó a mi habitación con cuidado. Sus manos sostenían un bello y gran vestido blanco, la joven que no parecía tener más de trece años me miró a los ojos con una sonrisa amplia y me comenzó a vestir.

 

 

No comprendía la razón de aquella gran y bella sonrisa, tan sólo no quise preguntar y el silencio se apodero de mi e de la habitación, pero éste no duro demasiado.

 

—Me alegra mucho que usted sea la reina de ahora en más, Tamara… ella no es buena con nosotras. Nos castiga y nos obliga a cosas horrendas, muchas de nosotras queremos ser libres… quizás usted pueda hacer el cambio y hacer que el rey Jeremy nos deje libres —La niña me comentó la situación y no tarde en romper en llanto—. El rey Jeremy nos dará la libertad si usted es una buena esposa.

 

La miré fijamente a los ojos y asentí.

 

—Lo seré, lo seré por todas ustedes —Dije.

 

Olivia hace una aparición observando con detenimiento el vestido que ella misma había confeccionado, parecía estar completamente orgullosa de su creación y a decir verdad debería. El vestido era realmente hermoso.

 

—Fuera, llego la hora —Dijo ella.

 

Respiré hondo, cerré mis ojos por unos segundos tan sólo para tomar las fuerzas necesarias y sonreí para hacer creer mucho más mi felicidad.

 

Caminamos con cuidado fuera de la habitación, los súbditos y demás nos observaban con ánimos. Al llegar al gran centro, observé a Jeremy parado mirando la corona con ansias.

 

No quería hacer esto, no era parte de mi. No amaba a Jeremy, sabía que él tampoco a mi, pero quería comandar el mundo mágico de alguna manera y al parecer ésta es la mejor que se le ocurrió.

 

La música, los pétalos rojos, los vidrios en las paredes, aquellos hermosos espejos y demás que reflejaban mi tristeza infinita. Continué caminando con la cabeza en alto, al llegar al lado de él nos miramos fijamente a los ojos.

 

Sus ojos azules me recordaron a su madre, y negué.

 

Apretó con fuerza mi mano y alzó una ceja.

 

—Bienvenidos, es la hora y todos lo saben —Dijo el hombre que nos casaría.

 

—Lo siento…

 

Dije mirándolo a los ojos, miré fijo los ojos de Jeremy. Él imitó mi accionar sin comprender.

 

Grité, grité con todas mis fuerzas y aquellos espejos y vidrios cayeron sobre él.

 

No comprendía lo sucedido, sabía que ésta era mi oportunidad.

 

Sabía que Luke no volvería y por ese motivo yo soy mi propia salvación.

 

 

 

 




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