1. ¿qué quieren los aliens? (primera edición)

Capítulo 7

—¿Saben qué me contó Angie? —Elena hace una pausa para tomar un poco de leche de su tasa—. El director recibió a los papás de todos los que están en este lío, o sea los que hasta ahora vimos ir con el alien. Dice que estaban muy enojados y que por poco no voltean la escuela y pisan sus escombros. Aparte de eso, los profes tienen que ir a un taller especial. Los aliens tienen que ver con eso último.

—¿Los profes tienen que aprendé algo? —Santi pone una mano en su boca—. Esos alien tanponiendo de cabeza toda la escuela.

Vuelvo a meter la cuchara en mi tasa para comer más leche con cereal. Mis amigos siguen espantándose entre ellos con la idea de que un profesor tenga que aprender algo de esos extraterrestres.

Durante la semana esos aliens espiaron a todo el mundo a la hora del recreo. Se reunieron en algún lugar de la escuela para debatir sus planes para dominar el mundo mental de los alumnos y experimentar con nosotros. Hasta su líder estuvo ocupado reclutando a cada estudiante que considerara digno de abducción para llevarlo hasta su oficina y no dejarlo ir por al menos un periodo de clase.

Hoy, hasta lo que va de la mañana, todo anduvo tranquilo. Mis compañeros toman su desayuno sin hacer algo más que charlar, la profe de lengua también parece absorbida por el trabajo en su registro más allá de que se da tiempo a tomar té.

Algunos compañeros aprovechan este ratito de desayuno para ponerse al día con la lectura que tanto aterra a todos desaprobar, excepto Benjamín que ahora tiene en la mano un libro nuevo. Niego con la cabeza, comenzando a sonreír de repente al verlo tomar de su tasa y pasar a la siguiente página del bloque que tiene a la mitad. Me sorprende la rapidez con la que acaba un libro para comenzar con otro.

—Ya vengo —les digo a los de mi grupo que apenas me escuchan.

Nadie presta atención a nada alrededor porque parece que de repente todo el mundo tiene miedo de desaprobar lengua, excepto por Manuel, Ismael, Yoel y Emanuel que se juntaron al fondo para tomar leche con cereal y conversar. Como dice la mami: Dios los cría y el diablo los junta.

—¿Qué dice el título? —Me apoyo en el banco de Benja, pero hago una mueca cuando una punzada en mi hombro me hace acordar que todavía estoy medio lisiado—. Me gusta la palabra con eme del título que no puedo pronunciar.

Benja traslada su mirada hasta mí, luego al libro.

—Hablas de mokingbird, To kill a mokingbird. —La pronunciación de Benja es igual que su forma de cantar: fluida y absorbente—. Matar un ruiseñor.

—¿Por qué te gusta leer esas cosas?

—Para mejorar y aprender más rápido inglés. Hago todo lo que puedo para amigarme con el idioma —me explica—. Son otras formas de estudiar.

—Hombre, si los que entrenan se desarman los músculos, tus sesos han de estar hinchados al final del día.

Benja hace un ruido extraño dentro de su tasa, luego cubre su nariz y voltea a verme.

—¿De dónde sacás esas ideas? —Se ríe, volviendo a dejar su taza marrón en el banco—. No tan así. Y, ¿cómo va tu hombro?

—Si estoy apoyado en el banco, ¿no se supone que está mejor?

Curvo una ceja mientras él sonríe de lado, bajando la mirada.

—Buen punto.

—Solo hice un mal movimiento, como predijo mi hermano. El martes me llevaron al kinesiólogo y estuve como quince minutos abajo de una luz igual a la que ponen a las lagartijas, después vino un tipo de risa nerviosa e hizo su magia. —Muevo un poco mi brazo, aunque no mucho porque todavía tira—. Me dijo que no hiciera movimientos bruscos. Hoy es mi última sesión. 

—Bueno, hora de hacer el control de lectura —anuncia la profe Mónica.

—Mierda —murmuro, alejándome del banco de Benjamín.

—Buena suerte —dice él.

Apenas si hice la tarea estos días, obviamente que leer quedaba al final de mis obligaciones e iba junto con irme a dormir. Ganaba la obligación número dos, por eso estoy en el horno con este control de lectura, y como no se apareció ningún tutor de mi parte, estoy seguro de que la profe me pedirá que me quede en el recreo.

Se dictan cinco preguntas, sencillas hasta donde puedo entender, pero imposibles para mí que apenas me acuerdo del título del libro que teníamos que leer para hoy… ¿o era para el mes?

La profe Mónica escribe algo en un cuaderno y de vez en cuando alza la cabeza; momento en el que me pongo a rascar el mentón, mirar hacia algún lado, borrar una palabra escrita debajo de las preguntas. Ella deja de mirar y yo suspiro con alivio.

Todos están escribiendo algo, incluso Elmo. Miro las preguntas en la hoja, luego a Ángel que ya va por la vuelta de una carilla.

Estoy estancado en una especie de grieta temporal. Parece que los minutos nunca pasan de mi lado del aula, pero alrededor todo sigue andando como siempre.

La profe, que hasta ahora jamás se ha despegado del frente del aula, mira su reloj. Tal vez, pasó media hora o más, por eso tiene que controlar el tiempo para luego anunciar cuánto nos queda y que sus alumnos sientan que alguien viene a azotar sus espaldas, esa inyección de adrenalina para acabar rápido.



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Editado: 07.06.2021

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