✽ Desasosiego ✽

Los días habían pasado y esa calidez compartida en la pequeña habitación de Luis había desaparecido, dejando un vacío en los dos. Los dos secretamente asustados de lo que ese afecto recibido y mostrado al otro, había podido significar. 

En especial Luis, quien no dejaba de carcomerse la cabeza, indagando interiormente todo lo relacionado a Sofía, puesto que esta parecía no querer romper el silencio inquebrantable que estaba instaurado entre ellos.  Él quería ir a visitarla, preguntarle si estaba bien, cómo se sentía, pero los nervios de que ella notara sus sentimientos al escrutar su mirada le ganaban, prefiriendo mantener distancia.

Se sentía un egoísta pues, ¿Cómo podía estar pensando en ser correspondido o siquiera plantearse en declarar sus sentimientos cuando Sofía sufría su perdida y lo difícil que era su día a día? Estaba mal, él lo sabía, y se autocriticaba el haber sentido las mariposas en su estómago y esa calidez que rodea a cualquier enamorado cuando Sofía lo había buscado en su momento de debilidad, cuando había estado llorando y silenciosamente suplicaba consuelo y protección.

Él era consciente de que Sofía de seguro no estaría pensando en él, que de seguro estaría en su habitación sola siendo devorada por la ansiedad y angustia. Aunque, tal vez tenía razón en alguna parte,  Sofía no distaba de los pensamientos que la consumían día y noche y además de todo el soportar los lamentos y disculpas de su madre, no podía detener los pensamientos que se dirigían al momento compartido con Luis hace un par de días. Sentía que si cerraba los ojos podían sentir la calidez y el afecto en las caricias recibidas de parte de su amigo.

No había dejado de darle vueltas y ya frustrada por no llegar a ninguna conclusión, decidió encerrase en el baño a tomar una ducha que la ayudara a relajarse y tomar un merecido respiro. Se desvistió y se introdujo en la ducha, abriendo la llave y dejando correr el agua por su espalda. El agua se encontraba en bajas temperaturas, muy frías, pero su cuerpo tal vez acostumbrado a la gelidez que siempre corroía por dentro, estando climatizada y sin ninguna incomodidad más allá de la tortuosa presión en su pecho.

Recuerdos fueron liberados por su traicionera mente, proyectándose como viejas películas en sus cerrados párpados, produciendo un llanto retenido en el nudo formado en su garganta.

Su padre.

Su padre ya no estaba.

Su padre se había ido para nunca volver.

Las carcajadas contagiosas, los abrazos afectuosos junto los besos, incontables palabras de apoyo, cariño y otras de reprimenda, canciones para dormir, viajes en el auto devuelta casa, consejos paternales... Todo se había ido junto a él: amor y alegría habían tomado alas y se habían desvanecido con él, dejando atrás resentimiento, dolor, lágrimas y una retahíla de malos momentos amargos.

Ya no tenía quien la defendiera, quien la protegiera o con quien pudiese contar como con su padre. No había persona a quien más admirara que él, siendo su héroe desde que estaba pequeña y tenía que enfrentarse al cruel mundo carente de sensibilidad. 

Sollozaba silenciosamente, dejando que la cascada de agua se llevara sus lamentos en secreto nuevamente. No importaba cuánto llorara, nuevas lágrimas aparecían empañando su vista. Odiaba hacerlo, prefería mil veces quebrarse por dentro que demostrarlo externamente, pues aunque parecía estar en privacidad cuando se volvía vulnerable, sus ojos hinchados al igual que su nariz enrojecida, la delataban frente a los demás, y ella no quería verse débil, no quería que la miraran con lástima o que quisieran ofrecerle "ayuda".

Ayuda

Nunca nadie la había socorrido antes, todos la miraban con desprecio o burla, nadie la tomaba en serio cuando hablaba, pero todo había cambiado luego de que el chisme de la trágica muerte llegó a oídos de todo el mundo. Si antes tenía atención por las frecuentes burlas hacia su persona e incontables miradas de desprecio y desconfianza, ahora se había multiplicado al doble, ya que todos querían saber cómo se encontraba disfrazados de una falsa preocupación. La atención que recibía le parecía ridícula e hipócrita viniendo de todos aquellos que nunca le dirigieron la palabra más que para hacerla a un lado o recordarle por qué no era aceptada entre la sociedad.

Cerró la llave dejando que el silencio de la casa la consumiera y produjera mucha más ansiedad al sentirse muy sola. El desasosiego casi la hace volver a romper en llanto, pero ya se sentía muy patética con su situación como para seguir llorando. Además, ya estaba cansada de hacerlo, siempre llorando escondida en las esquinas de su habitación o de la ducha, pues dichos lugares contaban con la soledad acogedora que prefería en esos momentos que todo parecía venírsele cuesta abajo junto a su estabilidad emocional, que de por sí, ya estaba bastante desequilibrada.

Secó su cuerpo con la toalla guindada a un lado del lavamanos, frotó su rostro intensamente tratando inconscientemente de desaparecer cualquier rastro de debilidad. Internamente sentía un rechazo hacia su persona, que al verse en el espejo no pudo evitar formar una mueca de asco al atisbar sus enrojecidos ojos y en general todo su rostro. Podía percibir fácilmente el decaimiento de sus facciones, sus ojeras coloreadas de un fuerte púrpura fruto del insomnio que padecía en las noches, piel inusualmente pálida y ojos hundidos en desesperación... Cuando llegó a los últimos en su recorrido, no pudo evitar apartar la mirada, sintiendo la repulsión recorrer en su cuerpo.

Salió sin más de allí directo a su habitación a pasos apresurados, pretendiendo esquivar el posible encuentro con su madre. No le molestaba tener que demostrarle el gran desprecio que le dedicaba cada vez que se cruzaban, pero esta vez solo quería estar en paz y no perturbarse más.

No contaba que al empezar a vestirse con uno de los suéteres que estaba regado entre la habitación, encontrara una desgastada y arrugada hoja en uno de los bolsillos de la prenda. Al desdoblar el papel, pudo comprobar que se trataba de aquella lista que le había dado Luis hace ya una semana.