✽ Caramelos para dos ✽

El camino a la tienda de víveres era relativamente corto, tal vez unos diez minutos desde casa. Claro, el estar acompañado, parecía disminuir el tiempo. Sofía reconocía que, desde siempre, Luis ha sido una de sus mejores compañías para ir o estar en cualquier lugar. El chico podía llegar a ser tan conversador y sacaba temas de conversación de lo más divertidos relatando sobre cualquier cosa. Pero había otras veces, justo como esa que tenía la capacidad de leer su comportamiento y captar todas sus emociones para darle esa compañía que necesitaba, una donde el silencio era acogedor. Cada quien, disfrutando del refrescante aire libre, más no se encontraban absortos en sí, solo que Luis podía advertir que Sofía no se hallaba para hablar con él como antes. Ya era mucho con que saliera por fin de su casa, no la presionaría y dejaría que ella tuviera la iniciativa como lo había hecho antes para contactarlo, cosa que lo había sorprendido y alegrado de sobre manera.

Cuando llegaron al local, no dudaron en adentrase y recorrer los pasillos. Hace mucho que no iban y se sentía como un deja vu cuando se encontraban al final de los pasillos, ambos por caminos separados, pero al final encontrándose al final del pasillo. Una sonrisa se escapó del uno y del otro, regalándose una timidez que era rara entre ellos.

Llegaron a la sección de caramelos y encontraron los tan atesorados caramelos de dulce de leche. Estaban encantados de ver que la tienda aún los encargaba para venderlos. Sofía tomó la bosa y la metió en la cesta de compras que había agarrado en la puerta del negocio. Pero Luis no se detuvo ahí porque insistía en llevarse más de una bolsa de caramelos.

- ¿Por qué no llevamos los de menta? - inquiere mientras se adueña de una de las bolsas del caramelo antes mencionado.

-Esos te producen gases, Luis. - refutó Sofía, viendo como a su amigo se le coloraban las mejillas.

- ¡No es cierto! - se defendió vagamente, cuando sabía que la mayor tenía razón. Volvió a dejar los de menta en el estante nuevamente, pero luego tomó los de chocolate. -Estos sí nos los llevamos. - dijo seguro.

- ¿Los vas a pagar tú?

-Por supuesto, siempre pago todo, Sofía. - aseguró como si fuera obvio. Sofía rodó los ojos y lo dejó pasar. Luis no estaba en lo cierto, la verdad es que ambos tendían a turnarse cuando había que pagar algo en alguna de sus salidas.

-Está bien, llévalos. – dijo, no dándole importancia. De todas maneras, ella solo había ido ahí por sus caramelos de dulce de leche. Pero lo que no recordaba en ese momento Sofía, era que su acompañante era un fan de los dulces, y mucho más de los caramelos, así que sin que Sofía se diese cuenta, había logrado escabullir tres bolsas medianas en la cesta de compras.

-Buenas tardes, jóvenes.- saludó la cajera con una sonrisa comercial ligeramente genuina.- ¿Qué van a lleva?- Sofía solo la vio sin sonreírle devuelta,  y su mano se dirigió a la cesta para tomar su compra, percatándose allí que había más de un producto. Se dio cuenta que se encontraban tres bolsas adicionales a los de dulce de leche. Su mirada se fue directamente hacia Luis quien apartó la mirada hacia el techo en gesto falsamente inocente.

-¿Es en serio, Luis?-bufó- No cambias.- murmuró ganándose un tierno puchero del aludido. Negó con s cabeza, pero se encontraba divertida de la situación, a pesar que no lo demostrara externamente.

-Tú dijiste que los podía llevar si yo pagaba.- se defendió el muchacho.

-Me refería a los chocolates... 

-¡Anda, Sofi!- rogó Luis. La chica rodó los ojos, pero terminó aceptando consiguiendo una gran sonrisa en su mejor amigo. 

La cajera vio la escena con gracia. Aunque la chica encontraba a su clienta muy amargada y esquiva, no pudo evitar pensar que Luis parecía un chico muy lindo. Frente a sus ojos, los jóvenes parecían una pareja adolescente, pero no encontraba compatibilidad en sus diferentes personalidades. 

-Esto es todo.- dijo Sofía El camino a la tienda de víveres era relativamente corto, tal vez unos diez minutos desde casa. Claro, el estar acompañado, parecía disminuir el tiempo. Sofía reconocía que, desde siempre, Luis ha sido una de sus mejores compañías para ir o estar en cualquier lugar. El chico podía llegar a ser tan conversador y sacaba temas de conversación de lo más divertidos relatando sobre cualquier cosa. Pero había otras veces, justo como esa que tenía la capacidad de leer su comportamiento y captar todas sus emociones para darle esa compañía que necesitaba, una donde el silencio era acogedor. Cada quien, disfrutando del refrescante aire libre, más no se encontraban absortos en sí, solo que Luis podía advertir que Sofía no se hallaba para hablar con él como antes. Ya era mucho con que saliera por fin de su casa, no la presionaría y dejaría que ella tuviera la iniciativa como lo había hecho antes para contactarlo, cosa que lo había sorprendido y alegrado de sobre manera.

Cuando llegaron al local, no dudaron en adentrase y recorrer los pasillos. Hace mucho que no iban y se sentía como un deja vu cuando se encontraban al final de los pasillos, ambos por caminos separados, pero al final encontrándose al final del pasillo. Una sonrisa se escapó del uno y del otro, regalándose una timidez que era rara entre ellos.

Llegaron a la sección de caramelos y encontraron los tan atesorados caramelos de dulce de leche. Estaban encantados de ver que la tienda aún los encargaba para venderlos. Sofía tomó la bosa y la metió en la cesta de compras que había agarrado en la puerta del negocio. Pero Luis no se detuvo ahí porque insistía en llevarse más de una bolsa de caramelos.

- ¿Por qué no llevamos los de menta? - inquiere mientras se adueña de una de las bolsas del caramelo antes mencionado.

-Esos te producen gases, Luis. - refutó Sofía, viendo como a su amigo se le coloraban las mejillas.

- ¡No es cierto! - se defendió vagamente, cuando sabía que la mayor tenía razón. Volvió a dejar los de menta en el estante nuevamente, pero luego tomó los de chocolate. -Estos sí nos los llevamos. - dijo seguro.