1000 y un historias antes de dormir

Cartas desde la órbita

cartas desde la órbita

Año 2179.
El cielo ya no era azul, sino un gris nuboso que abarcaba toda la superificie.
La humanidad había dejado la Tierra en busca de algo que llamaban “El nuevo comienzo de la hunanidad”, aunque en realidad seguían persiguiendo lo mismo: sobrevivir y expandirese.

Lía era ingeniera en comunicaciones del satélite Era-XIX, un anillo de investigación que orbitaba alrededor del planeta minado. Su trabajo era simple: mantener activa la red interestelar de mensajes entre las colonias humanas. Millones de transmisiones cruzaban el espacio cada dia, datos encriptados que hablaban de cosechas, nacimientos, guerras, despedidas, recursos y fallecimientos.

Un día, entre el tráfico de datos, apareció una señal antigua. Muy antigua.
Un mensaje con código del año 2086, más de noventa años antes.

La transmisión era incompleta, encriptada y distoricionada pero se podia oir una voz.
Era masculina.
Decía:

“Para Lía. Si alguna vez recibes esto… ya no estaré ahí. Pero quiero que sepas que terminé el jardín.”

La sangre se le heló.
No podía ser.

Ese nombre, esa voz, pertenecían a Adrián, su pareja, muerto hacía tres años en un accidente minero en la colonia de Europa XVII. Sin embargo, el registro indicaba una fecha imposible: el mensaje fue emitido casi un siglo antes de su nacimiento.

Durante días, Lía intentó descifrar el código fuente. Ningún algoritmo de compresión explicaba el desfase temporal. El mensaje no provenía de una línea física; parecía transmitido a través de una curvatura de tiempo residual, un fenómeno teórico apenas mencionado en la Academia.

Mientras investigaba, nuevos fragmentos comenzaron a llegar.

“He reconstruido el muro del jardín. Falta la puerta. Si estás leyendo esto, probablemente ya la hayas cruzado.”

“No sé si me escuchas en tu tiempo o en otro. Pero seguiré enviando mensajes mientras la red me lo permita.”

Lía dejó de comer. De dormir.
Vivía pendiente del canal 34.7, el que correspondía a la señal fantasma.
A veces pasaban días sin actividad. Otras, recibía palabras sueltas, musica,imagenes aleatorias, pitidos , coordenadas.

Hasta que una transmisión mostró un video : un jardín flotando en el vacío, con flores azules que parecían moverse al ritmo del pulso estelar. En el centro, un hombre sostenía una planta diminuta dentro de un frasco. Era Adrián. Pero envejecido.

“El tiempo no es una línea, Lía —decía—. Es un jardín. Cada flor es una posibilidad, y nosotros somos los jardineros que deciden qué florece y qué muere.”

Ella comenzó a hablarle, aunque sabía que sus respuestas no llegarían. Grababa mensajes, los encriptaba y los dejaba en la red como botellas en un mar digital:

“Sigo orbitando, Adrián. Tus flores siguen vivas. No sé si me oyes, pero estoy aquí.”

Años después, el Era-XIX fue dado por perdido. Las últimas transmisiones que la red logró recuperar mostraban una serie de pulsos de luz provenientes de su órbita, cada uno perfectamente sincronizado con la frecuencia de la señal de Adrián.

Al descodificarlos, los técnicos encontraron una frase repetida:

“El jardín está completo.”

Nadie supo quién lo escribió.
Pero en la superficie destruida de la Tierra, en las ruinas de un observatorio, una flor azul comenzó a brotar entre el polvo.



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En el texto hay: relatos, antologias, relatos breve

Editado: 25.10.2025

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