1000 y un historias antes de dormir

La mansion de Robleviejo

En el pequeño pueblo de Robleviejo, había una casa que nadie quería comprar.
No porque estuviera en ruinas ni por su precio —de hecho, era barata, demaciado barata para la epoca—, sino porque se decía que dentro de ella el tiempo no pasaba igual.

Los viejos del lugar contaban que, al cruzar el umbral, los relojes se detenían y los espejos empezaban a reflejar cosas que no estaban o personas...
Claro, nadie creía esas leyendas locales . Hasta que al pueblo llegó Valeria, Vale para los amigos, una aficionada restauradora de arte que no temía a las leyendas ni mitos locales.

Había oído hablar de la casa mientras buscaba un taller donde trabajar. El edificio estaba en la calle del Molino,era una estructura de madera húmeda y ventanales con estilo gótico cubiertos por cortinas desgarradas y destruidas por el sol y la falta de cuidado. Dentro olía a madera podrida, humedad.

Depues de todo paso mas de 400 años sin mantenimiento ni habitantes.

Valeria alquiló el lugar por tres meses.
Las primeras semanas fueron normales: limpiaba, catalogaba cuadros,libros y dormía en el piso de arriba.
Pero una noche, mientras pintaba, escuchó un golpe seco en el pasillo.
El espejo del baño —una pieza grande con marco de oro — tenía una grieta nueva, justo en el centro.

Pensó que era el cambio de temperatura.
Hasta que, al día siguiente, el espejo volvió a estar intacto.

A partir de entonces, comenzaron los reflejos falsos.
Veía su cuerpo moverse un segundo después que ella.
Cuando se acercaba, el reflejo parpadeaba distinto.
Y algunas noches, mientras dormía, juraría que oía respiraciones que no eran suyas.

Decidió tapar el espejo con una sábana, pero la tela amanecía siempre en el suelo.
Una madrugada, cansada del insomnio, se miró directamente en él. Su reflejo sonreía antes de que ella lo hiciera.

—¿Quién eres? —susurró.
—Tú —respondió la imagen—, pero de cuando aún no habías nacido.

Valeria retrocedió, tropezando con la mesa. El sonido del vidrio estallando llenó la habitación.
Al mirar al suelo, vio los fragmentos del espejo moviéndose lentamente, como insectos.
Cada pedazo reflejaba algo distinto: uno mostraba el cuarto en ruinas; otro, un mar negro y sin luna; otro, una versión suya envejecida, con los ojos cerrados.

Durante semanas intentó abandonar la casa, pero siempre terminaba regresando.
El camino se repetía, las calles giraban sobre sí mismas.
Solo el reloj del campanario seguía marcando la hora… aunque nunca la misma dos veces seguidas.

En su diario —que el sheriff encontraro después—, escribió:

“Creo que la casa no está maldita. Creo que simplemente está viva.
No devora carne, sino tiempo. Y los espejos son sus ojos.”

La última anotación decía:

“Hoy, mi reflejo me ha pedido que le deje salir. Prometió que si lo hago, podré descansar. Dice que no me dolerá.”

El diario se interrumpe ahí.

Un mes después, un turista que exploraba Robleviejo vio a una mujer idéntica a Valeria restaurando una iglesia cercana.
Cuando la saludó, ella sonrió, pero sus movimientos eran muy rígidos e inhumanos, medidos, como si necesitara recordar cada gesto antes de hacerlo.

Esa misma tarde, el espejo del baño volvió a aparecer en la casa abandonada.
Esta vez, sin grietas.

Y quien se asome podrá ver, durante un segundo, a una mujer detrás del cristal, golpeando con los nudillos, pidiendo que la dejen salir.



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En el texto hay: relatos, antologias, relatos breve

Editado: 25.10.2025

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