Una ciudad sin chiste, un empleo cualquiera, un departamento poco inusual, una persona completamente diferente y unos ojos que lo ven todo. Esa era mi vida, hasta ese día que lo cambio todo, no sé qué fue lo que lo llevó a ese lugar, tal vez el destino cruel le gustaba verme sufrir, el karma por las mentiras de mi adolescencia o una vieja maldición, pero de algo si puedo estar segura; nada es coincidencia. Mi nombre es Nun, tengo 27 años, mis padres murieron años atrás, sin familia, vivo en una pequeña ciudad, me dedico a las ventas en una tienda departamental, vivo en un pequeño departamento perfectamente ordenado, sin pareja y mis compañeros de trabajo dicen que soy una nerd, me gustan los libros, mangas japoneses y el anime, además de las buenas películas, soy un ser humano normal, vivo con mi mejor amiga Hilal.
Mi pesadilla empezó el 3 de marzo a las 11:11 de la mañana y parece no terminar nunca, según las leyendas urbanas se cree que ese momento es perfecto para pedir un deseo, pues creo que solo sirve para tener mala suerte, justamente en ese momento yo estaba desayunando ya que fui temprano a la tienda para poner nueva mercancía, pensé que sería como siempre, un día común y corriente, pero en realidad mi jefa me presentó a mi nuevo compañero llamado Khasuba.
-¡Por Dios! ¿Qué paso aquí? Un tornado- dijo el hombre que acompañaba a mi jefa con tono irónico.
-¡¿Perdón?! ¿Quién eres tú?- le respondí furiosa.
-Lo siento, mira Nun, él es Khasuba y será tu compañero de turno- me señala al sujeto más insoportable que haya conocido, y eso es decir mucho.
-¿Qué pasó con Andy? ¿Porque en mi turno?- dije sorprendida y molesta.
-Esas son las ordenes Nun y tienes que acatarlas sin chistar, ¿ok?- mi jefa me respondió enojadísima, sus ojos me atravesaban con la mirada.
Mi estilo de vida cambio por completo ese día, aparentemente mi compañera de turno se había ganado la lotería y renuncio, así que me asignaron al nuevo para inducirlo en el negocio de las ventas por ser la veterana de la tienda. Que excusa más idiota, el tipo no tenía ni la mínima idea de lo que tenía que hacer, interrumpieron mi desayuno y mi paciencia se estaba acabando. El sujeto era tan molesto que la única razón por la que podría estar ahí eran influencias de los dueños de la tienda, así que esa fue mi impresión al conocerlo.
El reloj caminaba tan lento y yo tenía mucha hambre, pero era imposible, así que tendría que esperarme a la hora de la comida. El sujeto no avanzaba y retrasaba el trabajo, su lógica para acomodar la ropa era inexplicable, nada fluía y todo el trabajo estaba retrasado. La vida se cobró algo muy malo dándome como regalo a mi nuevo compañero. Ese día, no desayune, comí cualquier cosa en la calle, los clientes le tomaban más atención a las historias de mi nuevo compañero que a la mercancía que les ofrecía y por último mi jefa me regaño por no tener organizada la ropa de temporada, así que tuvimos que quedarnos tarde para realizar todo el trabajo retrasado del día y para colmo mi compañero desapareció en medio de la noche. Todo era un caos, nada era normal, mi nivel de estrés se disparó por los cielos, llegue a las dos de la mañana, parecía zombie, cansada y muy enojada. Por fin estaba en mi casa, en mi cama y tomándome un delicioso té verde con valeriana para calmar mis nervios. Recostada sobre mi almohada recorrí todo el día en cinco minutos, así que decidí relajarme y descansar.
Mi amiga se percató de mi llegada y fue a mi habitación, lo mejor de esa noche fue desahogarme con mi mejor amiga,
-Eres poco comprensiva Nun, no debes juzgar a la gente, el sólo es torpe- se sentó a un lado de mi cama.
-Lo dices solo porque no lo conoces- replique molesta y adormilada.
-Ni tu tampoco- me miro sonriendo.
Después de esa pequeña discusión ambas nos recostamos y empezamos a recordar con lo que soñábamos cuando nos conocimos. Siempre que tenemos un mal día hacemos lo mismo, nos tiramos en la cama y comenzamos a fantasear con esos sueños ridículos y torpes de adolecentes locas para hacer más amena la situación actual, así que terminamos riéndonos de todo lo malo y tomamos impulso para seguir adelante para conseguir esos sueños locos. El día fue complicado, pero agradezco que Hilal esté ahí siempre que lo necesito y me devuelva las ganas de seguir nuestra amistad no es fácil. Pero ambas sabemos que siempre estará la una para la otra en cualquier situación.
-Debes darle una oportunidad, sé que la paciencia no es tu fuerte, pero recuerda que todos empezamos igual- me mira fijamente con sus ojos tristes y molestos.
-Lo siento, pero mi paciencia ya se acabó y no puedo controlar mi gran desesperación, si tan sólo lo vieras con su cara de despreocupación y su andar de flojera. Pareciera que está más somnoliento cada minuto que pasa. Lo encontré dormido en la bodega a la hora de la comida. En serio no es alguien normal- estalle en cólera.
Era verdad lo que opinaba, parecía un drogadicto en rehabilitación y yo sería la victima perfecta para su plan destructivo, antes de dormir me convencí que sería diferente en la mañana y que guardaría mis juicios prematuros en una maleta que enterraría en lo más profundo de mi cerebro.
Dormí solo cinco horas, así que mi aspecto era muy similar al de mi nuevo compañero, que ironía, me quejé tanto de esa apariencia que termine igual. Ojerosa, despeinada y malhumorada. Mi despertador no sonó, así que me quedé dormida, se terminó el agua caliente del baño y para colmo no había combustible para cocinar mi desayuno. Hilal se fue temprano a la tienda para recibir un pedido, así que estaba sola con los problemas domésticos. Respire profundamente y continúe con mi terrible mañana.
El comienzo fue poco desafortunado, pero continuaba corriendo el reloj, así que esperaba que mi día mejorara de alguna manera.
-¡Demonios!- pasó un taxi por un charco de agua estancada, empapando mis pantalones y parte de mi blusa, era increíble que me sucediera esto precisamente a mí en este día, ya no podía regresar a cambiarme, si lo hacía, el camión me dejaría, así que decidí irme así. Y para colmo el conductor del taxi me gritaba furioso, como si yo tuviera la culpa.
En la parada del camión todos se me quedaban viendo, a decir verdad no era la misma de todos los días, me sentía diferente, algo había cambiado en mi vida y yo podía sentirlo.
Ya con una hora de retraso por fin llegué a mi trabajo. Como era de esperarse mi jefa me sermoneo como nunca y no precisamente por el retraso, mi jefa era comprensiva en esas cuestiones. Sin embargo parecía histérica cuando me vio llegar. Se fue directamente hacia mí y empezó a gritarme descontroladamente.
-¿Que rayos te pasa Nun?- parecía que los ojos se le salían de la cara.