12 cartas a la muerte

2. Llamadas pérdidas

Deslumbrantes sueños he tenido, muchos mejores que otros y ninguno se ha vuelto realidad hasta ahora. Pronto subiré a la cúspide de la felicidad, pero no solo, eso nunca más. Este sentimiento de un alma conectada y repleta de recuerdos, aunque con el deseo imparable de querer más, sin importar desbordar la dicha y quizás tú lector penséis que soy muy meloso, pues bueno, hay que vivir en los dos polos de la vida. Vivimos balanceando y equilibrando, cuidando de no caer en agonía, haciendo piruetas evitando la inaudible desgracia, ¡Aquellos momentos vividos! Podrían retorcer tu piel de miedo y romper tus dientes cuando intentes imaginar aquellas perturbadoras cosas, pues si soy feliz es porque la luz es solo la falta de oscuridad. A través de letras plasmó pensamientos diluidos de amor y odio.

Al despertar el siguiente día, preparo mis maletas para el viaje, noto que Vincenzo no está, quizás fue a comprar algo, el reloj marcaba las 8:30 AM, me daría tiempo para ducharnos, comer e irnos al aeropuerto.

Termine de ducharme, me arregle y todavía no había llegado, le intenté llamarle por celular, pero estaba ocupado y le envié una caravana de mensajes, esperando respuesta al respecto, me prepare unos waffles con miel, un poco de cereal con leche y un jugo de naranja orgánico.

Ya eran las 9:30 AM ya tendríamos que salir, solo pensaba en que este idiota me ha jugado una broma y se ha ido solo, o me quieren jugar una sorpresa en el aeropuerto y vi que los boletos estaban en la mesa, los tome y fui al coche, guarde las maletas y cuando me dispuse a entrar ha entrado una llamada a mi celular, era Vincenzo.

—Pero ¿dónde estás? Ya es hora que nos vayamos al aeropuerto, tengo conmigo tú boleto.

—Es que ha ocurrido algo— me dijo con una voz alterada, se notaba la desesperación en su tono, la cual me ha transferido automáticamente.

—¿Qu...ee, Que ha pasado? Dime.

—Giuseppe, las chicas se han accidentado, Ileana está estable, pero...

En ese momento mi mundo se congelo, quizás esa sea la palabra más mortal de todas, de todas las lenguas, sin duda es la palabra maldita, que puede transformar una buena noticia en desgracia inigualable y tornar tu mundo en penumbras; Miles de cosas se me han pasado por la cabeza y nunca pensé en aquello que no se puede tolerar, no soy tan fuerte para eso, solo puedo esperar e implorar a que está maldita palabra no sea vía a mi tormento, mi corazón tan acelerado estaba que no cumplía función, me calme ya que note que me había perdido

—Giuseppe, hombre, ¿estás bien? — me dijo Vincenzo ya que no le respondía y cómo hacerlo si mi alma salió de mi cuerpo, pero, ¿Por cuánto?

—Si, si, dime que le ha pasado a Leti.

—Ella murió.




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