12 De Octubre: aves de estación

Único capítulo (si)

Las creencias de este mundo se han establecido para quedarse, no hay quien crea en otro dios más que el que la ley dicta; no se permite, no se intenta siquiera.

A una sola voz todos responden a lo que se ordena, y quien se atreve a desafiar alguna cosa acaba silenciado. Se cumple, sin rigor ni ciencias necesarios para la simple tarea de obedecer ciegamente, tarea que esta en cada paso dado, jamás se cruza la línea que separa de lo correcto aquello que no lo es, y la gente jamás perdona las ofensas.

12 de Octubre de 1502.

 Esta listo, ambos lo estamos, me pregunto si hice lo correcto al empujarlo hacia el acabose de la vida, después de todo puede que antes fuera felíz, que no necesitara esto, que la monotonía en un hombre monótono (aunque fuere a la fuerza) es una hermosa melodía repetida sin cesar. ¿Y si esto no es lo que quiere?, ¿Y si falla?...

- Callate.   

 Sube al borde, se arrima al destino…Los cielos grises. En contraste con el naturalmente cálido ambiente de la ciudad hay un frío desconsolador. Las mujeres gritan, los hombres lanzan maldiciones, los niños utilizan sus gomeras con él. El ave es sorda, la gente odia, el ave ignora, la gente calla, el ave salta, el mundo llora... 

 Juntos estamos en el cielo, la brisa corta nuestro cabello, siento el frío de su cuerpo. Ahí esta, una sonrisa tallada en el rostro que alguna vez fue marfil, y hoy esta curtido por el odio nacido en cuna de ignorantes. ese instante de gloria será el último que pase junto a él, y no podría ser mejor… 

 12 de Octubre de 1467

 La niña jugaba en la alcoba y lo escuchó, golpe seco contra la tierra, algo había caído del corroído techo de la capilla. Asustada solo por instante, se recompuso y llamó en un tono que delataba cierto acostumbramiento a la directora.

- Eh! Señora directora, lo ha vuelto a hacer!

 Cara de acero fundido, hábito empapado en sudor, el yeti para algunos, satanás para otros, todo depende de la historia que se tenga con ella. Esta monja, toda una practicante de la fe, se había desmayado más de una vez del cansancio mientras azotaba a sus pupilos aterrados. Manos callosas sostenían la pala que traía a cuestas. Como verdugo se acercó a la muchacha para ver porque la reclamaba.

- Es él, me parece que a vuelto a intentar volar con una de esas cosas...

 La ira se apoderó de godzilla, el muchacho estaba desobedeciendo las sagradas órdenes de los dioses. Ya era la tercera vez del año, no se la perdonaría, ciertamente no. No era aceptable que un muchacho de 15 años siga desafiando la más importante de las verdades. 

 Fue con su arma hacia donde estábamos, el chico aún no podía levantarse, yo estaba junto a él, aturdido por el golpe. Las alas estaban por el piso, otra vez… 

 "Sor dolor" tomó la pala, la levantó por encima de sus hombros sin pestañear. No necesitó pensarlo, el fierro cayó con el peso del prejuicio (y de la gravedad) sobre la cabeza del joven, abriendola por la mitad. Se desplomó su cuerpo casi sin vida, yo caí junto a él, lo vi una última vez (creía yo), sus ojos no eran los mismos, estaban vacíos, desorbitados como si no me reconociera…

 Luego del palazo en la cabeza algunas monjas cosieron el agujero que se le hizo en la nuca y lo dejaron en reposo. Pasaron días, quizás una semana, y el no despertaba… Recién a los 15 días abrió sus ojos, estos tenían la misma mirada, apagada, desmemoriada, desconocida…

- ¿Dónde estoy?, ¿Quién soy?

 Esas fueron las únicas palabras de su boca que necesité oír, sabía ya que estábamos perdidos…

 12 de Octubre de 1501

- Nuevamente otro día. Adivinaré, solo iremos a trabajar…

-

- Hombre, dime la verdad, ¿acaso no estás hastiado de esta rutina? ¿Crees siquiera que vale la pena? Nadie jamás te agradece tu sacrificio y yo se muy bien que odias tu día a día, ¿No piensas que…

- Silencio, me perturbas. Debo ir a trabajar.

- ¿Por qué?

- Porque debo, cállate.

 El sol, imponente, escaló por los cielos hasta marcar el mediodía. Aquel hombre, cansado de trabajar la tierra, fue hasta su hogar para buscar algo de comer. Mientras cabalgaba cual caballo en el desierto, se quemaba su cicatriz en la nuca al sol, un tajo grande que se llevó el pasado, para así no devolverlo…

 La comida, fría como siempre, lo esperaba en la mesa destartalada que arrancaron de la casa de un muerto. Su mujer lo besó y sin detenerse a charlar volvió apurada a su costura. Él se sentó bien dispuesto a comer cuando comenzó.

- Mírala a tu mujer, ni verte siquiera puede ¿Acaso eres tan iluso para pensar que te ama? Su sonrisa plástica frente al hilo, obsérvala, nota su desdén, ¿crees que le importas?. Es más, dudo que tus hijos sepan tu nombre. ¿por ellos te sacrificas? No dudarían en mandarte al fuego en la menor oportunidad que tuvieran, si eso les diera alguna ventaja. No significas nada, si mañana mismo calleras muerto todo sería igual, no quedarías en sus memorias.

 Estruendo se escuchó en la casa, la mesa y todo sobre ella cayó con el peso de la frustración de un hombre. La mujer se exaltó, giró súbitamente la cabeza y luego volvió a su costura, indiferente. Furibundo, tomó sus cosas y volvió al trabajo, maldiciendo entre dientes.

- Maldita alma mía, ¿Por qué no te callas de una vez? No soporto oir tu voz, me duele.

- Eso que te lastima, oh hombre caído, es la verdad, y te seguiré molestando hasta que la realidad que cuente no te duela en absoluto.

 El pobre desdichado tomó el rastrillo y siguió con su tarea. Cuando el sol caía, cansado de posar para el mundo, una majestuosa bandada de aves atravesó los cielos.

- Eleva tu vista, infeliz. Mira a las aves del cielo, mira lo libres que son, ¿No deseas unirte a ellas? Sin preocupaciones ni desdichas, solo la brisa y la grandeza como tus compañeras. Dime la verdad ¿No deseas esa vida?




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