La familia Real de Castelar ha gobernado el reino durante generaciones, siendo venerada por su linaje noble y su compromiso con el bienestar del pueblo. Originalmente eran conocidos por su honor, justicia y sabiduría, siendo considerados como protectores del reino y sus habitantes.
Sin embargo, como el tiempo pasó y las generaciones sucedieron, la familia Real comenzó a sucumbir a la corrupción. Fue un proceso gradual, alimentado por la ambición desmedida, la envidia y la sed de poder. Los líderes de la familia se volvieron más preocupados por mantener su posición y expandir su influencia que por el bienestar del reino.
Fue durante uno de los períodos más oscuros de la historia de Castelar que los demonios encontraron una oportunidad para infiltrarse en el reino. Aprovechando las grietas en el corazón de la familia Real, los demonios comenzaron a tejer sus engaños y manipulaciones, ofreciendo poder y riqueza a cambio de lealtad y servicio.
Al principio, los líderes de la familia Real rechazaron las ofertas de los demonios, conscientes de los peligros que representaban. Sin embargo, con el tiempo, la tentación se volvió demasiado grande y la corrupción se arraigó más profundamente. Los demonios encontraron vasallos dispuestos entre los miembros de la familia Real, prometiendo cumplir sus deseos más oscuros a cambio de su alma.
Con el tiempo, la corrupción de la familia Real se hizo evidente para todos. Sus acciones se volvieron cada vez más despiadadas y sus decisiones más egoístas, causando sufrimiento y miseria entre los habitantes del reino. La gente comenzó a desconfiar de sus gobernantes, y la sombra de la tiranía se cernió sobre Castelar.
Finalmente, la corrupción llevó al colapso del reino. Los demonios, aprovechándose del caos y la desesperación, se alzaron al poder, sumiendo a Castelar en una era de oscuridad y sufrimiento. La familia Real, una vez venerada y respetada, fue vista como los arquitectos de la desgracia del reino, condenada al desprecio y la infamia.
La historia de la familia Real de Castelar y su caída en la corrupción sirve como una advertencia sobre los peligros del poder desmedido y la falta de moralidad. Es un recordatorio de que incluso los más nobles y poderosos pueden caer ante la tentación, y que el precio de la corrupción es alto y despiadado.