12 lobos

Capítulo 10. Editado.

 

A la mañana siguiente Amelie fue la primera en despertar, bueno no la primera pues aquel vampiro permanecía despierto y alerta aun prestando atención a todo lo que acontecía a su alrededor, no quería inconvenientes en lo que restaba de viaje, para él su mayor propósito era mantener a aquella joven a salvo de todo riesgo y hasta el momento estaba haciendo un buen trabajo.

Poco a poco los hermanos fueron uniéndose a ambos para emprender el viaje hacia el supuesto hogar de la chica. Cosa que aún mantenía inquietos al trio de lobos. En especial a Caleb, quien mantenía un ligero mal presentimiento y desconfianza con todo ese asunto. Un cosquilleo en su nuca que le advertía del peligro debía hacerle caso, pero no quería volver a contradecir a Amelie. Aquella historia parecía una real mentira y el miedo de caer en una trampa carcomía el cuerpo de aquellos chicos, Caleb continuaba siendo el más ansioso de todos, pues el temor de que la historia se repitiera le ponía de nervios. No quería que una vez más sus manos estuvieran llenas de la sangre de quien se había robado su corazón. No quería ser responsable de que ella perdiera la vida, la sola idea de imaginarla muerta le hacía sentir enfermo.

  • Sigo creyendo que esto es solo una vil mentira de este sujeto. — Dijo Caleb quien en ningún momento le quito los ojos de encima al vampiro.
  • Ya te dije que es verdad, sus pensamientos son reales. —  Agrego Mauro que se mantenía junto a su hermano en todo momento. —  No veo mentira en su mente.
  • Aun así, no me fio ¿Una princesa? Esa historia no logro comprarla. Si parece una princesa y por los mil demonios es idéntica a Stella ¿Pero una princesa?
  • Te puedes volver a casa. —  Interrumpió Amelie a ambos luego de pasar por entre medio de los hermanos. —  No tienes que seguir aquí si no quieres.
  • Me pediste que viniera ¿No? Porque me necesitas a tu lado, aunque no quieras aceptarlo, me quieres junto a ti. – Susurro en voz baja cerca de su oído. Esbozo una sonrisa al notar su pulso acelerarse.

Ese comentario por parte del moreno basto para enfurecer a Dante, quien sin previo aviso se arrojó sobre su hermano comenzando a propinar veloces golpes contra el rostro de su hermano, quien obvio respondió empujándole con ayuda de sus pies haciéndole caer varios metros más allá. Un enfrentamiento iniciaría y estaba claro que las cosas se saldrían de control. Y todo por un simple comentario, que claro tenía aquella intención, provocar la irá de Dante. Mismo que se había estado conteniendo desde hace bastante tiempo.

Caleb, se puso de pie dispuesto a lanzarse contra su hermano, quien estaba en posición de ataque. Estaba por sostenerle del cuello, más la joven chica se interpuso en su camino recibiendo ella el ataque por parte del moreno. No podía respirar, sentía la asfixia al ser su cuello apretado con tal fuerza.  Al darse cuenta de sus acciones, la soltó siendo cargada por el vampiro, quien de una sola patada lanzo lejos al moreno, quien no opuso resistencia alguna, pues había herido sin querer a la chica que amaba. Tal cual como había sucedido hace tiempo ya. Estuvo a tan solo unos segundos de quitarle la vida. Su corazón comenzó a bombear con fuerza, en cualquier momento se saldría de su pecho.

  • ¿Se encuentra bien? –Cuestiono Marcus mientras la dejaba con sumo cuidado sobre el césped.
  • Lo estoy, gracias y descuida. No pasa nada. Y ustedes joder ya dejen de pelear quieren. Para ser tan viejos son unos completos imbéciles. Parecen un par de niños peleando por el último dulce del plato. Idiotas.
  • Lo siento Amelie. Lo siento. —  Caleb le vio arrepentido, manteniendo la mirada baja. No tenía cara para mirarla a los ojos, estaba arrepentido, nuevamente la culpa lo estaba carcomiendo por dentro. —  Pero ¿Por qué demonios te cruzas? Casi te mato joder. No debiste interferir.
  • Idiota.  —  Murmuro Dante.
  • Silencio todos. —  Mauro alzo la voz por primera vez. —  Se acercan vampiros.
  • Descuida. — Marcus le detuvo de inmediato. —  Son mis compañeros, nos harán compañía durante el viaje, pasando esa montaña las cosas no son para nada seguras, ni siquiera para ustedes tres. Hay nómadas peligrosos por todo el lugar. No son civilizados, son asesinos natos y si no saben cómo detenerlos, sus ojos serán lo último que ustedes verán. Ellos nos ayudaran a cubrir el aroma de mi princesa. Serán de mucha utilidad. Así que les pido que no muestren sus dientes y mantengan la calma. Sean buenos perros. Avancemos entonces. — Dijo Caleb quien ya se encontraba de pie. – Y si me vuelves a decir perro. Te corto la puta garganta.

Luego de ese complicado momento y la espera de que la joven se recuperara por completo de ese ataque involuntario por parte del moreno, emprendieron nuevamente el viaje y tal como lo había dicho el vampiro poco a poco comenzaba a sentirse la presencia de otros que intentaban acercarse, los distintos aromas se hacían presentes a cada instante, pero eran detenidos por los compañeros de este quienes al parecer eran bastante poderosos y agiles y lograban detener a los intrusos con bastante rapidez. O los enemigos que intentaban acercarse no eran del todo fuertes, ambas opciones eran válidas.

La noche nuevamente cayó sobre los aventureros, quienes acamparon en medio de un claro siendo resguardados por aquel grupo de vampiros cuyos rostros aun eran desconocidos para todos los demás. Pues desde que habían sido percibidos se habían mantenido ocultos entre las sombras. El silencio era incomodo, todos se mantenían en paz total, aunque solo era apariencia, pues en el interior todos mostraban preocupación. A excepción de Caleb quien veía de forma fija a la rubia, notando aquellas pequeñas marcas oscuras en su cuello luego de haberlo apretado. En el fondo se sentía aliviado de que solo fueran pequeños moretones que se borrarían con el tiempo.




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