Durante esos días Amelie se dedicó a conocer el lugar, los aldeanos eran gente amable y sencilla, todos se acercaban a ella para poder saludarla y dedicarle palabras de afecto, era un lugar lleno de felicidad, algo que en su viejo hogar jamás vio, pues su padrastro solo le trataba con odio desmesurado y rechazo total, al igual que su madrastra y hermanastra con quienes no tenía una buena relación. Pero después de ver todo eso y de enterarse de su verdadera procedencia, todos esos malos tratos cobraban sentido. Pero le continuaba doliendo tanto desprecio, al menos su abuelo si la apreciaba como a su nieta.
Juntos avanzaron por el lugar hasta llegar a un pequeño gazebo de madera cubierto con flores y rodeado de una pequeña posa de agua cristalina en donde algunos peces nadaban en ella. Tomo una de las flores acomodando está en los rubios cabellos de la chica antes de rodearla por la cintura dejando su mentón en uno de sus hombros, su rostro se hundió en el cuello de la fémina disfrutando del dulce aroma de su piel. Ese aroma que tanto lo enloquecía. Caleb se sentía en el paraíso.
Giro a la más baja, ambos quedaron frente a frente viéndose de forma directa, los ojos rojos del lobo habían cambiado, tomando un tono más gris, un color mucho más bonito de ver, más pacífico y calmado. Su verdadera naturaleza estaba saliendo a flote. El joven, de más de 400 años de edad, sostuvo el fino mentón de la chica, sus ojos estaban unidos y aquella conexión que había nacido aquella noche en el rio, sus miradas se encontraron por un segundo.
Antes de inclinarse hacia ella para poder dejar un cálido y casto beso sobre sus rosados labios. El que poco a poco se fue intensificando, no tardo en sostenerla por los glúteos para alzarla en el aire y que esta le rodeara la cadera con sus largas y delgadas piernas. Un juego lenguas se inició dando a un beso fogoso que logro erizarle por completo la piel y más lleno de pasión el que finalizo al ser interrumpidos por uno de los guardias.
Los ojos del lobo nuevamente se habían tornado rojos, estaba molesto por la intrusión de aquel sujeto al que vio con ganas de romper su cuello. Las mejillas de Amelie mantenían un color rosa intenso por la vergüenza que había sentido en ese momento. Sin tardar más ambos retomaron camino hacia donde estaban sus padres. Al llegar junto a ellos un atractivo chico de ojos azules con cabellera castaña, exageradamente peinado, de pie junto al trono y su hermana. Sin entender mucho avanzo hasta ellos. Caleb y Mauro mantenían la distancia, atentos a cualquier cosa. No dejaban de ser desconfiados.