12 lobos

Capítulo 15. Editado.

Durante esos días Amelie se dedicó a conocer el lugar, los aldeanos eran gente amable y sencilla, todos se acercaban a ella para poder saludarla y dedicarle palabras de afecto, era un lugar lleno de felicidad, algo que en su viejo hogar jamás vio, pues su padrastro solo le trataba con odio desmesurado y rechazo total, al igual que su madrastra y hermanastra con quienes no tenía una buena relación. Pero después de ver todo eso y de enterarse de su verdadera procedencia, todos esos malos tratos cobraban sentido. Pero le continuaba doliendo tanto desprecio, al menos su abuelo si la apreciaba como a su nieta.

  • Estas feliz aquí ¿No?
  • Lo estoy, pero no es mi hogar y tú ya sabes eso.
  • Eso ya lo has dicho. Pero si deseas quedarte, yo…
  • ¿Tu?
  • Yo me quedaría a tu lado. Aunque será raro con tanto amor y paz. Necesito algo de acción y golpear a alguien. Ya sabes, destrozar algo de vez en cuando.
  • Ya tendrás posibilidad de golpear a alguien cuando regresemos. Y sabes a quien me refiero.
  • Ni me lo recuerdes, que solo quiero patear su peludo trasero y que ruegue misericordia.

Juntos avanzaron por el lugar hasta llegar a un pequeño gazebo de madera cubierto con flores y rodeado de una pequeña posa de agua cristalina en donde algunos peces nadaban en ella.  Tomo una de las flores acomodando está en los rubios cabellos de la chica antes de rodearla por la cintura dejando su mentón en uno de sus hombros, su rostro se hundió en el cuello de la fémina disfrutando del dulce aroma de su piel. Ese aroma que tanto lo enloquecía. Caleb se sentía en el paraíso.

  • Sabes… tengo algo de miedo.
  • ¿Por qué?
  • De que se repita la historia, después de todo yo mate a tu antecesora y tengo miedo de hacer lo mismo de nuevo.
  • No pienses en eso Caleb. No arruines este momento con esos absurdos pensamientos. Te lo pido.
  • Si llego a hacerte daño, ya acorde con Mauro algo. 
  • ¿Qué cosa?
  • Que acabe con mi vida si te hago algo malo.
  • Cierra la boca quieres. En verdad no quiero que tengas esas cosas en la cabeza. Eres un tonto.
  • No podría cargar con el peso de dos muertes, menos de quienes he amado, de quien amo. No soportaría vivir con tal culpa.
  • Calla. — Los ojos de la chica se humedecieron al imaginar aquella escena. —  Por favor calla.
  • De acuerdo, perdón. Pero ya es una realidad, una promesa entre lobos es inquebrantable. Créeme cuando te digo que Mauro tampoco está contento con esto, siempre hemos sido unidos y sé que le rompería el corazón hacer algo así.

Giro a la más baja, ambos quedaron frente a frente viéndose de forma directa, los ojos rojos del lobo habían cambiado, tomando un tono más gris, un color mucho más bonito de ver, más pacífico y calmado. Su verdadera naturaleza estaba saliendo a flote. El joven, de más de 400 años de edad, sostuvo el fino mentón de la chica, sus ojos estaban unidos y aquella conexión que había nacido aquella noche en el rio, sus miradas se encontraron por un segundo.

Antes de inclinarse hacia ella para poder dejar un cálido y casto beso sobre sus rosados labios.  El que poco a poco se fue intensificando, no tardo en sostenerla por los glúteos para alzarla en el aire y que esta le rodeara la cadera con sus largas y delgadas piernas. Un juego lenguas se inició dando a un beso fogoso que logro erizarle por completo la piel y más lleno de pasión el que finalizo al ser interrumpidos por uno de los guardias.

  • Lamento interrumpir majestad. Pero se solicita su presencia en el palacio.

Los ojos del lobo nuevamente se habían tornado rojos, estaba molesto por la intrusión de aquel sujeto al que vio con ganas de romper su cuello. Las mejillas de Amelie mantenían un color rosa intenso por la vergüenza que había sentido en ese momento. Sin tardar más ambos retomaron camino hacia donde estaban sus padres. Al llegar junto a ellos un atractivo chico de ojos azules con cabellera castaña, exageradamente peinado, de pie junto al trono y su hermana. Sin entender mucho avanzo hasta ellos. Caleb y Mauro mantenían la distancia, atentos a cualquier cosa. No dejaban de ser desconfiados.

  • Aquí estoy ¿Qué sucede?
  • Queremos presentarte a Nicolás Giedon. Es un Lord, de una de las familias más importantes de nuestro reino.
  • Ah es un placer. — Su mirada se encontró con la de Mauro por un momento quien le estaba haciendo algunas señas para que no bajara la guardia. —  ¿Y qué sucede con él?
  • Pues el querida será tu futuro esposo. — Los ojos de ella y los de Caleb se abrieron como platos al escuchar aquello, el moreno quedo paralizado ante la idea de que le arrebataran a la chica que tanto amaba. No iba a permitir que tal cosa sucediera.
  • Eres atractivo, pero yo ya estoy junto a alguien. No tengo interés en estar con nadie más.
  • Eso no importa. — Hablo su padre. —  Terminas con él y te casas con Nicolás.
  • No. — Respondió tajante la chica antes de darse la media vuelta hacia Caleb, sostuvo con su propio vestido ante la rabia que se estaba apoderando de ella. —  No han estado en mi vida durante más de veinte años, prácticamente son desconocidos en mi vida, no saben absolutamente nada acerca de mí ¿Y creen que podrán obligarme a casarme? No lo acepto. Ahora si me disculpan, me marcho. Volveré a mi verdadero hogar. Con mi familia.




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