Los dos individuos se encontraban exhaustos, recostados contra los árboles mientras recuperaban el aliento después de su transformación. El esfuerzo de la metamorfosis aún se hacía sentir en sus músculos tensos y sus pulmones ansiosos por el aire fresco del bosque. Sin embargo, no podían permitirse descansar por mucho tiempo.
Los ruidos provenientes del bosque los alertaron, recordándoles que su tiempo era limitado y que no podían permitirse ser atrapados por aquellos que los perseguían. Con un gesto de entendimiento mutuo, se pusieron de pie, preparados para enfrentar lo que sea que estuviera acechando en la oscuridad del bosque.
Recorrieron el bosque sin pausa y a pesar del cansancio no detuvieron su andar hasta llegar finalmente a sus terrenos donde estarían a salvo de cualquier peligro, exhaustos se dejaron caer a la entrada de su hogar, medios moribundos y casi sin aliento, siendo recibidos al instante por Anton y Lucius quienes les ayudaron a ingresar a casa dejando sus débiles cuerpos sobre el sofá.
Todos los hermanos estaban confundidos y ellos mismos lo estaban al no ver Dante por ningún lado, ni siquiera su presencia se sentía. Su aroma estaba difuso en el aire, apenas perceptible. Entre jadeos comenzaron el relato y aquel engaño que habían sufrido al estar en aquel palacio.
Las cosas no podían ser tan bonitas ni color de rosa como se las había pintado Marcus, detrás de todos esos relatos había un engaño. André solo se mantuvo en silencio antes de decir lo que habían hecho con Dante quien de seguro ya no estaba bajo el efecto de la parálisis de Philiph.
Todos sabían bien que las cosas podrían complicarse, era evidente que eso sucedería y que aquellos demonios podrían seguirlos para conseguir a la chica, cosa que claro no iban a permitir, no después de las declaraciones que Amelie le había hecho a Mauro. Aquellas palabras habían bastado para que los lobos cambiaran de parecer acerca de su persona. incluso Philiph estaba dispuesto a luchar para proteger a su familia. Ella era parte de su familia.
Caleb, a pesar de su debilidad, se acercó a ella con determinación, levantándola en sus brazos con cuidado y llevándola al sofá más cercano. Robert, consciente de sus habilidades médicas rudimentarias, se acercó rápidamente y colocó una mano sobre la frente de la mujer, sintiendo el frío sudor que empezaba a emerger.
Concentrando su atención en ella, Robert cerró los ojos por un momento, tratando de discernir la causa de su malestar. Podía sentir la preocupación creciendo en su interior mientras buscaba cualquier indicio de lo que podría estar afectando a la mujer.
Después de un momento de concentración, Robert abrió los ojos y su mirada se encontró con la de Caleb, comunicando silenciosamente su preocupación compartida. Aunque no había descubierto la causa exacta del malestar de la mujer, sabía que necesitaban actuar con rapidez para ayudarla.
Caleb tomo nuevamente a la chica entre sus brazos para cargarla hasta su dormitorio, las piernas y los brazos le temblaban debido a lo agotado que estaba debido a todo lo que había corrido, pero Amelie valía cada dolor en su cuerpo, ella era lo importante en ese momento, se había prometido cuidar de ella y cumpliría con su palabra hasta no poder más.
Una vez que estuvieron ahí, la recostó con cuidado sobre la cama y sin tardar mucho le quito aquel vestido que había traído de ese maldito lugar. El solo pensar en ese lugar lo hacía sentir enfermo y molesto. Se quedo admirando por unos cuantos segundo lo bella que ella era, tal solo por un momento se quedó viéndola de forma fija antes de reaccionar. Se sentía como un completo degenerado por estar admirándola de esa manera y que sus pensamientos le traicionaran, ella era pura en todos los sentidos, no podía tener esos pensamientos hacia ella.