Abrí los ojos al sentir la presencia de mi padre en mi cuarto. En sus manos un pastelillo de chocolate con una vela en medio de este. Cierto, hoy es mi cumpleaños, debería estar feliz, pues ya soy mayor de edad, pero esa felicidad no significa nada pues continuare encerrado en esta casa de locos. Sople aquella vela pidiendo mi deseo “Poder conocer el mundo” espero que este año ese deseo se cumpla. A quien engaño, no saldré de aquí en un siglo de vida.
¿Será esta mi oportunidad para marcharme y no volver? Debería aprovechar esta instancia y huir ahora de aquí. Bueno no huir, mas bien seguir mi propio camino, buscar mi destino, aquello que me esta llamando desde hace años. Espere a que mi padre saliera del cuarto y a toda velocidad comencé a empacar lo necesario en una mochila, no necesitare muchas cosas, creo que el dinero será lo mas importante, además de ropa interior y claro, la fotografía de mi madre. Debo bloquear mi mente ahora, mi tío ChanYeol podría descubrir mi propósito y arruinar todo ahora. Le di una mordida a aquel pastelillo, el que escupí de inmediato, definitivamente las habilidades de mi padre no han mejorado en lo absoluto. Aun no comprendo como es que no he muerto de hambre o peor, envenenado.
Luego de cambiarme de ropa por algo mas “casual” un jeans ajustado, una playera negra, mis tenis, y una chaqueta de cuero, baje hacia la sala para poder despedirme, en sus rostro había una mueca de preocupación, intente concentrarme en los pensamientos de mi padre, pero este simplemente estaba fuera de alcance. Al parecer había invasores cerca, quizás esa era la emergencia que la que mi padre había hablado hace un rato.
Tío Lu era el único que permanecía en casa, no es el mejor luchador según mi padre, según todo. Gracias a su dieta no tiene las fuerzas necesarias como para enfrentarse en combate a alguien. Deje la mochila en la parte trasera del auto que mi padre había comprado para mi hace un año, me enseño a conducir cuando cumplí catorce, y bueno aprendí con bastante rapidez, sorprendentemente rápido. Antes de partir me quede viendo aquella casa por ultima vez, pues estoy seguro que no la veré en un buen tiempo. Encendí el motor acelerando por el camino principal hasta llegar a la carretera, mi primer destino será el cementerio, quiero visitar la tumba de mi madre, luego, tal vez, busque a mis abuelos maternos, aunque dudo que quieran verme.
Al llegar, deje el auto aparcado, bajando para poder comprar un ramo de flores e ir hacia donde estaba su tumba. Esperaba encontrarla descuidada y toda cubierta de musgo, pero al contrario, rosas frescas cubrían su lápida. Además, el pasto había sido cortado, pero ¿Quién? En fin, debo darle las gracias a esa persona por preocuparse. Deje las flores a un lado, introduciendo ambas manos dentro de mis bolsillos.
Estuve al menos una hora hablando con mi madre, bueno solo en realidad, aunque aquella charla me servía para liberarme por completo. A paso lento avance hacia mi auto, buscando la dirección de mis abuelos, la que había encontrado en una libreta de mi madre hace unos años. Me tomo unas dos horas dar con aquella dirección, hasta que llegue a una gran casa de color blanco, con un amplio jardín. Había olvidado que mis abuelos eran gente rica. Bueno, aquí voy, ya estoy aquí, no es momento de arrepentirse. Respire profundo antes de bajar e ir hacia la entrada principal dando un golpe en la puerta. Pasado unos minutos una mujer de unos cincuenta años apareció por la puerta viéndome de forma extraña.