12:53

Aquél día

Encontrar el amor es una carrera contra el tiempo que te pone obstáculos dónde sea que vayan. Te pone pruebas que no sabes cómo superar hasta que tú pareja te da un pequeño empujón, esa es la maravilla del amor.

Cuando conocí a mi esposa estábamos en la universidad, en cuanto la ví con esa sonrisa radiante y pura, mi respiración se detuvo y mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, desde ese momento que la vi supe que ella era la mujer con la que quería compartir mi vida, me esforcé durante dos años por ser el hombre perfecto, comprando rosas y chocolates, llevándola de un lado a otro para poder conseguir que me mirara con esa hermosa sonrisa. Todos esos esfuerzos lograron lo que es ahora, mi adorada esposa.

Durante tres años fuimos el matrimonio perfecto, cada día era perfecto, las sonrisas compartidas eran habituales, las noches apasionadas que terminaban con pequeñas risas, las tardes románticas al cenar mientras mirábamos la televisión, todo era perfecto, hasta ese día.
La noticia nos sorprendió a los dos, pero pronto se convirtió en una emoción que invadió la casa. Una pequeña niña crecía en su vientre y en ese momento, mi lado orgulloso emergió.

Quería ser el padre perfecto, el padre que podría darle cualquier cosa, el que puede llevarla a los mejores lugares, quería ser su orgullo cuando creciera, por esa razón trabaje horas extras en la oficina, buscando la mejor forma para conseguir ese objetivo. Solo que no entendí lo que tendría que sacrificar en cuanto pedí más horas extras.
Me la pasaba casi todo el día en la oficina, estaba tan ocupado que no me daba cuenta del tiempo, solo llegaba a casa para dormir cinco horas y luego irme de nuevo. Me concentre tanto en ese trabajo que no me dí cuenta de que ya habían pasado esos nueve meses.

Esa tarde, mientras estaba en mi usual oficina, estaba tan sumido en mis pensamientos que no contesté ninguna llamada, solo quería terminar el proyecto que estaba cerca de su fecha límite. Hasta que el reloj de mi escritorio marco las 12:53, un escalofrío recorrió mi espina dorsal haciendo que me detuviera en seco, mi cabeza reaccionó y finalmente tome el teléfono. Más de quince llamadas perdidas y diecisiete mensajes sin ver, un mal presentimiento me consumió y sin que tuviera que revisar, me levanté de mi silla con el corazón palpitando a mil por hora, sali de la oficina sin hablar con nadie y me dirigí de inmediato al hospital. Tenía la garganta seca, el peso en los hombros por el cansancio del trabajo. Camine con pasos lentos en cuanto me dijeron cuál era la habitación de mi esposa. El pasillo se veía largo mientras daba pasos cautelosos hacia la habitación. Abrí la puerta y mire su figura en la oscuridad de la habitación, con la mirada perdida en la ventana, sin esa sonrisa que veía en ella cada mañana. Mi rostro estaba más serio, casi indiferente. Al acercarme, mi voz sonaba cansada, incluso algo frustrada, estaba demasiado cansado como para pensar con claridad. Ella me miro con esos ojos marrones, solo que llenos de molestia y tristeza a la vez, ella tenía derecho de enojarse, solo que no me dí cuenta en ese momento, mi corazón se detuvo, mi respiración se cortó al escuchar su explicación de lo sucedido, sus ojos se veían llenos de lágrimas y su voz algo entrecortada mientras me decía lo que más temia desde que mire la hora.

La noticia me golpeó como una bofetada. La pequeña bebé que crecía en su vientre, que creció durante nueve meses, murió por un aborto espontáneo y el no estuvo ahí... Mi cabeza dió vueltas, mi respiración se detuvo, estaba cansado, frustrado por no poder terminar mi trabajo a tiempo y ahora... Perdio a la pequeña niña por la que había trabajado tanto. En ese momento no lo entendí, no se me ocurrió ir con ella y consolarla. Solo estaba cansado y mi humor estaba a tope, comencé a discutir sin pensar ni una sola vez, defendiendo solo mi trabajo sin pensar que mi esposa estaba sufriendo. ¿Cómo pude hablarle así a la mujer que más amaba?, ¿Cómo podía dejarla sola en un momento así?, mis pies actuaron antes de que me diera cuenta, al mirar atrás, ya estaba fuera del hospital, con un amargo sabor en la boca, con el dolor en los hombros peor que cuando llegó.

Algunas personas tras un suceso así se refugian en la bebida, en alguna droga o incluso en algunas mujeres, pero yo no, yo solo me centre en mi trabajo, yendo de proyecto en proyecto, ocupando todo mi tiempo en esto, ya no volvía a casa, mi esposa se quedó en el hospital para recuperarse de la operación que tuvo durante el parto, yo me quedé en mi oficina, incluso dormía en el sofá duro e incómodo, pero no me atrevía a salir, cualquier cosa me recordaba a la pequeña que no pudo quedarse.

El tiempo pasaba sin detenerse, pronto pasaron tres meses, yo seguía en mi oficina, más deprimido y frustrado que nunca, hasta que recibí una llamada. Después de tres meses, no había respondido una llamada del número de su esposa, hasta ahora. Tenía los hombros más pesados, el estrés me había consumido, al responder me enteré de que ella había vuelto a casa después de descansar, sonaba molesta, tenía todo el derecho. Yo seguía frustrado y me negaba a volver a la casa donde se suponía que tendrían la vida soñada con la pequeña. Después de discutir por llamada, yo seguía defendiendo mi trabajo, ahora ya era alguien reconocido, tenía demasiado dinero pero nunca use ni un centavo en estos tres meses. La discusión seguía, cualquiera se daría cuenta de que los dos estábamos rotos por dentro, pero ninguno decía la verdad, hasta que dos palabras me desarmaron por completo.
En cuanto escuche su voz de nuevo, rota como la última vez que se vieron, un simple "te extraño" me hizo reaccionar. Mi cabeza se dió cuenta finalmente de cuánto la lastimo, de como la dejo sola en el peor momento, como la dejo sufriendo. Con un salto salió de la oficina en la que llevaba tres meses encerrado, algunos de mis compañeros me miraron con sorpresa, otros con alivio de que finalmente saliera del agujero en el que me escondí.
Sali con rapidez del edificio en el que trabajaba, tomando un taxi ya que mi auto posiblemente ya se lo habían llevado por no usarlo por tanto tiempo. Mi corazón estaba acelerado, maldecía en voz baja por mi error, culpandome de todo mientras corría del taxi a la casa que no había pisado en mucho tiempo. Mi mano tembló mientras abría la puerta y me estremecí al verla de nuevo.



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En el texto hay: dolor amor historia

Editado: 15.08.2025

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