CAPITULO 3
LA VARIANTE DE SER MUJER
Un nuevo suspiro salió de mis labios sin quiera haberme percatado, las risas y el alboroto continuaban en el lugar, eran mas de las tres de la tarde, los estómagos hambrientos hacia un momento ya estaban satisfechos, la hora de la comida ya había pasado.
- Lucy, ¿ese suspiro hasta donde llegaría o más bien hacia quién? –
- A nadie en particular, siempre he suspirado mucho- sonreí a manera de disculpa
- Se quiere acabar el aire, para ver si le dejamos de dar tanta lata – bromeó, Paco a lo lejos
- No seas tonto Paco – le dije fingiendo con un tono molesto
- Como usted diga jefa.
- Ya te he dicho que no me digas jefa, dime Lucy o Lucia, si me dices jefa se podría malinterpretar y ya sabes que para el chisme aquí si son muy buenos-
- Jefa, no se enoje, nada más estoy jugando-
- Y dale con lo de jefa, en verdad que usted no entiende, ya mejor vallase que tiene muchos encargos que hacer-
- Como usted ordene jefa – dijo Paco a modo de burla antes de salir fuera de la bodega
- Y dale con eso, un día de estos me va a meter en problemas.
- No te molestes Lucy, mira que aprecia el trabajo que haces para con ellos, en verdad que te quieren mucho.
- ¿en verdad eso crees, Ana?
- Estoy segura de que si – Ana me había sonreído y quise pensar que tenía razón.
- ¿Hay algo más que tengamos que hacer Lucy?
- Si tenemos que terminar de crear la ruta de entrega del día de mañana, pero ¿Qué te parece si vamos a comer antes?
- ¡Si, porque me estoy muriendo de hambre!
El jardín era extenso y hermoso, había bastantes árboles, muchos rosales coronaban con sus flores los pastizales perfectamente recortados y recién regados, una ligera brisa había comenzado a soplar y daba una frescura que anunciaba que pronto llovería.
Me sentía tan bien en aquel lugar, un perfecto espacio para comer en la hora de la comida, es un lugar fresco y tranquilo, no había mucho movimiento y se podía estar ahí y disfrutar de ese encantador verdor.
- Lucy, ¿te puedo preguntar algo?
- Si.
- ¿y me vas a responder?
- Quiero pensar que si - me sonreí de lado, Ana me miro inquisitivamente y me volvió a decir
- Pero en serio me vas a responder - solté una carcajada, para terminar diciendo
- Si, te voy a responder
- Bueno – sonrió otra vez – ¿en verdad tus suspiros no son por alguien en particular?, ¿no estas enamoradas? – por un instante mi mente voló hacia un autobús que pasaba a su hora habitual y con él, el recuerdo de un asiento recién ocupado, pero eso fue breve y mis sentidos despertaron en un momento
- Estoy muy segura que no, en verdad, tengo la costumbre de suspirar mucho, no recuerdo desde cuándo, años quizás
- ¿Y no estarás enferma?
- No creo, cuando suspiro siento que mis pulmones se llenan de aire por completo, podría ser cuando estoy algo fatigada, estresada o cansada, creo que es por eso – sabia que el tema de los suspiros era muy frecuente en mí, ya bastantes personas me lo habían hecho notar, y es por eso que ya había tenido la precaución de solicitar una revisión médica y todo había resultado en un perfecto estado físico
- Siempre he querido saber si tienes novio, porque me dices que no estás casada, y que vives sola, y se ve que eres una mujer muy independiente, aquí veo que te tienen mucho respeto – lo había dicho con un tono un poco cauteloso, será acaso por la diferencia entre nuestras edades o porque como su supervisora encargada no quería hacerme enojar con algún comentario fuera de lugar. Lo que me hizo me dio un poco de gracia y timidez.
- Bueno, a decir verdad, actualmente no tengo novio, podría decirse que ya llevo mucho tiempo soltera, he estado saliendo con algunas cuantas personas, pero no me he sentido lo suficiente interesada como para estar en una relación con ellos.
- ¿enserio?, ¿y porque no?, ¿alguien de aquí te ha invitado a salir?
- Si te cuento esto, ¿puedo contar con tu discreción?
- ¡pero claro que sí! – sus ojos brillaron expectantes – ¡cuéntame!
- Está bien pero solo porque te has ganado mi confianza, tuve un par de citas con Eduardo – en un momento sus ojos se abrieron y exclamo emocionada
- ¡No te lo puedo creer, ¡¿con el Lic. Eduardo?!
- Si, pero baja la voz, eres muy gritona – le susurre, haciendo un ademan de silencio
- ¿Pero que paso?, si él me hubiera invitado a salir, estaría vuelta loca por él y no lo dejaría ir tan fácilmente, ¡está bien bueno! – volví a soltar otra carcajada y le pregunte.
- ¿Cuántos años me dices que tienes Ana?
- Tengo diecinueve, ¿por qué?