CAPITULO 5
REMEMBRANZAS
No recuerdo exactamente como pasó, la primer vez que te vi, subiste al autobús, al momento de ese mismos instante llamaste mi atención, te vi caminar con paso seguro, una personalidad interesante, te sentaste en la fila contraria a dos asientos de mí, recuerdo que tuve que girar mi cabeza hacia atrás para ver enfocar tu mirada hacia fuera de la ventana, el ceño fruncido que tenías y el café de tus ojos, mezclado con la gracia en tu cabello, en un reflejo en aquel cristal, me permitía ver el reflejo de la luz del sol en tus ojos. No quería parecer obsesivo, por lo que miré de nueva cuenta al frente, para cuando me di cuenta había llegado a mi destino.
En ese momento supe que me gustaste, pero sabia también que era una sensación pasajera. Pasaron los días, yo seguí con mi vida cotidiana, sinceramente ya no te recordaba, pero un día de nueva cuenta te paseaste por mi mirada. Aquella experiencia se volvió a repetir, volver a ver tu rostro aparecer entre el pasillo, me hizo recordar que yo ya te había visto, te sentaste de nueva cuenta perdido en tus pensamientos, mirando por la ventana y con los audífonos puestos y yo me pregunte, ¿Qué es lo que me estabas haciendo?, distante de mi existencia, yo deseaba que me mirarás. La necesidad de ti fue corta porque a mi destino yo había llegado.
Los días pasaron los mas normales posibles, mis actividades diarias me mantenían distante a tu recuerdo, no existía para mi ningún encanto existente, siempre y cuando de mi vista te mantuvieras ausente. La tranquilidad en mi alma era constante, mi corazón no pedía nada, los meses pasaron sin darme cuenta y ni una sola vez intente recordarte.
Pero el destino es incierto y la vida es misteriosa que, de un día para otro, en medio del camino ya te encuentro. Pasaste sin previo aviso, sin mirarme, sin pausarte, concentrado en ti mismo, no te dabas cuenta que te había visto.
Baje pensando que era ilógico, una casualidad nada más, pero algo en mi pecho comenzó a esperar. ¿Qué es lo que esperas? Me preguntaba, una ilusión nada más.
Las semanas siguieron transcurriendo; días en los que aparecías, días en los que te olvidaba, días en los que me emocionabas, días en los que no era importante para mí que existieras, días en los que me acostumbraba a verte, días en los que me olvidaba por completo de recordarte, en pocas palabras, días de si y días de no. Días inciertos e un verano que se iba, días con vida que comenzaban a manifestarse.
En la ausencia de unas semanas que no apareciste, donde aún tenía libertad de ser feliz, donde mis emociones no jugaban con mi mente y aún dormía con un poco de paz, fue precisamente donde yo termine de hilar mi propia atadura. Recuerdo que al final del día tuve que tomar la ruta un poco mas tarde de lo normal, aun cuando ya me sentía un poco cansada y con ganas de llegar a mi hogar, te juro que no esperaba nada, solo quería poder descansar, en mi mente ninguna ilusión aparecía, ningún deseo ardiente, mucho menos una expectativa que presionara mi pecho con pasión, no había nada en mí, solo la intensión de un asiento vació en el cual poder dormir. A lo lejos la vi venir y estacionarse para poder subir, con un poco de suerte me sentí ganadora, cuando vi que muchos lugares había para elegir, mas había uno que sobresalía sobre los demás, porque en el te vi y en su momento eso me hizo dudar.
Estabas dormido quizás, porque tus ojos estaban cerrados, no quería ser una molestia, recuerdo que por un momento pensé. Sin embargo, no imagine que pudiera tener una oportunidad similar, así que sobre mis propias expectativas me senté junto a ti.
Esto no parecía significar nada, pero para mi en ese momento lo era todo. Si me preguntarán, te aseguro que lo haría de nuevo.
Recuerdo que al momento que me senté, tu abriste los ojos, con un movimiento un poco perezoso te incorporaste para sentarte bien, por otro lado, yo fingía ver mi teléfono, pero la verdad es que toda mi atención era para ti. Mientras despertabas, te enfocaste para ver por la ventana, una ventana que mostraba una noche que no tenia luna, solo mirabas hacia afuera, y yo no podía ver esta vez el reflejo de tu cara sobre el cristal.
Los minutos pasaron y tu tenías que marcharte, te giraste con gracias para susurrarme amablemente que te cediera el paso, en ese momento, por un instante, después de muchos meses, nuestras miradas tuvieron un encuentro.
Me levanté con cuidado y tu saliste de aquel asiento, me recorrí para tomar el lugar que hasta hace unos segundos habías ocupado, te vi caminar hacia el chofer, vi tu espalda y tu cabello parecía como si aún estuviera mojado, en ese instante sostuve el aliento sin percatarme de lo que sin darte cuenta me estabas haciendo, bajaste para encontrarte con la obscuridad, dejándome ansiosa de verte una vez más.
Los días pasaron y tu ausencia se hizo presente, sin más desvaríos continue con lo mío.
Mas no pensé que después de eso pasaría algo más, esta vez distraía mis sentidos en cada recorrido con diversas herramientas de entretenimiento, si no me la pasaba leyendo, estaba escuchando música, o, por el contrario, había comenzado a jugar con el teléfono, no recuerdo en cuantas veces por un momento creí sentir tu presencia, más ahogada en mis nuevos vicios en ningún momento levante la mirada. Mas para cuando volví a ser consiente de tu presencia, por primera vez te vi tomar un asiento contrario exactamente a mi altura.