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—¿Cómo está tu brazo? ¿Te duele?— preguntó Gulf.

Mew miró de reojo hacia la pequeña casa de techo a dos aguas que se alzaba a unos metros. Hizo un gesto negativo con la cabeza, apenas perceptible, y volvió a mirar hacia la casita. No se veía nadie a través de los cristales de las ventanas pero aún así no quería arriesgarse.

—Tranquilo..., ahora vivo con mis abuelitos...—dijo Gulf, acercándose a Mew— ¿De verdad no te duele el brazo?

— De verdad... Solo fue una caída...

— Pero gritaste...

—No por el dolor... No sentí dolor. Grité por ti..., para avisarte del auto que venía...

Mew se mordió el labio. Sintió que había hablado demasiado. Pero cuando quiso alejarse de Gulf, éste lo sujetó del brazo y le susurró:

— Gracias...

— De nada...— alcanzó a balbucear Mew, tratando de no ponerse colorado.

"¿ Por qué siempre me sucede esto...?, pensó tocándose las mejillas, "...y frente a él..."

—¿Qué tienes que hacer este atardecer? ¿ Quieres contar estrellas conmigo esta tarde?

Mew volvió a morderse el labio.

— No puedo...

— Mañana, entonces...

— Ma...ma..ñana...

Mew trató de pensar una excusa pero Gulf no le dio tiempo.

— Te espero mañana allí en la fuente. Adiós.

—¡No sé si pueda ir! —gritó Mew pero Gulf ya se había alejado corriendo.

" ¡Claro que irás!, se burló de sí mismo, Mew, "llevas deseando contar estrellas con Gulf desde que te cruzaste con él por primera vez..."

Y sintiendo las mejillas rojas como tomates, se alejó corriendo en la dirección contraria, rogando en silencio que en aquel lugar el próximo día llegara más rápido de lo habitual...