15 dias en Nueva York

Capítulo 17 - Bruno

 

Miércoles 7 de octubre de 2020

Salgo del servicio pensando en ella y en hubiese pasado si no tuviera tanto miedo a su pasado. Tengo que conseguir que pierda ese miedo y confiar de una vez en la gente, y en mí. Volvemos a la mesa donde ella ya está probando el postre número dos de las muestras que están sirviendo, así que me dirijo directamente hacia la silla próxima a la suya.

- No te preocupes por lo que ha pasado, pero vas a tener que confiar en mí si quieres que te haga ese tour por la ciudad – la chica sonríe tímidamente – solo henos visitado el cinco por ciento de lo que puedo mostrarte. ¿Te animas esta tarde a continuar?

- Solo si me prometes que no va a pasar nada entre nosotros.

- Mmm… hecho – digo entre risas – Te recojo a las cinco.

Entre anécdotas y risas pasado las horas, y ahora estoy en mi casa tumbado en el sofá con el portátil encima de mis piernas y la televisión puesta de fondo mientras la voz de la periodista responde al presentador de forma clara y concisa. A su vez, en el ordenador, las cuentas de este último mes deben cuadrar para llevar la contabilidad en orden.

Sin darme cuenta, la alarma del móvil suena por toda la casa haciendo que dé un sobresalto. Las cinco, se supone que a esta hora estaría tocando ya la puerta del apartamento de Sandra. Rápidamente me visto con una camiseta blanca y unos vaqueros azul marido, combinado también con una chaqueta negra de cuero y unas zapatillas blancas. Finalmente llego a su apartamento y me quedo de pie en el portal, esperando a que salga. Tengo pensado llevarla a pasear por Times Square, la plaza más conocida de la ciudad y a partir de allí improvisar un poco el recorrido. Tras unos largos minutos el rostro soñoliento de Sandra aparece por la puerta.

- ¿Qué haces aquí?

- Habíamos quedado a las cinco.

- Ya pero aún queda media hora, ¿no?

Miro el reloj de pulsera que tengo en la muñeca, las cinco y seis minutos. La chica vuelve a entrar a su casa para fijarse en el en reloj analógico de la cocina.

- ¿Por qué no me has llamado? Tardaré pocos minutos en cambiarme, puedes esperar en el sofá.

- Tranquila no te apures, hay tiempo de sobra.

Dicho esto, se dirige hacia las escaleras, supongo que para cambiarse. Entretanto me siento en el sofá y no puedo evitar leer el documento que está escribiendo en ese momento. Antes de que penséis nada, que conste que el escrito estaba abierto… pero tampoco es algo secreto ya que son informes de la reunión de inversores.

Finalmente salimos a la calle dispuestos a visitar la ciudad que nos espera. Por suerte, la temperatura es más bien calurosa a pesar de estar en el mes octubre. Paseamos por las calles de Nueva York hablando de diferentes asuntos, aunque ninguno de los dos menciona lo ocurrido esta mañana en la junta, o hace un par de horas en el restaurante. Los minutos van pasando y ya hemos llegado al famoso lugar en el cual más de una docena de carteles luminosos y pancartas en los edificios llevan de vida la calle y donde miles de turistas están aprovechando para sacar alguna foto. Sandra, en cambio, se queda callada admirando la cantidad de personas y coches que hay en ese momento lo que provoca cierto agobio.

Sin que se dé cuenta, saco el móvil para hacerle un par de fotos en las que sale preciosa hasta que se gira buscándome y me pilla, sin embargo, en vez de reprochar, simplemente comenta:

- Luego envíamelas que las quiero guardar

Caminamos por las carreteras más próximas a la plaza, poco a poco va anocheciendo, y las luces de las farolas se van encendiendo, Nueva York es otra cosa por la noche, no tiene nada que ver cuando es de día. El ambiente es más calmado a la vez que dispar, la gente se para para admirar las calles, las plazas; por el día, todo son prisas alocadas para ir al trabajo, a la escuela, o para llegar a coger el bus o alguna entrada para un museo… claramente prefiero la noche neoyorkina. Entre tanto ir y venir se hecho las ocho, sé que puede parecer muy pronto para cenar, pero aquí lo horarios son distintos.

- ¿Buscamos algo para cenar?

- Esta no será una encerrona para que vaya a cenar contigo, ¿verdad?

- No, no. “Solo amigos” – ambos ya sabemos que son esas comillas. Tan solo con mirarnos las ganas de reír vienen solas.

- Anda vamos…

- Conozco un sitio perfecto. Rápido y delicioso.

Pasamos por algunos restaurantes hasta llegar al lugar. Una parada de pizza móvil en la entrada de Central Park. Afortunadamente la cola no es muy larga y en seguida pedimos nuestra comida, la cual a penas tardan un par de minutos en hacerla. Seguimos el camino de tierra entre los árboles, algunas ardillas cruzan de un lado a otro del camino, subiéndose al árbol y tener una mejor vista del parque. Sandra se queda maravillada con la cantidad de ardillas que corren a sus anchan y “conviven” con las personas en los parques.

Después de pasear durante unos minutos y tras acabar la pizza, le propongo salir de allí.

- ¿Puedo llevarte a un sitio? Pero vas a tener que confiar en mi – digo sacando el pañuelo que llevaba atado a la trabilla del pantalón




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